Archivos para marzo, 2013

En estos primeros días de su pontificado Francisco porta consigo nuevos aires a la Iglesia. Sus gestos y sus palabras son el rayo de sol que se posa sobre el corazón y la mente del cristiano; nos presentan una honesta, sencilla y alegre puesta en práctica del Evangelio. Naturalmente, ni ahora ni más adelante se dará una transformación de la Iglesia, pues no es ella la que debe renovarse, sino nosotros los creyentes. El Papa ha hecho algo simple, pero que parecía difícil, abrir las trabadas puertas de la Iglesia y exhortar a los católicos a salir de la capilla e ir en busca del hombre con el anuncio del Evangelio. No es que esto no se hiciese, pero hasta ahora teníamos, más bien, una “Iglesia autorreferencial, que se reduce a lo administrativo, a conservar su pequeño rebaño”, (Rubin y Ambrogetti, “El jesuita. Conversaciones con el Cardenal Jorge Bergoglio, sj.”).

Tenemos una (oveja) en el corral y noventa y nueve que no vamos a buscar” (Rubin y Ambrogetti, “El jesuita. Conversaciones con el Cardenal Jorge Bergoglio, sj.”). En efecto, este es un error frecuente de las distintas comunidades y parroquias, al menos en Barcelona, que es la realidad de la que tengo mayor experiencia – aunque también lo he experimentado en distintas ciudades y países en los que he estado –. Existe la tendencia a recluir la fe en la vida de parroquia donde los ya convencidos se evangelizan entre sí, pero “ningún creyente puede clausurar la fe en su persona, en su clan, en su familia, en su ciudad. Un creyente es esencialmente un salidor al encuentro de otro para darle una mano” (Bergoglio, “Sobre el cielo y la tierra”). El Papa tiene clara su prioridad, una prioridad que a la vez es sencilla y humilde, nada rebuscada: la contemplación y la vivencia del Evangelio. Por eso no se cansa de repetir que la opción básica de los católicos, es “salir a la calle a buscar a la gente, conocer a las personas por su nombre […] El pastor que se encierra no es un auténtico pastor de ovejas, sino un «peinador» de ovejas, que se pasa haciéndole rulitos, en lugar de ir a buscar otras” (Rubin y Ambrogetti, “El jesuita. Conversaciones con el Cardenal Jorge Bergoglio, sj.”). (más…)

El conocimiento de la verdad exige diálogo con los otros hombres. Esta premisa es importante para descubrir, entre todos, el valor social de la verdad. La afirmación última y radical de la verdad es la cuestión de la afirmación de la verdad del ser de la persona cuyo bien, por su carácter social, es el bien común. En efecto, que la sociabilidad es un principio fundamental de la esencia humana no es el capricho de los autores que lo defienden. Cuando se dice que “ninguna clase de vida humana, ni siquiera la del ermitaño en la agreste naturaleza, resulta posible sin un mundo que directa o indirectamente testifica la presencia de otros seres humanos”, se constata una empírica realidad: que “todas las actividades humanas están condicionadas por el hecho de que los hombres viven juntos” (Hannah Arendt, “La condición humana”), que los hombres viven juntos y cooperan entre ellos para organizarse y gobernar en vistas a un fin concreto que no es otro que el bien de la humanidad.

Este vivir juntos y esta cooperación no anula ni debe anular, evidentemente, el carácter personal del sujeto humano, pues la historia, hay que lamentarlo, es rica en ejemplos de falsas interpretaciones antropológicas por las que o bien se otorga una desmesurada primacía al individualismo en perjuicio de esta sociabilidad intrínseca del hombre, o bien se ofrece una exagerada preferencia a la colectividad anulándose la personalidad de cada sujeto humano, que es lo que sucede con el liberalismo y el comunismo respectivamente. (más…)

El conocimiento de la realidad – del mundo, de los seres vivos y de nosotros – es posible porque este se apoya en la experiencia del ser, que no es hipotético, ni subjetivo ni arbitrario, sino que es. Siempre conocemos algo, pues el conocimiento comporta la relación de nuestro entendimiento concretamente y de nuestra persona en sentido más absoluto con un ente del que decimos, con propiedad, que es la realidad conocida. En este sentido, el conocimiento es apertura y asentamiento. Es apertura, porque el conocimiento, como hemos dicho, establece una relación evidente entre dos entes, el cognoscente y el conocido. Y es asentamiento, de modo parcial y no absoluto, en la verdad de las cosas que son y ante las cuales nos situamos de frente; verdad que se extiende a todo el tiempo, aunque pueda permanecer desconocida u oculta durante un periodo determinado. El conocimiento no es propiamente físico, si bien en el acto cognitivo se producen actos que realizan los órganos sensoriales y el sistema nervioso, sino inmaterial, aunque la aprehensión no implica, en su inmaterialidad, una completa disgregación con la materialidad del ente conocido.

Si bien conocemos por medio del entendimiento, quien conoce propiamente es la persona entera; es ella quien ejerce las operaciones de conocer. Además, la persona no sólo posee entendimiento, sino que intervine aún otra de sus principales facultades, la voluntad, que también se relaciona con la verdad. De ahí, por tanto, que en el conocimiento entre en juego la moral: el hombre puede amar o rechazar la verdad, puede elegir ser su auténtico ser o, por el contrario, no ser nada. Como decimos el conocimiento es conocer algo y este conocer algo cuando se refiere al conocimiento de uno mismo exige autenticidad con el ser, porque si no el conocimiento sería una entelequia. Decimos, además, que el conocimiento es inmaterial. Esto es así porque si bien el entendimiento está radicado en el cerebro, también intervienen realidades de orden espiritual o psíquico como es la mente; es decir, no es riguroso señalar que el cerebro es el órgano que piensa, pues el acto de pensar trasciende la materia. Existen quienes reducen el acto cognitivo a sucesos estrictamente neurológicos, pero nadie ha podido demostrar jamás esta idea. Es incongruente y opuesto a la realidad del ser – así lo piensan también Eccles y Popper – señalar que un pensamiento, ya sea científico ya sea metafísico, se reduce a una actividad del cerebro; aunque si es cierto que todo pensamiento tiene una determinada actividad cerebral. (más…)

No puede darse, verdaderamente, una nación libre si en ella no hay ciudadanos libres que procuran el bien común. Sólo si descubrimos que el amor es la actitud necesaria que hemos de adoptar hacia nuestro semejante será posible una sociedad de personas que alcanzan a realizar sus proyectos personales. Sólo si amamos al otro podemos hacerle feliz; por el contrario, si ponemos el fin del amor en las cosas, en un determinado bien aparente o contingente, en especial el poder o la riqueza, se abre la puerta a todo tipo de injusticias que atentan directamente contra la incondicional dignidad del ser humano.

En la actualidad el peligro de la política recae en que el poder no es visto como un medio al servicio del bien de la sociedad, sino como un fin, subordinado a la ideología, que, además, reporta nombre y hacienda, y con este propósito se calcula toda acción, justificándose cualquier medio, incluso prostituyéndose fines justificados que realmente no interesan, pero que se utilizan para seducir al votante. El poder se prostituye cuando el propósito de este no beneficia a todos, sino a un reducido número de personas. (más…)

¿Soy Sísifo?

Publicado: 17 marzo, 2013 en Pensamiento

Sin caer en la rotundidad de San Gregorio que considera que las imágenes son para los analfabetos lo que las letras para quien sabe leer, sí podemos afirmar que la capacidad de concentración no es una cualidad abundante en el hombre de la era tecnológica. En nuestra sociedad es más frecuente la dispersión, restar absorbidos por impresiones exteriores y hacer muchas cosas al mismo tiempo, como utilizar el móvil, leer el periódico o ver el telediario mientras se come ya sea solo o en compañía. Es extraño o poco frecuente los momentos de auténtico recogimiento, incluso hay personas que instalan un televisor en la pared del baño o se pasan el tiempo de su oración pegados al Ipad porque experimentan un pánico insoportable al ensimismamiento.

Cuanto más débil es la actividad interior de la persona más necesaria se hace la actividad continua, el no dejar de hacer tareas. Sin embargo, la realidad verdadera es el contemplar mismo del que surge el conocimiento y la comprensión del porqué se hacen las cosas. Uno sólo adquiere conciencia de sí mismo en la reflexión; no sólo en la simple apertura a la realidad, sino en su aprehensión. Cuando uno se conoce descubre el bien que quiere como fin último y las demás cosas como medios para alcanzarlo y, sobre todo, la capacidad de estar solo en compañía de sí mismo. Quien no se conoce rehúye este encuentro con el yo, necesita hacer cosas, aunque sin un criterio claro y/o con un sentido general que interprete la existencia como una biografía con introducción, nudo y desenlace. (más…)

Conócete a ti mismo (Parte III)

Publicado: 15 marzo, 2013 en Pensamiento

feConocerse a uno mismo es indispensable para la plenitud existencial. El hombre, para ser, debe tomar una decisión fijada en un objetivo por el que orientará su existencia y por el cual desarrollará toda su actividad; ese objetivo será el porqué, la finalidad de su vocación. Es necesario, en este sentido, un conocimiento adecuado de uno mismo y de la realidad, pues la verdad es una necesidad constitutiva del hombre, la tendencia natural al ejercicio de sus facultades. Ciertamente, y la experiencia nos lo demuestra, se puede vivir al margen de la verdad, pero esa existencia es vacía y ficticia, propia del autómata, como hemos dicho en las entradas anteriores. En el caso del hombre, cuya forma de vida no le es impuesta, la existencia sólo es posible y alcanza su pleno desarrollo, realmente, en la verdad; sin ella, la vida no es vividera.

El hombre sólo puede vivir en la falsedad deshumanizándose, convirtiéndose en autómata o, como señalan autores como Ortega y Gasset en “El hombre y la gente” y Fromm en “El miedo a la libertad”, transformándose en muchedumbre, en hombre masa, en el ente que se subordina a una ideología y convierte el propósito de ésta – ficticio, pero que se presenta bajo la apariencia de real – en su propio propósito existencial. Sin embargo, “la vida, bien lo sabemos todos, la vida da mucho que hacer. Y lo más grave es conseguir que el hacer elegido en cada caso sea no uno cualquiera, sino lo que hay que hacer – aquí y ahora –, que sea nuestra verdadera vocación, nuestro auténtico quehacer” (Ortega y Gasset, “El hombre y la gente”), porque “si quieres realmente ser, tienes necesariamente que adoptar una muy determinada forma de vida. Ahora: tú puedes, si quieres, no adoptarla y decidir ser otra cosa que lo que tienes que ser. Mas entonces, sábelo, te quedas sin ser nada, porque no puedes ser verdaderamente sino el que tienes que ser, tu auténtico ser” (Ortega y Gasset, “El tema de nuestro tiempo”). (más…)

Conócete a ti mismo (Parte II)

Publicado: 13 marzo, 2013 en Pensamiento

magritte-red-modelEn el mundo hay dos tipos de hombre, el que fundamenta su vida en el tener y el que fundamenta su vida en el ser. El primero se halla regido por las necesidades sociales establecidas por el sistema, el segundo gobierna su vida en función de los valores y principios intrínsecos que emanan de su estatuto ontológico. En la sociedad occidental contemporánea predomina el primer modelo de hombre, cuyo pensamiento y voluntad no son totalmente genuinos, sino que su contenido, en gran medida, es originado por una realidad exterior. Así, ofrece ‘su’ opinión sobre una cuestión determinada, pero esta opinión coincide, en mayor o menor exactitud, con el artículo del periódico que ha leído. También nos dice que se comprará un vehículo ‘x’ por una serie de razones que no son otras que las que presenta el anuncio publicitario para comprar éste y no otro coche. Razones de la publicidad, por otro lado, cuya poca verdad y exuberante mentira no contemplan el beneficio utilitario del consumidor, sino el lucro propio.

El hombre que enraíza la existencia en la cultura del tener está convencido de que sus opiniones y decisiones son totalmente propias; sin embargo, y algunos son conscientes de ello, ajusta el pensamiento y la voluntad al gusto del sistema y que la propaganda se cuida de establecer como el indicado y el correcto para la sociedad y el hombre sano o en su juicio. En cambio, quien se conoce a sí mismo, el hombre de la cultura del ser, auténtico señor de su opinión y de sus decisiones, es presentado por la opinión pública como un sujeto estrambótico, un outsider al que se calumnia y/o se persigue por predicar la verdad y la virtud. Así, el hombre del tener quiere y se mueve por aquello que socialmente se supone que debe querer, sobre todo, por miedo al aislamiento o a sentirse diferente. En cambio, el hombre que fundamenta su existencia en el ser quiere justamente el bien real – y no uno de aparente – hacia el que se inclina la naturaleza humana. Cuando uno se conoce a sí mismo, la prioridad ontológica del bien, fortalecida en el obrar mediante la virtud, hace posible que la inteligencia descubra el bien que se debe alcanzar y que la voluntad se mueva con acierto hacia dicho bien precisamente por su razón de bien real. (más…)

Conócete a ti mismo (Parte I)

Publicado: 12 marzo, 2013 en Pensamiento

Golconda-1953La inmortal exhortación ‘conócete a ti mismo’ esculpida sobre el dintel del templo de Delfos no es un simple sermón filosófico, sino que es un imperativo existencial para quien pretende llevar a buen puerto una vida cuyo quehacer halla en todo momento la custodia del sentido. Es una ciclópea temeridad aventurarse en la existencia sin considerar las dificultades, las oposiciones y la coyuntura que uno puede encontrarse a lo largo de su peregrinar por el mundo y sin valorar su importancia y consecuencia desde el necesario conocimiento, continuo en el tiempo, de uno mismo. La vida humana no sólo implica un hacer algo, sino un hacer algo junto con otros, pues advertimos que “cosas y hombres forman el medio ambiente de cada una de las actividades humanas” (Hannah Arendt, “La condición humana”). Descubrimos que es un hacer algo porque reparamos de inmediato que no nos es dada nuestra forma de vida, sino que nuestra existencia se encuentra siempre y en cada instante ante una decisión (Martin Heidegger, “Ser y tiempo”) para llegar a ser lo que se debe ser (Ortega y Gasset, “El tema de nuestro tiempo”) y no, por el contrario, una boya que va a la deriva (Ortega y Gasset, “La rebelión de las masas”).

Conocerse a sí mismo es fundamental para no permanecer en la mentira, para no vivir en Matrix y para que la voluntad encuentre complacencia en el bien real y no en uno aparente. La capacidad de discriminar la verdad y el bien de la mentira y el mal, cuya separación es una estrecha línea, nace del correcto conocimiento de uno mismo y de la consecuente capacidad de tener pensamiento propio. Pensar por uno mismo es fundamental porque en la cultura contemporánea, en la que domina la idea de que se es persona cuando se ejerce la propia libertad, es decir, cuando ningún agente externo constituye un impedimento para hacer aquello que queremos, no se repara o no es fácil descubrir que mucho de lo que uno piensa y dice también lo piensa y dice otra gente, que todos podemos estar o estamos bajo la influencia de la opinión pública o la propaganda, que es la mayor de las formas de poder, pues no sólo no necesita de disfraz o pretexto, sino que goza de la capacidad de inducir a actuar a las persona del mismo modo que el asno sigue a la zanahoria, creyéndose que eso que se persigue es lo mejor para uno.    (más…)