La hemos liado de nuevo con la entrevista del arzobispo metropolitano de Tarragona, Monseñor Jaume Pujol Balcells, en TV3. El problema de siempre, la exigua capacidad para transmitir los principios del cristianismo. Empezó bien el arzobispo con la radiografía de la sociedad: la transmutación de la moral. Sin embargo, a cada pregunta de la periodista, varias formuladas con ojeriza actitud, procedió una respuesta cándida cuando no desvestida del rigor exigible y necesario. Como si no anduviera cargada de espíritus dispuestos a vilipendiar el catolicismo, la Iglesia debe defender y exponer sus planteamientos con meridiana claridad y con académica solidez, apartándose de la ambigüedad y del lenguaje de homilía destinado a los ya inspirados.
Era de esperar. Los adversos a la Iglesia no pierden la ocasión para lanzarse a la yugular, como es el caso del señor Ignacio Escolar, que, mediante la tergiversación y la escasa profundidad de contenido de las exposiciones del arzobispo, aprovecha para lanzar piedras en el tejado de la Iglesia y, al mismo tiempo, enfundarse el vestido de heroico combatiente de las filas laicistas.
En la cuestión de la homosexualidad el prelado muestra acierto: “distingo muy bien entre las personas y el comportamiento de las personas. Como personas todos somos hijos de Dios, nos hemos de amar y de respetar […] Ahora, hay comportamientos que no son adecuados para la sociedad ni para la propia persona”. Sin embargo, respecto a la imposibilidad del sacerdocio femenino la argumentación es todo un dislate: “cada uno tiene sus funciones. Yo no puedo hacer algunas funciones que puede hacer la mujer; no puedo llevar hijos al mundo”. Entiendo algunas respuestas airadas en determinados medios.
Que la Iglesia no ordene mujeres no responde a ninguna cuestión sexista. Si no hubiera un significado teológico sería una torpeza no ordenar sacerdotisas, más cuando no sobran vocaciones al ministerio. El punto cardinal de la misa es la Eucaristía, cuyo fin es el sacrificio del Señor, encomendado por mandato divino a un sacerdote. Que Cristo fuera hombre no es algo circunstancial, sino que responde a la misma promesa hecha por Dios de que el Mesías sería encarnado en la persona de un varón. En la Ley antigua, los hebreos regularon que el Sacrificio Pascual se realizaría con una víctima macho. El rabí Jesús de Nazaret cumple esta norma, pues fue señalado en el Jordán como “el Cordero de Dios” (Jn 1, 29). Si el Hijo del hombre debía ser la víctima propiciatoria de salvación esta víctima sólo cumpliría las condiciones para todo sacrificio siendo macho.
Qué le costaba decir, bajo pena de alargarse, que la no ordenación de mujeres no responde a cuestiones de carácter sexista. El cristianismo no hubiera tenido problemas nunca en aceptar un Mesías-hembra, pues cuantas heroínas hallamos en la Santa Escritura. Quizás hay más nombres de mujeres en la Biblia con un papel tarscendental que en una enciclopedia de historia o en la biografía de muchos partidos políticos – Eva. María, la Reina de Saba, que juzgará a los israelitas en el juicio final -, o Isabel. No obstante la historia de Israel, la apuntada por los profetas siempre señala a un redentor hombre, un “varón de dolores” (Is 53, 3). Es por esta razón que alcanzamos el dogma de que la Misa católica el sacerdote consagra in persona Christi. No es la boca del sacerdote la que consagra las especies de pan y vino, sino que es el mismo Cristo que en el celebrante pronuncia las mismas palabras del Cenáculo. De este modo, aunque no lo crean cegados clérigos sin sotana o incrédulos ofuscados, habiendo sido Jesucristo un hombre, el sacerdocio consecuentemente sólo puede ser realizado por un varón.
Los sacerdotes sólo serán hombres mientras creamos que Jesús es el “Cordero de Dios” sacrificado para la remisión y la salvación de los hombres y de las mujeres. Cuando perdamos de vista la identidad masculina del sacerdote instrumental con la del Sumo Sacerdote real – Cristo – podremos ordenar a mujeres (Lc 22, 19).
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No soy creyente, y aunque entiendo tu argumentación, es suficiente con saber que cada asociación tiene sus reglas y normas, si no son del agrado no se forma parte y ya está.
Saludos Héctor, muchas gracias por comentar.
Se ha cubierto de gloria con el ejemplo de que él no puede dar a luz. No soy quién para dar lecciones pero la Iglesia debería tener un mejor equipo de comunicación y mejorar las argumentaciones, sobre todo en cuestiones como la de la mujer y el sacerdocio, la homosexualidad… que un sacerdote en televisión, radio o prensa sabe que le preguntarán.
Con semejante explicación él mismo habrá pensado «vaya tontería acabo de decir». No es para menos. Estoy segura que hay muchas explicaciones, como la tuya, sobre porqué las mujeres no pueden celebrar misa. Sorprende y mucho la respuesta de todo un arzobispo sobre la cuestión. Después algunos se quejan de que se tilde de sexista a la Iglesia, pero con perlas como está… en fin.
Esta es una de las explicaciones más peripatéticas que jamás he leído. No es que el señor obispo no pueda dar luz, es que no tiene mucha luz con lo que expresa.
Toda la razón para el obispo de Girona, Monseñor Pardo cuando dice que debatir la participación de la mujer en el oficio de la misa es un «mal planteamiento» si se hace en términos de «igualdad» o de «derechos», ya que ésta es una «norma de la iglesia des de sus inicios».
http://www.periodistadigital.com/religion/diocesis/2012/01/24/religion-iglesia-pardo-girona-declaraciones-pujol-tarragona-mujer-misa-igualdad.shtml
Buen artículo, Joan.
Siento vergüenza ajena del razonamiento de este buen hombre. No podía haber dado alguna argumentación dotada de mayor sentido común, más si tenemos en cuenta que no se dirigía únicamente a un público creyente que ya tiene una mínima idea.
Muy buena entrada, Joan.
El obispo tendría que haber contestado en la línea clara y sencilla en la que contesta el Papa actual cuando le «pinchan» con eso: no hay mujeres sacerdotisas porque Cristo no quiso. Él instituyó el sacramento del sacerdocio sólo para hombres, y una vez instituida por Cristo la materia de un sacramento, no se puede cambiar (la «forma» sí, la «materia» no). La razón es efectivamente teológica: si «lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre», con igual razón «lo que Dios ha instituido, que no lo destituya el hombre».
Maximiliano
Saludos Daniel y Clara. Es necesario, simplemente, ir bien preparado y decir las cosas como son realmente, de lo contrario acontece lo que acontece. Y el señor Jaume Pujol no es para nada una mente mediocre.
Saludos Cristina, Sigfrid y hermano Maximiliano por vuestros comentarios. Insisto, hay que decir las cosas como son, con rigor, para que la gente lo entienda incluso aquellos que no quieron entender.
Otro motivo que muestra la necesidad de saber transmitir el mensaje cristiano con corrección: http://goo.gl/FcYL1
Muchas gracias por esta explicación tan clara sobre un asunto tan problemático.
Saludos Carmelo. Se agradece que la explicación haya sido de utilidad. Gracias por comentar.
[…] sois uno en Cristo Jesús” (Gal 3, 26-28). La mujer, a excepción de la capacidad jurídica de recibir las sagradas órdenes, goza, como todo laico varón, del mismo derecho y de la misma responsabilidad con respecto a la […]
Como mujer no me cuestiono que sólo los hombres sean sacerdotes. Más me seduce la pocisión que ocupa María en la vida e historia de la Iglesia. Hay otras formas de «destacar» por nosotras mismas. Insistir en acceder al sacerdocio es seguirle el juego a las ideologías de turno al suponer que el sacerdocio ocupa un «estatus» superior; medir nuestro valor por lo que hacemos y no por lo que somos denota poca autoestima. De ser así, más eficaz sería seguirle los pasos a Jesús que enseñó que quien quiera ser el primero que sea el último de todos y servidor de todos. Sería mí dicha máxima poder cumplir esa premisa cristiana con disponibilidad absoluta, sólo así tendría seguridad de ocupar los auténticos primeros puestos