Hawking y el creacionismo de la Nada (Sin Dios).

Publicado: 19 abril, 2013 en Ciencia, Filosofía

hawkingEsta noticia es un ejemplo interesante para ilustrar el modo en que procede áquel que sólo exige a los otros no decir más de lo que se puede decir de la exposición – no confundir con explicación – que hace la ciencia de la realidad. Sí, Hawking parece jugar sucio, pero no dice más que aquello que quiere oír su particularísima audiencia. La existencia de Dios no se puede demostrar del mismo modo que se demuestra la existencia de entes contingentes, porque toda demostración ha de ceñirse, con toda rigurosidad, a aquello que busca. De Dios se necesita una prueba metafísica con la misma necesidad con la que debe expresarse el sí a la realidad: “nosotros sentimos que incluso cuando todas las posibles preguntas científicas han sido contestadas, los problemas de nuestra vida no han sido tocados siquiera” (Ludwig Wittgenstein, “Tractatus Logico-Philosophicus”, 6.52). A Hawking no le gusta Dios, pero recurre a la teoría de múltiples universos que se crean de la nada y, muy señores míos, “das nichts selbst nichtet” – la nada misma anonada – (Martin Heidegger, “¿Qué es la metafísica?”).   

Es evidente que a nadie, sea cual sea su cosmovisión, le interesa la nada. Tan cierto es, también, que a la ciencia sólo le interesa la verdad y que, por tanto, nada quiere saber de la nada, que en sí es un atentado intelectual contra la lógica en cuanto que es la negación radical de la universalidad del ser del ente que, como bien sabemos, es “lo que es” (Aristóteles, “Metafísica”, VII, 2, 1028b 2), es decir, entes son todas las cosas que existen, porque son. Lo que nos interesa es la realidad no la simpática divagación sobre la existencia de múltiples universos que se crean a sí mismos de la nada y que en alguno de los cuales puede existir una copia idéntica de nosotros. Y nos interesa la realidad por la simple razón de que la tentativa de cuestionar la existencia de Dios obligando a la ciencia a decir aquello que nunca podrá decir nos conduce hasta la irrealidad de la realidad, a un posible origen autosuficiente del cosmos que, más que una evidencia científica contrastada es una posición religiosa de una persona que no cree en Dios. Respetable cosmovisión, pero reprochable actitud la de pretender adecuar los datos científicos a una cosmovisión. Bien distinto es que los argumentos teóricos de la misma adquieran sentido con los datos científicos con los que se cuenta en la actualidad, que se adecuan más a una realidad teleológica con la presencia real del Ser, que con un ateísmo que postula una realidad de múltiples universos autosuficientes que contradicen a la lógica, pues la nada, insisto, no crea nada.

Es necesario, como digo, una apuesta decidida por el sí a la realidad, a todo lo real, a todo lo que es, desprendiéndonos, por honestidad y rigor, de la pretensión de imponer a ésta nuestra particular posición, la que lleva a Iván a afirmar que “no acepto este mundo de Dios, y aunque sé que existe, no quiero admitirlo. No es que yo no acepte a Dios, entiéndeme correctamente, sino que ni acepto ni puedo aceptar el mundo por él creado” (Dostoievski, “Los hermanos Karamazov”). No somos nosotros quienes fundamos la realidad, sino que es ella la que nos exige una toma de postura respecto a la totalidad de lo que es, que no es otra que la de adecuarnos a ella en pos de la verdad y, en última instancia, en pos de nuestro ser: o acepto la realidad con toda confianza y soy aquel que debo ser o la rechazo y me quedo sin ser nada (Ortega y Gasset, “El tema de nuestro tiempo”). No hay otra opción que confiar en el ser en toda su extensión y no en nuestra preferencia (Karl Popper, “Lógica de la investigación científica”) que, en el caso de Hawking, conduce a cerrarse las puertas de la realidad y a zozobrar en la insondable incertidumbre. Evidentemente, esta última posición sólo es posible en el ámbito de la especulación, pues en la práctica nadie puede sostener el no-ser, sino que existe la intrínseca necesidad, por nuestra ontológica naturaleza, de abrirse a la verdad del ser, que se abre y se manifiesta con todo sentido, si bien no en su totalidad, a nuestra inteligencia.

Ciertamente, y la experiencia lo demuestra, muchos utilizan la ciencia para negar a Dios y creen hallar motivos evidentes para su negación. Sin embargo, es un engaño; nada menos evidente que la negación del ser. No hay ninguna evidencia de la no existencia del ser, pero quien considere evidente la no existencia del ser incurre en una clamorosa contradicción, pues se halla bajo la lógica obligación de tener que demostrar, con evidencias, la no existencia del ser y, en consecuencia, de sí mismo. La única evidencia que tenemos es la del ser y, por tanto, lo siento mucho por el señor Hawking, nada ha podido darse el ser a sí mismo sin contar con el ser: no puede existir nada autosuficiente que previamente no contenga en sí la participación en el ser. Es una evidencia palmaria que el no al ser supone una seguridad infundada en una realidad irreal en la que se niega la condición de posibilidad de la realidad misma al concebirse un gran diseño, una materialidad autosuficiente que no cuenta con el ser que es la fuente de su posibilidad. Y esto sí sería un milagro, tal y como titula Hawking uno de los capítulos de “El gran diseño”.  Convenimos pues que es necesario el sí a la realidad y al ser, que se manifiesta si bien no tenemos de él una certeza absoluta. El no a Dios es posible, aunque, del mismo modo que el ateísmo, no es refutable por la sola razón. No obstante, me decanto por el sí a Dios, pues la evidencia de la realidad, la presencia del ente, conduce necesariamente a considerar que el ser es necesariamente su causa fundante, su fundamento. Y esto también es irrefutable, pero parece más lógico y sensato, pues hay ser y no más bien nada (Heidegger, “¿Qué es la metafísica?”).

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comentarios
  1. Lalo dice:

    Muy buena entrada, felicidades.

  2. Saludos Lalo, muchas gracias por comentar.

  3. Lucho dice:

    Hace un tiempo vi «Curiosidad» en Discovery Channel cuyo primer capitulo era la creación del universo por Hawking. Sorprendía como parecía subestimar la hipótesis de que para el bing bang alguien tuvo que poner esa partícula de infinita energía que lo creó todo al decir, como tu señalas en el post, que la nada genera el todo inclusive el tiempo y lo justifica con un: «es difícil de comprender pero si tuviéramos avanzados conocimientos matemáticos lo entenderíamos». Esto es más dogmático que cualquier creencia religiosa que él tanto critica. Saludos

  4. Saludos Lucho, gracias por comentar. Comparto la línea argumental de tu exposición y, sí, esa sentencia es dogmática, pero no se sustenta en nada, además. Gracias por comentar, se agradece. Un saludo.

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