Archivos de la categoría ‘Filosofía’

 

El momento histórico en el que vivimos, caracterizado por la recesión económica y la crisis migratoria, es aprovechado por los populismos que exhortan a hacer la revolución contra las élites imperantes en vistas a alcanzar la soberanía popular. Esta relación de antagonismo que se pretende generar entre la sociedad y las élites, en las que se buscan formas directas de democracia que den respuesta a las auténticas necesidades de las personas, hace que los ciudadanos, en especial los más lozanos, sean susceptibles de padecer adoctrinamiento por parte de líderes de masas. (más…)

En el ‘Tratado sobre la naturaleza humana’ Hume expone su concepción de la identidad personal, donde negará la posibilidad de un yo simple e idéntico. Para ello arranca, primero, con la opinión que tienen al respecto algunos filósofos, en concreto aquellos que sostienen que somos íntimamente conscientes de nuestro yo – es decir, la mente puede ser ella misma conocida en el momento en que son interiorizados sus propios actos – como sujeto que permanece perennemente el mismo a través de nuestra existencia. Además, añade Hume, estos filósofos también “se hallan persuadidos aún más que por la evidencia de una demostración, de su identidad y simplicidad perfecta[1] – recordemos que en Descartes el mismo acto de pensar evidencia, al mismo tiempo, nuestro propio pensamiento e identidad –. Hume sostiene, sin embargo, que “todas estas afirmaciones positivas son contrarias a la experiencia que se presupone en favor de ellas y no tenemos una idea del yo de la manera que se ha explicado aquí[2].

En Hume toda idea es evidente si es una copia de una impresión, en consecuencia debe encontrarse una impresión correspondiente a tal idea. Pero el yo no deriva de ninguna impresión que dé origen a tal idea, sino quemás bien parece aquello a lo que todas las impresiones están referidas. Si no hallamos impresión alguna de la que podamos derivar la idea de identidad personal, entonces tal idea carece de significación – no es una verdadera idea –, porque “si una impresión da lugar a la idea del yo, la impresión debe continuar siendo invariablemente la misma a través de todo el curso de nuestras vidas, ya que se supone que existe de esta manera. Pero no existe ninguna impresión constante e invariable. El dolor y el placer, la pena y la alegría, las pasiones y sensaciones se suceden las unas a las otras y no pueden existir jamás a un mismo tiempo. No podemos, pues, derivar la idea del yo de una de estás impresiones y, por consecuencia, no existe tal idea[3]. Además, esta idea que apuntan algunos filósofos no sólo carece de fundamento empírico, sino también de asiento racional. En efecto, “cuando penetro más íntimamente en lo que llamo mi propia persona, tropiezo siempre con alguna percepción particular de calor o frío, luz o sombra, amor u odio, pena o placer. No puedo jamás sorprenderme a mí mismo en algún momento sin percepción alguna, y jamás puedo observar más que percepciones[4].    (más…)

René Descartes niega que los sentidos revelen la naturaleza de las sustancias. Sostiene, de hecho, que el intelecto humano es capaz de percibir la naturaleza de la realidad a través de una percepción puramente intelectual. Por tanto, para adquirir las verdades fundamentales de la metafísica debemos apartar la mente de los sentidos y volver hacia las ideas innatas que poseemos de la esencia de las cosas: la mente, cuya esencia es el pensamiento (res cogitans); Dios (que es la sustancia infinita) y el mundo (res extensa). En la segunda meditación introduce el descubrimiento de una verdad inicial, el cogito, que es conocido por el hecho simple de ser percibido con claridad y distinción por el entendimiento. De este modo, establece dicha percepción, que es independiente de los sentidos, como la marca – clara y distinta – de la verdad, es decir, el conocimiento de la naturaleza de la realidad se deriva de las ideas de la inteligencia, no de los sentidos.

El primer elemento o eslabón del conocimiento es el cogito: “Así, pues, supongo que todo lo que veo es falso; estoy persuadido de que nada de cuanto mi mendaz memoria me representa ha existido jamás; pienso que carezco de sentidos; creo que cuerpo, figura, extensión, movimiento, lugar, no son sino quimeras de mi espíritu. ¿Qué podre, entonces, tener por verdadero? […] ¿Qué sé yo si no habrá otra cosa, distinta de las que acabo de reputar inciertas, y que sea absolutamente indudable? […] Ya estoy persuadido de que nada hay en el mundo; ni cielo, ni tierra, ni espíritus, ni cuerpos, ¿y no estoy asimismo persuadido de que yo tampoco existo? Pues no; si yo estoy persuadido de algo, o meramente si pienso algo, es porque yo soy. Cierto que hay no sé qué engañador todopoderoso y astutísimo, que emplea toda su industria en burlarme. Pero entonces no cabe duda de que, si me engaña, es que soy; y, engáñeme cuanto quiera, nunca podrá hacer que yo no sea nada, mientras yo esté pensando que soy algo. De manera que, tras pensarlo bien y examinarlo todo cuidadosamente, resulta que es preciso concluir y dar como cosa cierta que esta proposición: ‘yo soy, yo existo’, es necesariamente verdadera, cuantas veces la pronuncio o la concibo en mi espíritu» (Descartes, “Meditaciones metafísicas con objeciones y respuestas”. Traducción Vidal Peña). (más…)

Persiguiendo a Descartes (IV)

Publicado: 18 marzo, 2014 en Descartes, Filosofía

No son pocos quienes señalan la radical escisión entre la razón y la fe en Descartes. Es evidente que tienen algunos motivos para ello, pues el propio filósofo señala que la fe constituye la única excepción a la regla universal de la evidencia, en cuanto que su certeza deviene oscura en tanto supera los límites de la razón. Esto es así, porque para Descartes la fe, en sí, no es en propiedad un acto del entendimiento, sino más bien de la voluntad. Sin embargo, se confunden quienes interpretan que Cartesius sitúa a la fe en el ámbito de lo irracional.  En la cuarta meditación sitúa al hombre en un puesto entre Dios y la nada, donde la nada es el error y la privación y Dios la suprema verdad. La privación sería la carencia que un ser padece de algo que le es debido, que no es otra cosa que la capacidad de ver la verdad.

Así se expresa en la cuarta meditación, donde expresa que la libertad permite al entendimiento del hombre conocer la imagen y semejanza de Dios que lleva en él: “experimento que únicamente la voluntad o la libertad del libre albedrío es en mi tan grande que no concibo la idea de ninguna otra más amplia y más extensa: de modo que es ella principalmente la que me hace conocer que yo llevo la imagen y la semejanza de Dios”, para señalar que cuanto más se inclina uno por el conocimiento del bien y de la verdad o ppor disposición de Dios, más libremente elige: pues, para que yo sea libre, no es necesario que me mantenga indiferente en elegir uno u otro de dos contrarios; antes bien, cuanto más me inclino a uno, sea porque conozco evidentemente que el bien y la verdad se encuentran en Él, sea porque Dios dispone así el interior de mi pensamiento, tanto más libremente o elijo y lo abrazo”. En efecto, la gracia de Dios, lejos de disminuir la libertad y el entendimiento del hombre, los aumenta y fortifica. (más…)

Persiguiendo a Descartes (III)

Publicado: 18 marzo, 2014 en Descartes, Filosofía

Hasta el momento la certeza obtenida por Descartes se refiere a dos tipos de realidades: la sustancia pensante (cogito) y la sustancia infinita (Dios). Dios, que es veraz y bueno, puede producir todo lo que concebimos clara y distintamente como no contradictorio, es decir, sólo a partir de él podemos deducir la existencia efectiva de las cosas en cuanto que refrenda la seguridad de la razón por Él creada disipándose toda posibilidad de apariencia y engaño.

No obstante, no nos basta con saber que existen los cuerpos, sino que es necesario conocer también su esencia. Para esta empresa es menester indicar todas aquellas propiedades que convienen a las realidades materiales (res extensa), a saber, la figura, la divisibilidad, la impenetrabilidad, la extensión, la dureza, la fluidez y el movimiento. Las cuatro primeras son propiedades que se encuentran siempre presentes en la materia, mientras que las tres restantes no son propiedades intrínsecas de los cuerpos blandos, sólidos y en reposo. De este modo, sabemos, de partida, que la esencia la constituye alguna propiedad del primer grupo. ¿Cuál? Las tres primeras, la figura, la divisibilidad y la impenetrabilidad suponen la extensión, pero ésta no supone a las otras, de tal modo que la extensión es la esencia de la realidad material, pues se percibe con claridad y distinción respecto de las restantes propiedades que vinculamos con las cosas. (más…)

Persiguiendo a Descartes (II)

Publicado: 17 marzo, 2014 en Descartes, Filosofía

La duda deviene el apoyo de Arquímedes de la filosofía cartesiana, con el ‘cogito’ surge la primera certeza: “no hay, pues, ninguna duda de que existo si me engaña (el Dios engañador), y engáñeme cuanto quiera, jamás podrá hacer que yo no sea nada en tanto que piense ser alguna cosa. De modo que después de haber pensado, y de haber examinado cuidadosamente todo, hay que concluir y tener por establecido que esta proposición: yo soy, yo existo, es necesariamente verdadera siempre que la pronuncio o que la concibo en mi espíritu” (Descartes, “Meditaciones metafísicas”). Ya mencionamos que la duda es, con propiedad, el camino, el método que permite a Descartes armar el criterio de certeza, de modo que deben admitirse como indudables todas las cosas que percibimos con claridad y distinción (Descartes, “Meditaciones metafísicas”). Sin embargo, concluimos la entrada anterior con la sospecha de que quizá Dios puedo crearnos con una naturaleza dispuesta para el error o bien engañarnos por intervención suya en el proceso de percepción de la realidad. De este modo, el siguiente paso no es otro que averiguar la existencia de Dios.

Algunos objetarán de la conveniencia de este siguiente paso, sin embargo, el propio Descartes avisa que quienes prefieran negar la existencia de Dios antes de creer en la incertidumbre que plana sobre las demás realidades y atribuyan su existencia y su ser a una especie de destino tal como el azar o una serie continua y un enlace de cosas, si el error es una propiedad del entendimiento humano, cuanto menos poderoso sea el autor al que atribuyen su existencia y ser, tanto más probable será que nosotros seamos tan imperfectos que nos engañemos siempre (Descartes, “Meditaciones metafísicas”). Por tanto, examinemos si Dios existe realmente. (más…)

Persiguiendo a Descartes (I)

Publicado: 13 marzo, 2014 en Descartes, Filosofía

No existe hombre alguno que quiera permanecer en la mentira o el error. Todos buscamos la verdad y anhelamos hallarla con una certidumbre absoluta e incondicional, y más que en el ámbito del saber, que también, sobre todo para vivir conforme a ella. Sin embargo, acontece, que unos y otros se empeñan, a partir de ideas propias, a sostener cómo debe ser la verdad y los principios que emanan de ella. Algunos de estos quisieran y quieren establecer la verdad con una certeza matemática que de razón de todo.

Es indudable que a todos nos interesa, en lo posible, emitir juicios tan ciertos que sobre ellos no se derrame posibilidad alguna de error, pero, ¿cómo será posible que lo que uno conoce sea sin mácula de duda, verdadero? ¿El conocimiento del hombre no tiene límite o hasta dónde es capaz de conocer? Para ello, quizá podríamos llevar a cabo, convenientemente, la misma gesta que Descartes anuncia en la primera regla del ‘Discurso del método’, que no es otra tarea que la de no admitir como verdadera cosa alguna para no comprender, en nuestros juicios, más que aquello que se presenta a nuestro entendimiento de manera clara y distinta. (más…)

 

Es el deber de la sociedad, es más, es la exigencia a nuestra humanidad, que velemos con desvelo por la libertad. Las humanidades se encuentran en claro retroceso, en especial la filosofía, la madre de todas las disciplinas del saber – en cuanto que conecta a todas ellas entre sí – y causa de que el hombre oriente su vida de modo correcto, en beneficio de materias técnicas destinadas a la especialización de la persona en determinadas áreas profesionales. Sin embargo, qué importa que un joven adquiera el conocimiento de una profesión a través del estudio de una disciplina, ya sea en la universidad o en la academia, si se le niega desde la adolescencia la posibilidad de desarrollar con plenitud su razón, necesaria para adquirir el juicio correcto para desenvolver todas las capacidades propias del ser del hombre durante la existencia.

El destierro de la filosofía del aula es el perjuicio mayúsculo a la libertad trascendental – ‘libertad para’ – que permite el desarrollo interior del ser de la persona en vistas a su autorrealización. El perfeccionamiento humano no es un ideal, sino que brinda el despliegue de la infinita interioridad que es la naturaleza humana en la que radica el auténtico ‘qué hacer’ humano, motivo por el que el hombre no puede ser instrumentalizado. ¿Y qué disciplina despierta mejor en el joven esta llamada de su naturaleza ontológica? ¿Alguien dudará que la filosofía es la disciplina del saber que encauza en la búsqueda de la forma de vida que mejor corresponde al ser humano y que llamamos vida buena o feliz? (más…)