Este próximo jueves 28 de febrero a las 20 horas la sede de San Pedro quedará vacante. En octubre de 2003, en ocasión del vigésimo quinto aniversario del pontificado de Juan Pablo II, el entonces Cardenal Ratzinger recordaba, con el pensamiento puesto en la encíclica “Fides et ratio”, que “Si la fe no tiene la luz de la razón, se reduce a pura tradición, y con ello declara su profunda arbitrariedad”. Hoy, urge apelar a esta razón para suprimir las cataratas que afectan a la Iglesia y que alejan al cristianismo de su verdadera labor, la evangelización. Nos engañaremos si no reconocemos que la nuestra es una religión sobresaltada por el excesivo y desmesurado ritualismo, por la pose estética; una espiritualidad afectada o subordinada no en pocas ocasiones por un programa político que olvida al hombre – en especial a los más necesitados – y la justicia social en beneficio de cuestiones también importantes, pero altamente ideologizadas como son la homosexualidad y el aborto.
La Iglesia no debe renovarse. Sí tiene que renovarse nuestra vida de Iglesia, la interpretación de qué es ser católico – universal – en el mundo con el acento puesto sobre el Evangelio y la razón. Sólo así desaparecerán las dos formas predominantes en la Iglesia actual y que le restan credibilidad: el poder de la jerarquía eclesiástica y el fideísmo de una inmensa mayoría de fieles que recluye la fe en el gueto donde los ya convencidos se evangelizan entre ellos, al margen y sin entrar en diálogo con el mundo exterior y sin preocuparse por el hombre más allá de la dádiva. Y digo sin entrar en diálogo porque no son pocos quienes confunden la comunicación con el otro con esa militancia ideológica que conduce, cual francotirador, a “convertir a los infieles y pecadores, conmoviendo a los tibios” mediante el monólogo y la exigencia.
Si el cristianismo, aquejado por el poder, la incoherencia y la fe de sentimiento, se encierra en sí mismo corre el serio peligro de apartarse del mundo; si obstruye en exceso sus puertas puede que pronto se encuentre, en su involución, con que no hay casi nadie dentro. En pos de la dignidad incondicional del hombre y con el convencimiento de que la suya es la historia de la salvación, “el Dios en quien creemos, el Abba de Jesús, no puede ser de ningún modo causa de fundamentalismos, de exclusiones, de inclusiones absorbentes, de orgullo proselitista. Ya basta con hacer de nuestro Dios el único Dios verdadero. ‘Mi Dios’, ¿me deja ver a Dios?” (leer enlace). La tarea que urge, por sorprendente que pueda resultar a quien lea esto, es “volver a colocar a Dios en la primera página […], como único fundamento de todo, como único principio del ser y el conocer” (Hegel, “Obras I”), sólo así reconoceremos y defenderemos el primado del hombre y sólo así tendremos presente que él “es el camino de la Iglesia” (Juan Pablo II, “Redemptor Hominis”).
Si el hombre quiere ser feliz, si lo que echa de menos es Dios (Feuerbach, “La esencia del cristianismo”), si la religación con Él es lo que resuelve la cuestión del sentido (Viktor Frankl, “La presencia ignorada de Dios”), qué mejor y más atractivo que el cristianismo para ofrecer la luz necesaria para vislumbrar el sentido del ser del hombre y de su existencia. Para ello es necesario que salga de su enclaustramiento en una sociedad altamente secularizada, en la que poco le queda de su pasada influencia social y cultural, y en la cual es visto con malos ojos a causa de la real incoherencia, el fundamentalismo y la proximidad con determinadas ideologías por parte de sus miembros y, en especial, de la jerarquía eclesiástica. Es necesario que la Iglesia abra sus puertas con acogimiento liberándose de toda posible arrogancia y del abuso político que la condena al servicio de puros intereses de poder y de ese pétreo e infundado dogmatismo por el que se centra más, cual inquisidor, en perseguir la miseria individual de cada sujeto en cuanto pecador que de velar por su dignidad y denunciar con empeño el oprobio y la esclavización de la que es objeto. También es necesario que los creyentes vayan más allá de esa espiritualidad infantil que se exterioriza en una rígida fidelidad a la Escritura, en una forzada actitud formalista de estética pedante bañada de oraciones y ejercicios religiosos que rozan lo irracional en beneficio de una racionalidad crítica y un compromiso teológico y social para con los demás en el marco, repito, de la historia de la salvación.
Es el tiempo del Evangelio y de la razón en detrimento del poder y del fideísmo. Es momento de poner fin a las cruzadas y de abrir al mundo los guetos parroquiales que sólo ven enemigos. Es la hora del diálogo, de acoger a todos aquellos a quienes se les cierra las puertas del Reino de Dios o se les ve como cristianos de segunda. De lo contrario el cristianismo le espera, en su peregrinaje, un largo desierto con escasa repercusión en el mundo.
Crítica entrada Joan, pero pones luz y esperanza en nuestra Iglesia, no dejes de decir verdades como puños.
Bueno, no todos echamos de menos a dios, que conste.
Saludos
Coincido bastante, no es la Iglesia la que debe cambiar, sino nuestra forma de verla y vivirla.
Saludos Sgfrid, muchas gracias por tu comentario. Un saludo.
Saludos Jaume, eso parece. Muchas gracias por tu aportación, un saludo.
Saludos Jesús. Queda constancia de ello. Muchas gracias por comentar, un saludo.
Destacaría en negrita varias frases de tu artículo como: ‘Es el tiempo del Evangelio y de la razón en detrimento del poder y del fideísmo’. «…se centra más, cual inquisidor, en perseguir la miseria individual de cada sujeto en cuanto pecador que de velar por su dignidad y denunciar con empeño el oprobio y la esclavización de la que es objeto».
Saludos Álvaro, muchas gracias por la indicación y por comentar. Un saludo.
Hola Joan:
No puedo creer que usted haya escrito eso… estoy asombrado. Lo felicito.
Siendo honesto yo diría que Ud en el pasado ha sostenido varias de las posturas que ahora critica.
Lo cual me parece muy bien, que haya cambio de posturas basado en un examen racional.
Le pregunto cree usted que además de la crisis actual de la Iglesia la propia crisis de España, que usted está viviendo personalmente han ayudado a que se genere este cambio??
Saludos
Kewois
Saludos Kewois. Discúlpeme pero no acabo de entender bien del todo el enfoque de su pregunta por lo qe le pido que me la especifique mejor para responderle lo mejor posible, gracias.
Gracias por comentar, un saludo.
Desde ya Joan:
Cree usted que el hecho de vivir una crisis económica ha influido en las ideas que escribe en este artículo??
Frases como:
«una espiritualidad afectada o subordinada no en pocas ocasiones por un programa político que olvida al hombre – en especial a los más necesitados –»
Se podría llegar a decir que no es lo mismo estar al lado de los necesitados a que «los necesitados» se encuentren en otro país???
Y segunda parte:
Si puede usted estimar cuanto ha influido la crisis económica y cuanto la crisis actual de la iglesia?
Saludos
Kewois
Saludos Kewois.
Antes de nada muchas gracias por su diligencia.
Respecto a sí es la crisis lo que me lleva a escribir esta entrada, no, en absoluto; si bien sí está presente en el análisis experiencial de determinado comportamiento, pero no es para nada el motivo principal de la misma. Cuando digo o menciono la evidencia de una afinidad con determinada ideología o programa político no me refiero estrictamente a cuestiones de orden económico, como el fenómeno del desahucio, por ejemplo y par aponer uno. Me refiero, también, fundamental y estrictamente al uso político de la doctrina cristiana para conseguir réditos; y estos réditos, sí se olvidan de aquello por lo que usted me pregunta: el hombre y, en especial, aquel que padece la falta de justicia social. Por tanto, no es la cuestión principal, pero si es una cuestión que se halla en la entrada.
Respecto a la siguiente pregunta y si la he entendido bien, puedo decirle que en muchas ocasiones se confunde la virtud de la caridad con el simple dar limosna, ya sea ecónomica o el tiempo que nos sobra.
Por otro lado dentro de la Iglesia hay que prestar atención a su amplia y rica diversidad. En España, al menos, es evidente que la aportación de las distintas ONG’s o plataformas eclesiásticas como Cáritas y los cristianos, es fundamental en un país en el que la clase dirigente parece tener la vista en otra parte supeditada o subordinada por la ideología económica que dirige las riendas (bancos, FMI, BCE, financieros, etc.). No obstante, hay que distinguir todo esto de lo que podemos denominar jerarquía eclesiástica, que sí parece más alejada de esta cruda realidad.
La crisis de la Iglesia es más bien lo que especifico, una desviación de su real función, la transmisión del Evangelio en pos de la salvación del hombre, que es el fin del cristianismo, y que desata todo lo aquí especificado.
Espero haya sabido dar respuesta a sus cuestione planteadas.
Un saludo Kewois
Hola, muy buen blog. Buena entrada.
Saludos Naturu, muchas gracias por su comentario. Un saludo.