La virtud posee una dimensión eminentemente social. Si soy justo sólo puedo realizar actos de justicia para con los demás

Publicado: 1 diciembre, 2012 en Ética y Moral

La virtud es el perfeccionamiento del acto de elegir bien; es un hábito electivo regulado por la recta razón por la cual la persona virtuosa encuentra la acción adecuada a la particular situación en la que se halla, eligiéndola y realizándola en vistas al fin último. En la medida en que se perfecciona la virtud el obrar se inclina a dicho fin de manera natural, ya que es el bien mayor y propio de la razón humana. Sin embargo, en la sociedad contemporánea los criterios para determinar el bien (virtud) y el mal (vicio) de las acciones resultan arbitrarios, subjetivos y consensuados. Así experimentamos la constante denuncia por la desigualdad y la injusticia social y el desacuerdo por cuestiones ideológicas u otros intereses, que lleva a hablar de valores y no de virtud.

La reconstrucción moral de la sociedad sólo depende de un factor que no es otro que descubrir la necesidad del bien común en detrimento del utilitarismo ético que rige la toma de decisiones en las que el fin último es el beneficio personal, que es la principal causa de injusticia y discordia. Para descubrir la necesidad del bien común es necesario liberarnos de esta idea moderna que interpreta que las normas morales se formulan desde el punto de vista de una persona aislada. Al respecto, es importante señalar que no existe el hombre natural anterior al social del que habla Rousseau, sino que el hombre, siempre, es el zoon politikon aristotélico; así, el bien del hombre sólo es un bien eminentemente social.

Cada miembro de la sociedad no es un Robinson Crusoe que se introduce en la comunidad cuando le interesa o le resulta necesario, sino que la sociedad es el propio mundo del hombre, su segunda naturaleza (Paul Ricoeur). En consecuencia la libertad del hombre es una libertad social que exige que el proyecto vital de cada ciudadano pueda llevarse a cabo siendo reconocido e impulsado por la sociedad y por las instituciones estatales en vistas al bien común, al que debe apuntar toda acción humana mediante la virtud y al que debe regularse toda norma o ley. Una acción sólo será virtuosa, y consecuentemente legal, si aporta un bien personal y social al mismo tiempo – educar y formar a un niño es un bien para él y para la sociedad, por ejemplo – porque sólo podemos ejercer la virtud en sociedad cooperando con los demás – ¿es virtuoso un gobierno bajo el cual el 20% de la población se encuentra desempleada? –. Sin duda, el primer principio de la ley natural “hay que hacer el bien y evitar el mal” sólo es realizable en sociedad y en el marco de las relaciones sociales; de este modo todo aquello que sea un bien para mí debe serlo, necesariamente, para los demás.

Las virtudes poseen una dimensión fundamentalmente social. Si soy justo sólo puedo realizar actos de justicia para con los demás – no puedo ser justo sólo conmigo mismo, eso es egoísmo –. La acción debe tener un único final definido, el bien común, de lo contrario la vida se convierte en una interrumpida contienda de todos contra todos donde el utilitarismo ético envenena con odio y envidia esta vida en sociedad (Hannah Arendt). Es importante, por tanto, aprender a mirar desde la posición del otro; deliberar y elegir las acciones pensando en el bien de los demás (Kant, “Crítica del juicio”). ¿Díficil ejercicio? Muchas cosas se juzgan imposibles de hacer antes de que se hayan hecho, pero la virtud se aprende y se fortalece justamente en la medida en que todas y cada una de nuestras acciones se ejecutan en vistas al bien común, que es al bien al que nos inclinamos por naturaleza y por amor, que es desear el bien del otro – con carácter de reciprocidad, en cuanto que es una finalidad de todos atendiendo a la incondicional dignidad de la persona – sin que este nos sea desconocido (Aristóteles, “Ética a Nicómaco, VIII, 2, 1156ª, 3-6).

Sin la virtud los hombres no podemos alcanzar una vida ordenada y la sociedad se convierte en un ‘sálvese quien pueda’ por muchas normas y leyes que se ordenen en vistas al bien común y a la justicia social. Sólo por la virtud, que es la excelencia moral, cabe la construcción del bien público (McIntyre). Por tanto, es evidente que los absolutos morales – y las leyes – no se establecen ni pueden establecerse mediante consenso, sino que es necesario descubrir y aprender que, como decía al comienzo, la virtud es el perfeccionamiento del acto de elegir bien en vistas al fin propio del hombre (y de la sociedad), de su naturaleza que, en el fondo, es el qué que pone en marcha el obrar humano. La virtud no sólo permite al hombre hacer una obra moral perfecta, sino que le hace perfecto a él mismo confiriendo al hombre, a todos, la plenitud de su ser en el obrar teniendo siempre como referencia su incondicional dignidad.

comentarios
  1. Verónica dice:

    Todas las normas morales existentes, sean las que sean, son hechas por el hombre, que intenta imponerlas al mundo. Esto no quita su idoniedad, pero no las hace absolutas, sólo necesarias.

  2. Saludos Verónica.

    Antes de nada gracias por comentar.

    Al respecto, sí existen normas morales absolutas que no admiten excepciones de ningún tipo que están íntimamente ligadas a la Verdad que busca el hombre y hacia la cual dirige su obrar en vistas a su realización; de lo contrario no podría alcanzar su plenitud y sería un ser lanzado a la zozobra. Por ejmplo, hacer el bien y evitar el mal no es un mero remordimiento de la conciencia como señala Nietzsche producto de la debilidad humana, sino que responde a la intrínseca naturaleza del ser humano que se inclina al bien y que se fortalece, como ya he dicho, mediante la virtud. Ciertamente, el hombre es un ser que se hace en una determinada cultura y también es cierto que existen distintas culturas, pero esto no niega ni anula la existencia de normas morales universales y absolutas que permiten comprender y expresar la verdad acorde al ser y a la dignidad del hombre.

  3. […] El ser humano no está determinado por leyes biológicas ni por causas físico-químicas. Él, el único y verdadero ser social (Paul Ricoeur), no puede ser explicado a partir de los grandes primates como pretende algún que […]

  4. […] y parte de la Iglesia a excepción del obispo Fisher: “Exhorto a mis hijos… a colocar la virtud en el primer lugar de todos los bienes, y al saber, en el segundo; y a estimar más que otra cosa […]

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