“Hay que quemar la Conferencia Episcopal”: ¿Estado laico o laicismo de Estado?

 

No vivimos bajo un régimen totalitario sin embargo sí vivimos bajo un pensamiento totalitario. La secularización de la sociedad se halla controlado por teóricos y alguaciles de un ateísmo extremista y militante que conduce, a la prueba me remito, a una actitud belicosa respecto a la religión cristiana y a la Iglesia Católica. Lo peor, además, es que esta actitud ofensiva encuentra el amparo de las instituciones publicas, en concreto de la Delegación del Gobierno de Madrid, al frente de la cual se encuentra la señora Cristina Cifuentes.    

En una sociedad altamente marcada, cuando no subyugada, por el relativismo la Iglesia Católica es una realidad incómoda porque recuerda el sentido moral y trascendente del ser humano. Es por esta razón y no otra que se la tolera sólo si se rebaja al ámbito privado, si permanece, como en sus orígenes, en la catacumba, sin ninguna relevancia pública, dando a entender que el sujeto que opera en el ámbito privado no es el mismo que opera en el público, lo que provocaría, de ser así, una escisión en la persona. No nos debemos equivocar, eso de “neutralidad cultural” es un sofisma del ateísmo radical para inocular a la sociedad su cosmovisión.

Es criticable y debe ser criticado el consentimiento por parte de las instituciones públicas de manifestaciones que nieguen a la religión cualquier tipo de relavancia pública, en cuanto que supone un menoscabo de los derechos fundamentales y de la misma democracia, si ésta se funda en la afirmación incondicional de una reducción de la religión a hecho privado. Un Estado laico no puede ni debe entender ni transformar la separación Iglesia-Estado en un Estado antirreligioso. En un Estado democrático la Iglesia, separada de las instituciones del Estado, puede, con todo derecho, realizar un papel de sujeto público en cuanto que representa y aglutina el pensamiento y el modo de vivir de millones y millones de personas.

Es importante que las instituciones públicas y la sociedad española tomen de ejemplo a los Estados Unidos, un Estado laico que no profesa ningún laicismo de Estado porque entiende que la separación Iglesia-Estado no supone necesariamente la imposibilidad de establecer un intenso, honesto y fructífero diálogo entre el ámbito político y el religioso. Al contrario de lo que acontece en España, desde la etapa del ex presidente del gobierno el señor José Luis Rodríguez Zapatero con la introducción de la materia de Educación para la Ciudadanía – mantenida por el Partido Popular –, Estados Unidos, desde su fundación en 1776, entiende la importancia del diálogo con la esfera religiosa desde el convencimiento de que ningún gobierno puede originar ni provocar ciudadanos morales sino que son los ciudadanos en cuanto que morales los que causan la existencia de la democracia. Lo contrario es totalitarismo.