Búsqueda de una deontología objetiva y última

Publicado: 7 noviembre, 2008 en Ética y Moral, Ciencia

La deontología es la teoría de los deberes y está más que ligada a la ética y a la moral. A nivel académico el término ha padecido una restricción significativa al aplicarse de modo exclusivo a la ética de las profesiones: deontología médica, deontología jurídica o deontología biológica. Se trata pues de enfrentarse, desde una perspectiva ética objetiva con los problemas humanos que plantea la investigación biológica y sus respectivas aplicaciones técnicas.

 

El debate principal es saber si la biología – y todo moco científico de saber – es también una instancia ética, con lo cual todo aquello que biológicamente pueda ser realizado deba ser hecho o sea justo hacerlo; o si, por el contrario, la biología – y cualquier otra ciencia técnica – no es una instancia última y, por tanto, sólo es una herramienta que puede ser bien o mal empleada y, consecuentemente, necesite de una instancia superior que la regule para ser puesta al servicio de los verdaderos fines de la existencia humana.

 

Nadie discute que hay cosas que no se pueden hacer y otras que deben hacerse, lo que centra el debate es saber cuál es el criterio que permita distinguir con claridad y distinción que es lo que podemos y lo que no podemos realizar. Martin Heidegger en Lógica, la pregunta por la verdad, ya se encarga de demostrar que hay una verdad última y que esta verdad termina con toda idea escéptica y relativista. Hoy en día hay un deseo palpable de hallar una determinada objetividad en la que puedan asentarse con firmeza los valores éticos. Ningún científico, sea creyente o no, quiere permanecer en el relativismo ético que sostenía que dos morales contradictorias son equivalentes.

 

La ciencia y la ética que rige la ciencia no es cuestión de preferencias subjetivas, sino que es objetivo la existencia de comportamientos más justos y buenos que otros. Sin embargo, cuál es esa instancia última que permite distinguir lo justo de lo injusto, lo bueno de lo malo. Decíamos que todo científico quiere escapar del relativismo, pero en cierto modo cae en las redes del relativismo al considerar – como consideran muchos biólogos – que la instancia que debe regir esa distinción es la propia ciencia biológica aduciendo que como el ser humano es lo que confronta la biología, no hay ninguna instancia que sea anterior o superior a la biología, es decir, hay una verdad última y esta verdad la determina la ciencia.

 

Esta afirmación podría ser válida si la biología, como disciplina científica pudiera dar razón del complejo entramado que es la persona humana, pero no es el caso pues nada dice de la inteligencia, de sus sentimientos, de su lenguaje, de su aspiración trascendente y de esa búsqueda de sentido existencial. La biología no puede dar más que una imagen parcial de la realidad que constituye al hombre. Querer explicar la totalidad del ser humano mediante la biología es un reduccionismo que puede llevar a cometer trágicos errores. Si queremos superar el subjetivismo ético hemos de ir más allá de la razón científica y realizar un ejercicio racional – a través de un exigente conocimiento antropológico – que sea capaz de reflejar la verdadera imagen del ser humano para poder encontrar, así, el criterio para distinguir lo justo de lo injusto, lo bueno de lo malo.        

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