La verdad es absoluta aunque la mentira la eclipse

Publicado: 20 abril, 2012 en Pensamiento

 

La mentira es antigua, nace con la palabra y convive con ella a lo largo de la historia alimentándose de las conciencias seducidas y obnubiladas. En la Atenas del siglo V a.C., los sofistas reemplazan la verdad, por la que nace y cobra sentido el conocimiento, por la opinión. Desde ese momento lo que importa de una argumentación no es que sea verdadera sino que sea convincente. Ya no importa saber lo que las cosas son sino cómo queremos que sean entendidas. Nacen así la propaganda, herramienta indispensable para la difusión de la ideología.

La mentira alcanza su mayor descaro, posiblemente, en el período que va de la Primera a la Segunda Guerra Mundial, sin embargo por sibilina y constitucionalizada hoy es más perniciosa. ¿Las personas leen “su diario” poque en él la verdad es el criterio supremo o porque esperan encontrar el pensamiento que tienen inoculado? Desde luego que el hombre busca la verdad (conocimiento), pero no es menos cierto que se engaña a sí mismo y a los demás (pensamiento). La mentira se sirve de la ignorancia, institucionalizada en el sistema educativo español desde hace veinte años (Jean-Claude Michéa, La escuela de la ignorancia), de manera que uno, que nace para la verdad (Aristóteles, Metafísica) se harta de respirar la mentira.

En tiempos de Marco Tulio Cicerón la mentira poseía una calidad más intelectual. Hoy no es necesario, pues, fabricada en serie, se dirige a la turbamulta, que lee el Marca como su presidente del gobierno (Barómetro Hábitos de lectura y compra de libros en España 2011). La ideología logra que la verdad objetiva ‘se adecue’ a ella como criterio universal y, con ello, que la persona configure la propia vida orientándose a ella también, interpretando lo falso por verdadero. Circunstancia que hace difícil que el sujeto se reordene a la verdad una vez modificada, porque la inteligencia ya no está preparada para comprometerse con la verdad sino en aceptar la publicidad de la tiranía que le subyuga.

La búsqueda de la verdad no es una simple necesidad del filósofo sino que en ella está en juego el mismo ser del hombre. Quien renuncia a buscar la verdad se despide del auténtico conocimiento acerca de la realidad tal y como es, sin subjetivismo, trasformándose en un ciego a quien le guía un perro también ciego. Antes hablé de tiranía; si la nuestra es una época de crisis intelectual, de corrupción moral y de menoscabo de la democracia lo es, sobre todo, por el mismo desprecio por la verdad. No es el nuestro un tiempo propicio para que florezcan actitudes reflexivas y críticas con la capacidad de integrar, en una visión de conjunto, la complejidad de conocimientos que se ordenan a la virtud, la cual pemite estructurar el vivir del hombre confieriéndole unidad y sentido.

Para hablar de la necesidad de la verdad, para entender porqué hay que amar la verdad hay que especificar que de ella depende el conocimiento de la realidad misma, el del ser del hombre y el de su acción libre y moral (y el conocimiento en sí mismo). La verdad sobre algo es, principal y fundamentalmente, saber lo que ese algo es en realidad. Si no buscamos la verdad acerca de todo no sólo será esteril el ser de las cosas, sino el ser mismo del hombre, del que depende el modo en que uno vive. Urge, por tanto, terminar con la dictadura de la opinión, de lo contrario cualquier indicio de verdad se hallará afectado por el relativismo. Es preciso, por tanto, señalar la diferencia entre la verdad, la certeza y la opinión con el fin de comprender el valor y el alcance de la verdad, de modo especial en cuestiones en la que está en juego la orientación de la vida.  

Cuando decimos que la ideología modifica o falsea la realidad señalamos la existencia de una realidad verdadera, de un verdadero ser, que la contradice. En la mentira está presente, aunque oculta, la verdad. Cuando la inteligencia reconoce un error lo hace ante una verdad que lo refuta y que, al mismo tiempo, nos introduce en el conocimiento de lo que esa realidad es – sentido ontológico: el ente es lo que es –. Porque hay ser y porque este es idéntico a sí mismo – no es otra cosa distinta de sí mismo (principio de no contradicción) – hay verdad. La realidad es inteligible e inequívoca – cuando vemos una mesa sabemos que estamos ante una mesa porque no es una lavadora –. Porque hay ser hay verdad y, en consecuencia, hay fundamento de la realidad. En el orden ontológico la verdad es Dios, causa de la realidad y fundamento de todo ente, en cuanto que estos hallan en Él la dependencia de su ser. De este modo la verdad de las cosas depende de la adecuación de las realidades fundadas con la realidad fundante de la que emanan.

Es por esta razón que el conocimiento no es producto del ser humano sino que es fruto de la adecuación del intelecto con la realidad. El conocimiento es, exclusivamente, un efecto de la verdad descubierta que se encuentra en el ser de las cosas como su fundamento. Y la verdad es absoluta e inmutable, porque el ser es y siempre es lo que es, es decir, siempre es verdadero – nunca es distinto a sí mismo –. Ciertamente, el conocimiento siempre avanza obteniéndose nuevos datos, pero los anteriores nunca dejarán de ser verdaderos – solo los enunciados son provisionales, no la verdad –. La mentira, en cambio, tiene su fundamento en la voluntad de la persona que otorga mayor valor, por interés, a la oponión, susceptible de error, que a la certeza.    

comentarios
  1. Cayetano Ripoll dice:

    Ya sabe que no comparto que se pueda tener el conocimiento de que «la verdad es Dios» y ni siquiera creo que tal ser exista pero, hecha esta salvedad, quiero decir que la ultima frase me parece muy buena. Creo de justicia decirlo igual que expreso habitualmente algunas de mis discrepancias.

  2. Cayetano Ripoll dice:

    Donde dice la «ultima frase» quería decir «el ultimo parrafo».

  3. Saludos Cayetano. Sin duda el hecho de que no coincidamos la mayor de las veces me congratula ahora por el hecho de coincidir en algo. Siempre nos podemos entender. Muchas gracias por su comentario.

  4. Nestor dice:

    El título es cierto, pero se prefiere eclipsarlo siempre. El hombre es un animal con tendencia a hacer prevalecer sus intereses particulares por encima del bien común, y eso siempre va en detrimento de la verdad.

  5. Saludos Nestor, muchas gracias por comentar.

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