“Todos los hombres desean por naturaleza saber” (Aristóteles, “Metafísica”, I, 985 a), pero no sólo para adquirir una certeza conceptual, sino más bien la seguridad existencial, ese punto de apoyo que puede desarrollarse a través del correcto gobierno de uno mismo en la vida práctica para alcanzar la plenitud. El hombre busca, por necesidad intrínseca, la certeza existencial de sí mismo que ofrece de modo ilusorio la ideología y de modo real el Ser, quien “ha puesto en el corazón del hombre el deseo de conocer la verdad y, en definitiva, de conocerle a Él para que, conociéndolo y amándolo, pueda alcanzar también la plena verdad sobre sí mismo” (Juan Pablo II, “Fides et ratio”).
“Los que no han encontrado su verdadera riqueza, que es la alegría radiante del Ser y la profunda e inconmovible paz que la acompaña, son mendigos, incluso si tienen mucha riqueza material. Buscan afuera mendrugos de placer o de realización para lograr la aceptación, la seguridad o el amor, mientras llevan dentro un tesoro que no sólo incluye todas esas cosas sino que es infinitamente mayor que todo lo que el mundo pueda ofrecer” (Eckhart Tolle, “El poder del ahora”). El hombre necesita conocerse a sí mismo y la realidad que le envuelve para escudriñar los misterios de una existencia que le es dada junto a la razón, que es la capacidad de pensar, de ascender mediante el estudio del mundo natural hasta la causa última de la realidad, la cual le permite vivir de acuerdo con su estatuto ontológico – con su yo, con su espíritu – y no con las apariencias que ofrece la ideología – la que sea –, la cual trabaja para eliminar los pensamientos propios, esos que esperan en todo momento no sólo una respuesta, sino una decisión concreta para dar cumplimiento a una existencia abocada a realizarse, a ser. (más…)