“La existencia de la persona siempre hace referencia a algo que nunca es ella misma, sino un hecho u otra persona. Es decir, o bien hace referencia a un sentido válido para ser realizado, o bien a la existencia del prójimo con quien se relaciona. Sólo entonces la persona será realmente persona, y ella será ella misma por completo sólo allí donde se vea absorbida por la entrega a un deber, allí donde se pase a sí misma por alto y se olvide de sí misma al servicio de una cosa o por amor a otra persona” (V. Frankl, “En el principio era el sentido”).
Cuando se examina al ser humano desde su dimensión ontológica y antropológica, se descubre en los sujetos incapaces de salir de ellos mismos la neurosis del hombre contemporáneo, que es la falta de sentido y, por lo general, el consecuente vacío existencial. A diferencia del animal en el hombre el instinto no es lo suficiente marcado para decir qué es lo que debe hacer en todo momento. La persona es quien gobierna su propia existencia. Sin embargo, quien es inhábil para apuntar a referencias que no sean él mismo, quien no encuentra un fin al que se dirija su actuación vital y en vistas al cual se despliega su proyecto personal, no sabrá nunca lo que ha de hacer y se limitará a desear aquello que desean los demás cuando no sean los demás quienes le indiquen, cual marioneta, qué es lo que tiene que hacer: pienso en el negocio de la industria pornográfica. (más…)