Pensar en comunidad es uno de los grandes retos de nuestra sociedad actual cuando, ante un mismo problema, cada persona busca arreglárselas por su cuenta – desconectados los unos de los otros –. Sin embargo la vida política y, en consecuencia, la resolución de problemas, exige una comunidad, una pluralidad de hombres, cada cual con su cosmovisión, que coopera en vistas al bien común, que es el bien propio del ser humano. Los hombres son seres sociales, ni siquiera la vida del ermitaño resulta posible sin un mundo que directa o indirectamente testifica la presencia de otros seres humanos (Hannah Arendt, “La condición humana”). El término persona procede de la palabra latina ‘personare’ que significa literalmente ‘hacer eco’, ‘resonar’; al mismo tiempo hunde su raíz en el término griego ‘prósopon’ y significa ‘aquello que se pone o sitúa delante de los ojos’, es decir, el ser humano es aquel que es un yo para un tú, lo que revela qué intrínseco es el discurso y la comunicación entre los hombres, de modo que cuando no existe el diálogo propiamente tampoco existe la vida humana. (más…)
Archivos de la categoría ‘Modos de vida’
La paz, el camino del diálogo, la justicia y la caridad
Publicado: 14 agosto, 2014 en Ética y Moral, Conflictos bélicos, Derechos humanos, Modos de vidaTomás Moro: la fuerza de la conciencia (Un hombre para la eternidad)
Publicado: 30 septiembre, 2013 en Ética y Moral, Cine, Ejemplos a seguir, Libertad, Modos de vida, Recomendación
Tomas Moro es condenado por alta traición al rey de Inglaterra, Enrique VIII, y decapitado el 6 de julio de 1535. Sorprendente epílogo a la existencia de un hombre de una admirable humanidad que se entregó de lleno a la vida política, al servicio del país y del rey. Sin embargo, resultan proféticas las palabras expuestas en su obra cumbre: “no podrías acaso disponer tu voluntad para que tu ingenio y esfuerzo resulten beneficiosos al Estado, aunque ello te cause pena e inconvenientes” (Tomás Moro, “Utopía”).
Enrique VIII pretende la nulidad de su matrimonio con Catalina de Aragón para casarse con Ana Bolena, circunstancia que le conducirá, de modo inevitable, a romper la unidad con la Iglesia Católica y a constituir, en consecuencia, la Iglesia anglicana, de la que será su cabeza. Aquí empiezan los problemas de Tomás Moro y su dilema moral, cuestión sobre la que gira el argumento del filme “Un hombre para la eternidad”: la elección entre el compromiso con el rey o el respectivo con Dios. No obstante, ante la postura inflexible del monarca, Moro rehúsa rendir obediencia a Enrique como cabeza de la Iglesia de Inglaterra, pues sitúa por delante la obediencia a su conciencia, que va unida, ineludiblemente, a su fidelidad a Dios y, por ello, a la Iglesia y al Romano Pontífice. Al mismo tiempo enfatiza el amor por la justicia, la libertad individual y el bien común frente al interés particular del soberano y de quienes se pliegan mansamente a este: los Comunes y parte de la Iglesia a excepción del obispo Fisher: “Exhorto a mis hijos… a colocar la virtud en el primer lugar de todos los bienes, y al saber, en el segundo; y a estimar más que otra cosa en sus estudios todo lo que les enseñe piedad hacia Dios, caridad con todos, y modestia y humildad cristianas en ellos mismos” (Álvaro de Silva, “Un hombre para todas las horas. La correspondencia de Tomás Moro, 1499-1534”). (más…)
Tratemos de poner paz entre los desunidos
Publicado: 22 septiembre, 2013 en Amistad, Amor, Derechos humanos, El perdón, Modos de vida, PerdónNo hay día en que los medios no informen de un trágico suceso: guerras, atentados, crímenes. Sin embargo, no hace falta salir del ámbito familiar o del círculo más cotidiano para encontrar la presencia de la discordia, la disputa y la ofensa entre las personas. A la luz de los hechos parecería que la naturaleza del hombre se halla dispuesta a generar injusticia en vistas a alcanzar un erróneo beneficio particular. El egocentrismo nos separa del amor, que es el justo modo en que deberían tratarse los seres libres que gozan de una dignidad incondicional.
Los cristianos y todas las personas en general que siguen cualquier sistema de pensamiento y acción compartido por un grupo, que da al individuo una orientación y un objeto de devoción, no escapan de la posibilidad de transformar este sistema en una ideología susceptible de generar injusticia. En este sentido, y en particular los cristianos, hemos de ser conscientes de que la paz se encuentra en el centro del mensaje revelado en el Evangelio: “Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor” (Lc 2, 14), que son todos, la entera humanidad. (más…)
Dios quiere que el hombre participe de su bondad divina
Publicado: 14 septiembre, 2013 en Ética y Moral, Conversión, Modos de vida, Rimbaud, Tomás de AquinoDios nos llama a transformarnos en hombres nuevos en Cristo, quien encarna el auténtico modelo de hombre, para hacernos partícipes de su vida divina. La nuestra, en la tierra, no supone una existencia que espera pasiva, sino que se le exige, con libertad, la búsqueda de la perfección ética, mediante el testimonio del Evangelio, para alcanzar la plenitud sobrenatural de las virtudes del Verbo encarnado. Esta es nuestra vocación, lo que Dios espera de cada uno de nosotros, hallarnos en su gracia y en su amistad para que, perfectamente purificados, gocemos de la vida eterna cumpliendo alegremente su designio.
Porque todos los hombres desean por naturaleza saber, nos dice el Estagirita en su Metafísica, todos los hombres desean, igualmente, mejorar, perfeccionarse. Sólo así puede haber el verdadero crecimiento intelectual y moral indispensable para la autorrealización. A la luz de la revelación, manifestada por el Evangelio y recordada por la Iglesia, la naturaleza ontológica de la persona asume la necesidad de adoptar una muy determinada forma de vida para ser quien realmente debe ser. Existe la necesidad metafísica y filial, sobre todo, de salvar la distancia existente con Dios para entrar en comunión con Él, primera causa eficiente y bien apetecible en la que descansa la perfección de todas las cosas. (más…)
¿No existe la verdad?
Publicado: 7 septiembre, 2013 en Ética y Moral, Bertrand Russell, Modos de vida, Ortega y Gasset, Pensamiento, ReligiónCon la llegada de la democracia en la Atenas de Pericles (492 a.C.) las circunstancias políticas que se introducen favorecen que la retórica pase, por su utilidad, a ocupar el primer plano de la vida social como instrumento de dominación y éxito político. En la actualidad podemos decir que la retórica y las doctrinas que la sostienen permanecen muy activas en el escalafón del interés del hombre, que dista de centrarse en la búsqueda desinteresada de la verdad para más bien delimitarla, relativizarla y domeñarla en vistas al rédito político y, para oponerse, en el terreno intelectual, a la aceptación de las limitaciones ontológicas del ser humano: “Todos los hombres desearían ser Dios si ello fuera posible, y algunos de ellos encuentran difícil admitir esa imposibilidad” (Bertrand Russell, “El poder”).
El desinterés por la verdad corre parejo al desprecio por el carácter religioso de la naturaleza del hombre. Hoy, como ayer, no se acepta la existencia de unos valores morales enraizados en un fundamento trascendente que exhorta al hombre a actuar según una muy concreta forma ética para encauzar del mejor modo posible la existencia. El ser humano, el hombre rebelde de Albert Camus, se opone tajante a los principios que regulan el estatuto ontológico de la persona y que marcan el devenir del hombre en la praxis. Dicha oposición a la verdad se traduce en la consideración de su relatividad. Del mismo modo que Protágoras, se interpreta que es el hombre quien determina la verdad según su propio conocimiento fundamentado, por supuesto, exclusivamente en los sentidos que, como todas las demás cosas, son cambiantes (doctrina de Heráclito): “El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto son, de las que no son en cuanto no son” (DK 80 B 1; Guthrie, “Los sofistas”, pp. 197-200). (más…)
El rotativo ‘The Guardian’ publica una noticia escalofriante: cada 40 segundos una persona en el mundo se quita la vida. Desde el comienzo de la crisis financiera la tasa de suicidios aumenta vertiginosamente, sobre todo en Europa: sólo en España cada día nueve personas deciden poner fin a su existencia. Nadie, en su sano juicio, “elige deliberadamente la infelicidad” (Bertrand Russell, “La conquista de la felicidad”); sin embargo, “la felicidad no puede lograrse o gestionarse de una manera directa” (Robert Spaemann, “Ética, política y cristianismo”). El camino de la felicidad se halla, ineludible, en la realidad misma, en el encuentro con las personas. La capacidad de ser feliz depende, exclusivamente, de dos factores: del mayor autoconocimiento posible y de la aceptación de todos aquellos aspectos o circunstancias que no dependen de uno mismo. Éste último implica la facultad de saber sufrir; de entender y comprender las dificultades, las oposiciones, la coyuntura en definitiva, que uno puede encontrarse a lo largo de su peregrinar por la vida. Quien lo logra puede mantener la entereza e incluso la felicidad en la más terrible de las situaciones, ya sea física, psíquica o económica.
“Sólo temo una cosa: no ser digno de mis sufrimientos” (Dostoievski, “Noches blancas”). La persona debe aprender a sufrir, pues el sufrimiento, junto con el placer, forma parte del desarrollo de la naturaleza humana. La vida posee sentido absoluto y la persona puede ser feliz bajo cualquier situación; en cambio, la desesperanza es el sufrimiento sin propósito que conduce al hombre a la acción más terrible e ilógica, la de quitarse la propia vida. El único modo humano de salir del estado de vacío existencial y de depresión es aceptar la realidad tal cual es, con su sufrimiento y su angustia, y descubrir que la vida goza de sentido, que apunta a un fin y que este fin no es el abismo como sostiene Cioran: “El modo en que un hombre acepta su destino y todo el sufrimiento que éste conlleva, la forma en que carga con su cruz, le da muchas oportunidades […] para añadir a su vida un sentido más profundo. Puede conservar su valor, su dignidad, su generosidad. O bien, en la dura lucha por la supervivencia, puede olvidar su dignidad humana y ser poco más que un animal, tal como nos ha recordado la psicología del prisionero en un campo de concentración. Aquí reside la oportunidad que el hombre tiene de aprovechar o de dejar pasar las ocasiones de alcanzar los méritos que una situación difícil puede proporcionarle. Y lo que decide si es merecedor de sus sufrimientos o no lo es” (V. Frankl, “El hombre en busca de sentido”). (más…)
Ínclito y bienhadado lector de Opus Prima.
Por motivos personales estableceré, a partir del viernes 26, mi nueva residencia en Santiago de Chile. Es posible que el blog esté sin novedades durante unos días o semanas; no obstante, no te preocupes, Opus Prima no desaparece.
Gracias.
La vida es incierta por la falta de infalibilidad de las decisiones que tomamos en los temas fundamentales. Es verdad que ante las cuestiones últimas, esas que tienen una profunda trascendencia, se experimenta desasosiego. Sin embargo, esto no debe ser motivo para dar pie a la primera de las muchas estupideces que los humanos podemos obrar: conceder a otro las riendas de la propia existencia por considerarlo más capacitado para saber qué es aquello que hay que hacer para ser felices. Sin embargo, quien vive en función de los preceptos ajenos o de determinadas creencias sin llegar a cuestionarlas será un ciudadano modelo para el sistema o para algunas personas, pero jamás será un sujeto feliz, ya que no habrá ejercido la titánica libertad de conocerse a sí mismo con el fin de conducir la propia existencia.
Lo he dicho con anterioridad, la existencia humana se halla siempre ante una decisión e incluso el sujeto con la personalidad más infundada hace frente a este ejercicio, aunque sea apostando por vivir de acuerdo con principios ajenos por interpretar que es más fácil y menos traumático actuar de acuerdo con lo que dictan los otros que ocuparse uno mismo de abrirse camino. No obstante, no es necesaria una honda reflexión para percatarse de que la felicidad nada tiene que ver con el satisfacer los principios y los deseos de los demás. Puede que la vida sea ardua y dolorosa, que de continuo nos encontremos con un sinfín de obstáculos. Sin embargo, todo indica que uno cuanto más se conoce más dispuesto se halla para construir un estado interior de serenidad y madurez que otorga la capacidad de afrontar con un pensamiento más positivo esas circunstancias más adversas que para otro pueden suponer un desvío casi definitivo del auténtico camino que se abre en la medida en que uno se encuentra consigo mismo. (más…)