Archivos de la categoría ‘Metafísica’

¿La filosofía es simple especulación? ¿El ser del hombre es una abstracta indeterminación: nada? Cuando el entendimiento reflexiona sobre el hombre descubre, de inmediato, su ser. Se descubre como lo que es, una naturaleza ontológica abierta al conocimiento de toda la realidad, que es, en definitiva, el conjunto de sus posibilidades. La nada y el sin sentido desaparecen: el hombre es – porque se descubre – existencia. La dignidad, la libertad o la trascendencia son circunstancias de esta existencia, es decir, el hombre es existencia pero también es proyecto en el tiempo: es ser y deber ser. En este punto en concreto en el que nos situamos coincido con Heidegger (Ser y tiempo): la persona es trascendencia, siempre va más allá, sin embargo no coincido en marcar el horizonte del hombre en este mundo, en la muerte. (más…)

Uno de los principales intereses de la metafísica, quizás la fuente que alimenta toda su ocupación es la extrañeza de que haya en general «algo» y no más bien «nada». Al situarse ante la realidad lo primero que capta el entendimiento es la presencia de ese «algo». Esta extrañeza se condensa en la pregunta por la determinación esencial de «aquello que es» independientemente de toda interpretación humana. La cuestión de la metafísica es la cuestión de la esencia del mundo que subsiste en sí y del fundamento principal que lo condiciona. (más…)

Hay quienes confieren una perfecta identidad entre la religión y aquella filosofía llamada desde Aristóteles filosofía primera o metafísica. Entre ambas hay una neta distinción esencial. Hay que distinguir también lo que es metafísica de lo que es la filosofía de la religión. Por otro lado, cuando se dice que la metafísica tiene como objeto inmediato del conocimiento la esencia y la existencia de Dios, se está confundiendo a esta disciplina del saber con la teología natural. Esta distinción entre religión y filosofía – metafísica -, se encuentra bien expuesta en San Pablo: «El hombre puede alcanzar un saber seguro acerca de la existencia de Dios con ayuda de la razón filosofante, pero sólo penetra en la esencia interna de Dios con ayuda de la admisión creyente del contenido de la revelación en Cristo, expuesto en la teología positiva – natural -. (más…)

El Aquinate hizo del esse entendido como actus essendi  la clave de su filosofía. El acto de ser se halla en Dios de forma total e imparticipada y en la criatura de forma participada y limitada. En el tomismo pasa por ser un ‘dogma’ que el esse es absolutamente inconceptualizable; no es un quid, no es un algo. Se sustrae, por lo tanto, al conocimiento quiditativo: esse non est ens, sed est quo ens est – no es el ente mismo, sino aquello por lo cual el ente existe – (Tomás de Aquino, de hebdomadibus, 1, 2). Lo que toca mostrar es que el ser es conceptualizable, que el primer concepto que hace el hombre es decir que ahí hay algo, una realidad. Y no se puede decir simplemente que el juicio “Dios existe” sea irreductible al juicio “Dios es una realidad” porque se cometería una tautología. (más…)

La filosofía parte de la constatación de que existen cosas más bien que nada: res sunt, hay cosas. Sin la existencia de cosas evidentemente no podría haber especulación filosófica. Esta realidad la suponemos siempre que pensamos. Si no conociéramos la realidad que nos rodea ni siquiera podríamos hablar, pues el lenguaje simbólico consiste en que el hombre da a cada realidad existente un nombre que la significa y representa. Por otro lado el lenguaje puede designar las cosas porque previamente las conocemos como realidades extrínsecas y subjetivas: “si el ente constituye el primer objeto del intelecto en tanto que concebido, ello se debe a que él resulta inmediatamente percibido: res sunt, ergo cogito” (E. Gilson, El realismo metódico, 1974, 176). (más…)

Respecto al principio de causalidad metafísica podemos decir que no es tan obvio para el conocimiento ordinario, pues requiere una peculiar reflexión sobre la existencia. Sin caer en una profunda exégesis podemos formularlo del siguiente modo: lo que en todos sus aspectos es mudable contingente, causado y finito, requiere en su conjunto un principio no mudable, necesario, incausado e infinito. Se objetará que este principio tiene una única aplicación y una única respuesta: Dios. No obstante, está sostenido por el principio de causalidad física, ya que en el mundo material, todo está causado, todo es movido. En consecuencia, nuestra inteligencia se ve como naturalmente conducida a efectuar el ‘paso hacia arriba’ para llegar a una causalidad primera y trascendental raíz de la naturaleza en todo su dinamismo y mutabilidad (Juan José Sanguineti, El conocimiento humano. Una perspectiva filosófica). (más…)

Otro de los primeros principios de la realidad es el de causalidad eficiente. A nivel gnoseológico basta decir que en nuestra actividad en el mundo físico comprendemos de inmediato que las alteraciones físicas provocan otras, de un modo regular, y de este modo entendemos las relaciones causas-efectos. Todo evento es causado y produce efectos y no por casualidad, sino según leyes precisas que constituyen el fundamento de la noción científica de ley natural. (más…)

Respecto al conocimiento de los primeros principios, los principios ontológicos son captados por el intelecto humano sobre la base de una mínima experiencia adecuada, de naturaleza sensible-intelectual (A. MacIntyre, Final Principles, Final Ende and Contemporary philosophical Issues). Se inducen desde una experiencia iluminada por el intelecto, por lo que no son ni innatos ni a priori, sino que se aprehenden de modo natural, sin una reflexión especial, y restan en la mente como un hábito firme (Juan José Sanguineti, El conocimiento humano, una perspectiva filosófica). Si los primeros principios no fueran más que hipótesis, máximas o simples creencias el ser humano debería olvidarse de conocer la verdad. (más…)