Archivos de la categoría ‘Libertad’

“Ya que han tenido a bien pedir a un hombre que no comparte las convicciones de ustedes que  venga a responder la pregunta muy general que plantean en el curso de estas charlas – antes de  decirles lo que me parece que los no creyentes esperan de los cristianos – querría ya conocer esta generosidad de espíritu con la afirmación de algunos principios.

 Hay, ante todo, un fariseísmo laico al cual trataré de no ceder. Llamo fariseo laico a quien finge creer que el cristianismo es cosa fácil y aparenta exigir del cristiano, en nombre de un cristiano  visto de afuera, más de lo que se exige a sí mismo. Creo, efectivamente, que el cristiano tiene muchas obligaciones, pero no le corresponde a quien las rechaza recordárselas al que ya las ha admitido. Si alguien puede exigir algo del cristiano, es otro cristiano. La conclusión es que si yo me permito, al final de esta exposición, reclamar de ustedes algunos deberes, no podrá tratarse más que de deberes que se deben exigir a todos los hombres en la actualidad, sea cristiano o no. (más…)

 

Tomas Moro es condenado por alta traición al rey de Inglaterra, Enrique VIII, y decapitado el 6 de julio de 1535. Sorprendente epílogo a la existencia de un hombre de una admirable humanidad que se entregó de lleno a la vida política, al servicio del país y del rey. Sin embargo, resultan proféticas las palabras expuestas en su obra cumbre: “no podrías acaso disponer tu voluntad para que tu ingenio y esfuerzo resulten beneficiosos al Estado, aunque ello te cause pena e inconvenientes” (Tomás Moro, “Utopía”).

Enrique VIII pretende la nulidad de su matrimonio con Catalina de Aragón para casarse con Ana Bolena, circunstancia que le conducirá, de modo inevitable, a romper la unidad con la Iglesia Católica y a constituir, en consecuencia, la Iglesia anglicana, de la que será su cabeza. Aquí empiezan los problemas de Tomás Moro y su dilema moral, cuestión sobre la que gira el argumento del filme “Un hombre para la eternidad”: la elección entre el compromiso con el rey o el respectivo con Dios. No obstante, ante la postura inflexible del monarca, Moro rehúsa rendir obediencia a Enrique como cabeza de la Iglesia de Inglaterra, pues sitúa por delante la obediencia a su conciencia, que va unida, ineludiblemente, a su fidelidad a Dios y, por ello, a la Iglesia y al Romano Pontífice. Al mismo tiempo enfatiza el amor por la justicia, la libertad individual y el bien común frente al interés particular del soberano y de quienes se pliegan mansamente a este: los Comunes y parte de la Iglesia a excepción del obispo Fisher: “Exhorto a mis hijos… a colocar la virtud en el primer lugar de todos los bienes, y al saber, en el segundo; y a estimar más que otra cosa en sus estudios todo lo que les enseñe piedad hacia Dios, caridad con todos, y modestia y humildad cristianas en ellos mismos” (Álvaro de Silva, “Un hombre para todas las horas. La correspondencia de Tomás Moro, 1499-1534”). (más…)

El análisis del concepto de libertad es indispensable para entender el hombre. En la cultura occidental contemporánea domina la idea de que se es persona cuando se ejerce la propia libertad, es decir, cuando ningún agente externo constituye un impedimento para hacer aquello que queremos. La historia, en especial la época moderna, muestra el incansable esfuerzo por alcanzar la libertad desprendiéndose de las cadenas que oprimen, sobre todo las de carácter político y económico. A esta ausencia de coacción se la denomina libertad de, que en sí es un sentido negativo de la noción de libertad porque esta no es un fin, sino un medio por el cual el hombre es capaz de autodestinarse en su radical apertura a la realidad; así, el sentido positivo de la libertad, por tanto, se denomina libertad para. El hombre, en efecto, es dueño de sus actos, pero también es responsable de ellos, es decir, es susceptible de recibir juicio al respecto en cuanto que se realiza mediante un determinado comportamiento ético.

No te di, Adán, ni un puesto determinado ni un aspecto propio ni función alguna que te fuera peculiar, con el fin de que aquel puesto, aquel aspecto, aquella función por los que te decidieras, los obtengas y conserves según tu deseo y designio. La naturaleza limitada de los otros se halla determinada por las leyes que yo he dictado. La tuya, tú mismo la determinarás sin estar limitado por barrera ninguna, por tu propia voluntad, en cuyas manos te he confiado” (Pico della Mirandola, “Discurso sobre la dignidad del hombre”). No somos sólo naturaleza, al hombre “le ha tocado un destino trágico: ser parte de la naturaleza y, sin embargo, trascenderla” (Erich Fromm, “El miedo a la libertad”), pues no le es dada ni impuesta su forma de vida como le es dado e impuesto al animal la forma de su ser, sino que tiene que elegir en todo instante la suya (Ortega y Gasset, “El tema de nuestro tiempo”). Está, en defintiva, condenado a ser libre (Sartre, “El ser y la nada”), a encontrarse en cada instante ante una decisión (Heidegger, “Ser y tiempo”), pero no ante una decisión cualquiera: “si quieres realmente ser, tienes necesariamente que adoptar una my determinada forma de vida [….] porque no puedes ser verdaderamente sino el que tienes que ser, tu auténtico ser” (Ortega y Gasset, “El tema de nuestro tiempo”).    (más…)

kukuKukuxumusu, la fábrica de ideas y dibujos, realiza, con este diseño, una “sátira ofensiva contra los católicos para vender camisetas” según leo en HazteOír y en Impulso Joven. ¿Hay motivo para tal indignación? Respeto profundamente que alguien pueda sentirse herido por esta camiseta; yo, en cambio, me siento herido por el hecho que describe, que ha ocurrido, y espero que ya no ocurra, en el seno de la Iglesia católica. En una primera valoración no hallo motivo de ofensa o burla para experimentar indignación por una sencilla razón: no hay en esta camiseta un ataque a la Iglesia ni a la fe de los creyentes, sino, insisto, la plasmación, con más o menos acierto, de un hecho histórico con graves consecuencias morales: la pederastia.

Antes de establecer con mayor rigor un análisis de dicha camiseta, quiero detenerme en una justificación que sorprende que la realice un portal supuestamente católico. En ‘Impulso Joven’ se dice que el límite de la libertad de expresión se cruza cuando se ofende las creencias de los demás. Bien, la sorpresa es la siguiente. Para justificar este límite se señala, sin titubeos, que “la libertad de uno acaba donde empieza la de otro”. Me disculparán, pero esta aseveración es propia de aquel que no tiene asentada una ética basada en la recta razón, sino en el sentimiento – algo, no obstante, muy propio en nuestra cultura contemporánea – y que, por lo general, se funda sobre una postura tan dogmática como la proposición anunciada, pues niega, de raíz, la existencia de un fundamento último para las acciones libres y morales de la persona, que no es otro que la incondicional dignidad de la persona. (más…)

El hombre, al ser el principio de sus operaciones, experimenta la libertad, en un primer orden, ante la ausencia de coacción; así, la interpreta como la capacidad para hacer algo que previamente ha decidido sin la presencia de obstáculos. No obstante, ésta una definición muy limitada de la libertad, pues olvida que la dimensión fundamental de la libertad, que nunca es un fin en sí misma, apunta al dominio de los actos humanos, que son todos aquellos susceptibles de una valoración ética. Así, en su sentido último la libertad y la moral son inseparables, pues, como decimos, la libertad apunta hacia el autodominio de los actos por los cuales la persona se dirige, mediante una muy determinada forma de vida, a alcanzar su verdadero fin: la autorrealización.

La libertad, por tanto, no es el simple ejercicio de la voluntad sin límite, sino que donde sucede el ejercicio de lo libre y voluntario interviene, de modo natural – intrínseco –, lo propiamente moral. Es decir, el sujeto de lo moral y de lo inmoral es siempre y exclusivamente la voluntad libre y racional, que es dueña de sus actos y que, al mismo tiempo, puede responder, responsablemente, de ellos. Por tanto, la moral designa el modo de gobernar las acciones libres, pues, todas las acciones libres, y sólo ellas, son morales, y, todas las acciones morales, y sólo ellas, son libres. En consecuencia la libertad, en primera y última instancia, no es la autonomía absoluta de la voluntad, sino el autodominio de las acciones de la persona por las cuales, insisto, se dirige a su propia realización. (más…)

A priori, cuantas más libertades sociales existen en un país mayor y más madura es su democracia y más cerca se encuentra de alcanzar el bien común al permitir que sean más numerosos los proyectos personales que puedan llevarse a cabo. Sin embargo, el respeto a la libertad religiosa, que es un elemento legitimador del sistema democrático, no se cumple, sino que en muchas ocasiones se traza e incluso se fuerza un conflicto artificial entre el deber legal y la libertad religiosa. Es obvio que, en vistas al bien común, que es el fin de todo Estado democrático, es una necesidad y una exigencia velar por el cumplimiento de las leyes que garantizan el buen funcionamiento de la sociedad, pero esto no puede ni debe suponer un menoscabo de la libertad religiosa – recogida en un amplio número de Constituciones –, que es un derecho fundamental en cuanto se enraíza y se fundamenta en la dignidad y en la libertad de la persona.

El reconocimiento sin fisuras de la libertad religiosa no sólo legitima el sistema democrático, sino que es un indicador infalible que permite descubrir hasta qué punto se hallan el resto de libertades enraizadas y respetadas en el marco democrático. Habrá, ciertamente, quien considere que la libertad religiosa no posee en sí tanta importancia ni tanta trascendencia. Éste será un pensamiento admisible, pero erróneo, pues la libertad religiosa se refiere a lo más profundo del ser humano, a las creencias y a las cosmovisiones – sean cuales sean, desde el cristianismo al ateísmo –, a la visión que tiene el hombre del mundo y de sí mismo y, consecuentemente, del modo en que despliega y desarrolla su proyecto existencial abriéndose a las verdades últimas en concomitancia con el resto de seres humanos; pues, como bien indica Ortega y Gasset, “no hay vida posible, sublime o íntima, discreta o estúpida que no consista esencialmente en conducirse según un plan muy determinado. Incluso abandonar nuestra vida a la deriva en una hora de desesperación es ya adoptar un plan” (Ortega y Gasset, “Misión de la Universidad”). (más…)

 

Este pasado domingo tres fervientes defensores del grupo Pussy Riot irrumpieron con virulencia en la Catedral de Colonia durante la celebración de la Santa Misa. Es obvio que toda persona debe tener derecho a la libertad de expresión, tal y como lo recoge el artículo 19 de la Declaración de los Derechos Humanos. Sin embargo, ésta, sin ninguna interrupción, supone una indecencia moral y un atentado contra la inteligencia. La libertad de expresión tiene y debe tener sus límites y uno de ellos es la violación de otra libertad, en este caso religiosa. No olvidemos, tampoco, que el grupo Pussy Riot tiene, entre sus hazañas, una orgía en un supermercado.

Urge, en una sociedad democrática en la que se supone que se reconocen y respetan los derechos humanos, recordar los límites de la libertad de expresión y su relación directa con el derecho y la moral. Sólo las acciones libres son morales y sólo las acciones morales son libres. Si la libertad de expresión entra en el terreno de la libertad y de la moral es, precisamente, porque la persona puede responder de sus acciones – es su autor – y porque éstas son susceptibles de un juicio ético. (más…)

Para el común de los mortales el concepto de libertad gira alrededor del libre albedrío y, en consecuencia, la plenitud es un modo de existencia carente de coacción externa. Ésta es una descripción meramente negativa del concepto de libertad en el que la persona no sólo no está en disposición de alcanzar el fin según su razón de ser sino que aún está por hacer. La primera y más básica caracterización positiva de la libertad es el dominio y la responsabilidad de los propios actos, y no como fin sino como medio para apuntar hacia aquella forma de vida según la cual el hombre realiza su proyecto existencial.

La razón de ser del hombre no es la siemple existencia vegetal carente de coacción, sino el desarrollo de la acción nacida de la voluntad deliberada, que le distingue radicalmente del resto de los seres vivos. De este modo podemos apuntar que la libertad es el efecto de una deliberada volición, es decir, es el resultado de la elección. La experiencia nos demuestra que el buen uso de la libertad de elección es un bien para el hombre, pues le encauza en el desarrollo de su proyecto existencial. Por tanto, a la libertad hay que añadirle una dimensión moral, pues permite, mediante el dominio de las pasiones, la posesión de la virtud, que configura a la persona con un modo de ser determinado: uno es justo si hace actos de justicia. (más…)