
Es preocupante que un profesor se vea en la situación de recordar que la filosofía es necesaria para que el alumno reflexione. El eclipse de las humanidades priva en gran parte del trabajo de pensar, y cuando esto acontece, lamentablemente, es otro quien piensa por nosotros. Sin salir de la cuestión cuando se habla de la existencia anodina, de la vivencia de la nada del ser de la sociedad contemporánea, en especial de la juventud, uno no repara en que la clave del problema descansa en que uno no se conoce realmente a sí mismo. La exhortación esculpida sobre el dintel del templo de Delfos responde a la intrínseca necesidad del ser humano no sólo de perseguir la verdad, sino de fundamentar en ella la existencia, una existencia que sólo puede vivirse muy humanamente de una muy determinada manera.
No debemos olvidar, porque es importante, la definición de persona que elabora Boecio: “la persona es el supuesto individual de naturaleza racional” (“Contra Eutychen et Nestorium”). El hombre es un ser biológico; como el resto de los animales, aunque en grado menor, tiene tendencias. Sin embargo, a diferencia de todos ellos posee la racionalidad mediante la cual se abre al mundo y adquiere conciencia de sí mismo. Es decir, a los animales les es impuesta, en su estatuto ontológico, la forma de vida. En cambio, el hombre dispone de dos facultades, el entendimiento y la libertad, para conocer la verdad por la cual debe alcanzar aquella forma de vida en la que, según su ontología, descansa su plenitud. (más…)