René Descartes niega que los sentidos revelen la naturaleza de las sustancias. Sostiene, de hecho, que el intelecto humano es capaz de percibir la naturaleza de la realidad a través de una percepción puramente intelectual. Por tanto, para adquirir las verdades fundamentales de la metafísica debemos apartar la mente de los sentidos y volver hacia las ideas innatas que poseemos de la esencia de las cosas: la mente, cuya esencia es el pensamiento (res cogitans); Dios (que es la sustancia infinita) y el mundo (res extensa). En la segunda meditación introduce el descubrimiento de una verdad inicial, el cogito, que es conocido por el hecho simple de ser percibido con claridad y distinción por el entendimiento. De este modo, establece dicha percepción, que es independiente de los sentidos, como la marca – clara y distinta – de la verdad, es decir, el conocimiento de la naturaleza de la realidad se deriva de las ideas de la inteligencia, no de los sentidos.
El primer elemento o eslabón del conocimiento es el cogito: “Así, pues, supongo que todo lo que veo es falso; estoy persuadido de que nada de cuanto mi mendaz memoria me representa ha existido jamás; pienso que carezco de sentidos; creo que cuerpo, figura, extensión, movimiento, lugar, no son sino quimeras de mi espíritu. ¿Qué podre, entonces, tener por verdadero? […] ¿Qué sé yo si no habrá otra cosa, distinta de las que acabo de reputar inciertas, y que sea absolutamente indudable? […] Ya estoy persuadido de que nada hay en el mundo; ni cielo, ni tierra, ni espíritus, ni cuerpos, ¿y no estoy asimismo persuadido de que yo tampoco existo? Pues no; si yo estoy persuadido de algo, o meramente si pienso algo, es porque yo soy. Cierto que hay no sé qué engañador todopoderoso y astutísimo, que emplea toda su industria en burlarme. Pero entonces no cabe duda de que, si me engaña, es que soy; y, engáñeme cuanto quiera, nunca podrá hacer que yo no sea nada, mientras yo esté pensando que soy algo. De manera que, tras pensarlo bien y examinarlo todo cuidadosamente, resulta que es preciso concluir y dar como cosa cierta que esta proposición: ‘yo soy, yo existo’, es necesariamente verdadera, cuantas veces la pronuncio o la concibo en mi espíritu» (Descartes, “Meditaciones metafísicas con objeciones y respuestas”. Traducción Vidal Peña). (más…)