Archivos de la categoría ‘Conversión’

Dios nos llama a transformarnos en hombres nuevos en Cristo, quien encarna el auténtico modelo de hombre, para hacernos partícipes de su vida divina. La nuestra, en la tierra, no supone una existencia que espera pasiva, sino que se le exige, con libertad, la búsqueda de la perfección ética, mediante el testimonio del Evangelio, para alcanzar la plenitud sobrenatural de las virtudes del Verbo encarnado. Esta es nuestra vocación, lo que Dios espera de cada uno de nosotros, hallarnos en su gracia y en su amistad para que, perfectamente purificados, gocemos de la vida eterna cumpliendo alegremente su designio.

Porque todos los hombres desean por naturaleza saber, nos dice el Estagirita en su Metafísica, todos los hombres desean, igualmente, mejorar, perfeccionarse. Sólo así puede haber el verdadero crecimiento intelectual y moral indispensable para la autorrealización. A la luz de la revelación, manifestada por el Evangelio y recordada por la Iglesia, la naturaleza ontológica de la persona asume la necesidad de adoptar una muy determinada forma de vida para ser quien realmente debe ser. Existe la necesidad metafísica y filial, sobre todo, de salvar la distancia existente con Dios para entrar en comunión con Él, primera causa eficiente y bien apetecible en la que descansa la perfección de todas las cosas. (más…)

La razón me dice que no amo a Dios como debería, si bien mi ser anhela amarlo como la verdad en la que se asienta el sentido de mi existencia. Aún así, no encuentro tampoco una respuesta clara y evidente del porqué de esta seguridad; sin embargo, me conforta la constatación de que cada pregunta que formula mi razón es un motivo inequívoco en mi aproximación a ese Ser que apela a mi naturaleza ontológica. Al mismo tiempo, agradezco con toda sinceridad la presencia de la duda, y no sólo en mi pensamiento abstracto, pues no hay mayor sostén de mi fe que la duda vital que me libera del escepticismo y del fundamentalismo. No conozco lo suficiente a Dios, ni mucho menos le poseo cual objeto, para señalarte a ti por qué deberías amarlo. Pero es por esta situación incierta por la cual mi ser se ve empujado con pasmosa naturalidad hacia la apertura de la realidad total que desemboca en el Ser, que es el Sujeto de mis deseo existencial.

Es esta incerteza la que me libera del escepticismo, cuya duda metódica podría conducirme a la zozobra en la vivencia de la nada del ser. También es ella la que me libera del fundamentalismo religioso, que materializa la religación con un dios que se hace a la medida de la voluntad humana. Así, más que la respuesta, son la duda y la pregunta las que acrecientan mi amor por Dios, las que constatan que me relaciono con una realidad personal que trasciende la realidad óntica de cualquier ser afectado por la contingencia y por la cual mi existencia experimenta la necesidad de penetrar hasta sus entrañas por esa mi dimensión ontológica que esta irrevocablemente abierta al conocimiento y al amor de la realidad total, pues la búsqueda de la comprensión del ser es la comprensión de la esencia de mi humanidad (Heidegger, “El ser y el tiempo”). (más…)

¿Qué sé sobre Dios? A priori, no mucho para no decir nada en absoluto. No obstante, como señala Otto Neurath a un comentario del Tractatus de Wittgenstein, “aunque sin duda hay que callar, se puede hablar de cualquier cosa”, incluso de Dios; de ahí la sorprendente cantidad de adjetivos que se le añaden y que, sin embargo, no dicen nada realmente esencial de Él. En realidad, es el paseo sobre una circunferencia sin penetrar en ella. Dios no se puede expresar con palabras, es trascendental, es lo más radicalmente distinto del hombre. Pero, por qué hay en absoluto un ente y no más bien nada (Heidegger, “¿Qué es la metafísica?”), porque “no puedo dirigir los acontecimientos del mundo según mi voluntad” (Wittgenstein, “Notebooks”) y porque intuyo un sentido teleológico de la existencia que se desprende de mi ineludible orientación hacia unos fines, el último de ellos la propia realización que se experimenta como una exigencia intrínseca a realizar tanto por la presencia de esas cuestiones fundamentales que revolotean por la sesera – quién soy, qué he de hacer y hacia dónde debo ir – como por la seria amenaza de la vivencia de la nada del ser (Pascal, “Pensées”), Dios es el sentido de la vida y el sentido de la vida conduce a Dios.

Porque hay en absoluto un ser y no más bien nada, porque “únicamente el hombre entre todos los entes experimenta, llamado por el ser, el milagro de todos los milagros: que el ente es” (Heidegger, “¿Qué es la metafísica?”) puedo decir, sin miedo a equivocarme, que Dios es el sentido de la vida, que la necesidad de mi conversión responde a una demanda intrínseca de mi naturaleza antropológica ligada irremediablemente a la búsqueda de verdad y de sentido del que soy un sujeto dependiente. Ciertamente, podemos dar una explicación biológica, fisicoquímica, histórica, sociopolítica, psicológica del mundo y del hombre; sin embargo, el sentido y el significado del mundo y del hombre es aquello que lo hace inteligible y los hechos biológicos, fisicoquímicos, históricos, sociopolíticos y psicológicos no son inteligibles por sí mismos, sino por aquello que los hace inteligibles, el Ser, que es el único fundamento real de nuestra conversión y que conduce a la religicación que se establece entre el hombre y Dios. (más…)

 

La Compañía de Jesús presentó ayer en la Universidad de Deusto de San Sebastián el ‘Camino Ignaciano’ que pretende ser una experiencia peregrina que atraviesa los 650 kilómetros que distan entre las poblaciones de Loyola y Manresa, que recorrió San Ignacio de Loyola en 1522, después de convertirse al cristianismo. Los jesuitas pretenden recuperar y consolidar en el tiempo la ruta espiritual que emprendió su fundador en vistas al quinto centenario de este suceso (2022) y ofrecerla a los hombres y mujeres del siglo XXI como una experiencia transformadora. (más…)

El fin de la evangelización es el mensaje de Jesucristo: “convertíos y creed en el Evangelio” (Mc 1, 15). El eje central del cristianismo es la conversión a Jesús: el cristiano piensa, juzga y vive como Cristo. El 5 de noviembre de 1982, Juan Pablo II se dirigía a los educadores cristianos con estas palabras: “esa misión que es un deber eclesial: “ay de mí si no predicara el Evangelio” (1 Cor 9, 16), sigue teniendo en nuestros días una importancia trascendental […]. Tal misión no es privativa de los ministros sagrados o del mundo religioso, sino que debe abarcar los ámbitos de los seglares, de la familia, de la escuela. Todo cristiano ha de participar en la tarea de la formación cristiana. Ha de sentir la urgencia de evangelizar: “predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria: es más bien un deber que me incumbe” (1 Cor 9, 16). (más…)

Como ya hemos apuntado en distintas ocasiones la evangelización es un proceso dinámico, que se desarrolla de forma gradual y que coincide con las etapas de maduración de la fe. La acción misionera es el punto de arranque de la evangelización. Los cristianos, con el testimonio de su vida y el anuncio explícito del Evangelio, tratan – mediante la ayuda de la gracia – de suscitar en los no creyentes y alejados de la fe la conversión a Jesucristo: “en Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado, se ofrece la salvación a todos los hombres, como don de la gracia y de la misericordia de Dios” (Evangelii Nuntiandi, 27). (más…)

“La Iglesia existe para evangelizar”. Esta expresión del Papa Pablo VI en la Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi, es la respuesta de la Iglesia al mandato de Cristo de predicar el Evangelio. La Revelación se transmite a lo largo de todos los tiempos mediante la evangelización. Se pueden señalar cuatro momentos de especial importancia en la evolución del concepto de evangelización, que coinciden con la publicación de grandes documentos del Magisterio de la Iglesia: (1) La Constitución Dogmática Dei Verbum, sobre la Revelación divina (18 de noviembre de 1965), y el Decreto Ad gentes, sobre la actividad misionera de la Iglesia (7 de diciembre de 1965), del Concilio Vaticano II. (2) La Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi, sobre la evangelización en el mundo contemporáneo (8 de diciembre de 1975), de Pablo VI. (3) La Encíclica Redemptoris missio, sobre la permanente validez del mandato misionero (7 de diciembre de 1990), de Juan Pablo II. (4) El Directorio general para la catequesis, de 1997. (más…)

Educado en el ateismo y en el más ferviente anticristianismo, Vittorio Messori, el periodista e intelectual católico más influyente de los últimos tiempos desvela en su último libro, Por qué creo, las circunstancias y razones de su descubrimiento de la fe cuando tenía 23 años. Licenciado en Ciencias políticas por la Universidad de Turín, ha trabajado como periodista en La Stampa y en el Corriere Della Sera y ha escrito más de una veintena de libros de investigación religiosa de enorme éxito mundial, como Hipótesis sobre Jesús (más de un millón de ejemplares vendidos en Italia y superadas las veinte ediciones en todo el mundo) y Apostar por la muerte, informe sobre la fe – junto con el entonces cardenal Ratzinger, actual Romano Pontífice de la Iglesia Católica, Benedicto XVI –. También colaboró con Juan Pablo II en el célebre libro Cruzando el umbral de l esperanza. (más…)