La paz, el camino del diálogo, la justicia y la caridad

Publicado: 14 agosto, 2014 en Ética y Moral, Conflictos bélicos, Derechos humanos, Modos de vida

dialogoPensar en comunidad es uno de los grandes retos de nuestra sociedad actual cuando, ante un mismo problema, cada persona busca arreglárselas por su cuenta – desconectados los unos de los otros –. Sin embargo la vida política y, en consecuencia, la resolución de problemas, exige una comunidad, una pluralidad de hombres, cada cual con su cosmovisión, que coopera en vistas al bien común, que es el bien propio del ser humano. Los hombres son seres sociales, ni siquiera la vida del ermitaño resulta posible sin un mundo que directa o indirectamente testifica la presencia de otros seres humanos (Hannah Arendt, “La condición humana”). El término persona procede de la palabra latina ‘personare’ que significa literalmente ‘hacer eco’, ‘resonar’; al mismo tiempo hunde su raíz en el término griego ‘prósopon’ y significa ‘aquello que se pone o sitúa delante de los ojos’, es decir, el ser humano es aquel que es un yo para un tú, lo que revela qué intrínseco es el discurso y la comunicación entre los hombres, de modo que cuando no existe el diálogo propiamente tampoco existe la vida humana.

El hombre posee el deseo natural, por su estatuto ontológico, de conocer el bien y practicarlo. Como en su búsqueda y consecución es necesario el reconocimiento de la dignidad incondicional de la persona y, en consecuencia, el respeto absoluto de los derechos humanos, es obvio que “el hombre que ama la bondad nunca puede permitirse llevar una vida solitaria” (Hannah Arendt, “La condición humana”, pues su bien implica necesariamente el bien ajeno, que toda persona alcance su perfección mediante el obrar, mediante la realización de sus proyectos personales. Así, el hecho de que el bien humano sea el bien común exige que el diálogo y la pluralidad sean realidades ontológicas que se manifiestan en la actividad del ser humano, que es de carácter social, si realmente queremos hablar de comunidad humana y no de jauría.  

SYRIA-CONFLICTEl Papa Franscisco mencionó en su llegada a Corea del Sur que “la búsqueda de la paz también representa un reto para cada uno de nosotros, y de una manera particular para aquellos de ustedes dedicado a la búsqueda del bien común de la familia humana”. La presencia de la paz en nuestra sociedad sólo es posible mediante el reconocimiento y el respeto de la dignidad incodicional de la persona, de la manifestación pública de la pluralidad y de la convivencia de ésta mediante el diálogo, de lo contrario se produce la ruptura de la humanidad de los hombres, el sometimiento de unos a otros y la presencia de la continua disputa bélica generada por el odio constante entre víctimas y victimarios. El Papa hace referencia a la importancia de la diplomacia, del diálogo, de la escucha atenta del otro para lograr un mundo que, gracias a la realización de la justicia, que demanda la colaboración de todos, se humanice y fortalezca la caridad, que es el modo propiamente humano en que debemos tratarnos las personas.   

Este vivir juntos en paz demanda el respeto por la dignidad de la persona del otro y, al mismo tiempo, el respeto a su pensamiento, que debe poder manifestarse libremente en sociedad. El problema no estriba en comprender esta constitutiva necesidad humana, ya que todos entendemos la importancia del respeto de los derechos humanos y todos pronunciamos encomiables discursos en pos de la paz y el bien común; sin embargo, si bien no nos es dificultoso amar a la humanidad, historia bien distinta es el amor hacia los hombres concretos, y esto nos lo recuerdan tanto Osho como Dostoievski; el primero nos dice que “es más fácil amar a la humanidad que a los seres humanos, porque amando a la humanidad no estás arriesgando nada. La humanidad es una palabra que no corresponde a ninguna realidad. El ser humano es una realidad, y cuando te cruzas con una realidad va a haber buenos momentos, malos momentos, dolor, placer, agonías y éxtasis. Amando a la humanidad no habrá éxtasis ni agonía. De hecho amar a la humanidad es una manera de evitar a los seres humanos: como no puedes amar a seres humanos, empiezas a amar a la humanidad sólo para engañarte a ti mismo” (Osho, “La sabiduría de las arenas. Charlas sobre sufismo”), y el segundo que “cuanto más quiero a la humanidad en general, tanto menos quiero a los hombres en particular” (Dostoievski, “Los hermanos Karamazov”).

La paz, que se logra mediante el ejercicio de la justicia, pasa por pensar y vivir en comunidad, en comprender que la humanidad no es uniforme, sino que más bien la realidad sociopolítica nos dibuja una pluralidad de hombres con una rica variedad de cosmovisiones que deben ponerse en diálogo en vistas al bien común y no en confrontación; para evitar esto último toda acción pasa por el indispensable respeto a la persona del otro y a su pensamiento. Si reconocemos la dignidad del hombre y respetamos la pluralidad – la diversidad y la diferencia – tendremos mucho ganado, pues obraremos con justicia y será la paz el medioambiente en el que vivimos. Sin embargo, si aniquilamos la pluralidad, si pretendemos elevar un modelo del hombre en detrimento de otros posibles sin un diálogo armonioso y sincero en el que el otro se escuche, sólo habrá cabida para el pensamiento único y para el fundamentalismo que lo abriga y que se traduce en el menoscabo de la dignidad del otro y en la funesta violencia de la que habla el Papa Francisco, cuando hace referencia a un  mundo cansado por las guerras.

El diálogo es la acción que humaniza al hombre. Quien escucha no observa ni interpreta, sino que comprende la posición del otro; descubre que la realidad no es tan firme como parece ni puede clausurarse en los estrechos muros del propio pensamiento. El diálogo nos ayuda a descubrir nuevas maneras de observar el mundo y repensar la nuestra, reparando esos nuestros errores que podrían conducirnos a obrar el mal. Sin embargo, al repararlos se inaugura la posibilidad de vivir humanamente, que no es otra realidad que el estar ‘entre los hombres’, un estar del que emana el bien común que se realiza mediante una vida obrada con justicia en un medio ambiente de paz.

 

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comentarios
  1. Pablo F. dice:

    Hace tiempo que no pasaba por aquí. Como siempre una buena entrada para reflexionar. Queda mucho trabajo y mucho pensar para descubrir que uno no se entiende ni se construye sin los demás.

  2. Saludos Pablo, muchas gracias por la aportación al tema, se agradece. Un saludo.

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