La Asamblea Nacional francesa aprobó este miércoles el proyecto de ley que autoriza con condiciones la investigación con embriones y células madre embrionarias. Al mismo tiempo, y en contraste con el jolgorio explícito por este suceso, destaca el grito de alarma por el número de experimentos que se realizan con animales. La Denuncia de esto último es justo y necesario; no obstante, (me) preocupa la ostentosa alegría – basta acercarse a los medios y a las redes sociales – por la legalización de la destrucción de embriones humanos.
Éste no es un tema menor pues tiene que ver con el respeto a la vida y a la incondicional dignidad del ser humano en todas las etapas de su existencia. La banalidad del mal o la relatividad con la que se interpreta la distinción entre lo que es ético y lo que no parece que es la realidad de la conciencia contemporánea. El uso científico de células madre embrionarias no es inocuo: la destrucción de embriones humanos – en la fase de blastocisto – no puede justificarse por muy elevado que pudiera ser su potencial terapéutico; menos cuando “el uso de embriones humanos no es, en absoluto, una necesidad inevitable” (Dr. Angelo Vescovi, citado por Nicolás Jouve de la Barreda, Catedrático de Genética de la Universidad de Alcalá en el prólogo de “Cultivo de células animales y humanas. Aplicaciones en medicina regenerativa” de Pablo E. Gil-Loyzaga).
Además, hay constancia de que el uso de células madre embrionarias presenta un serio problema: el rechazo inmunológico y el riesgo del desarrollo de tumores cancerígenos en el paciente aconseja la investigación de otras fuentes de producción de líneas celulares que no empleen embriones, como puede ser el uso de células madre de adultos, que ofrecen mayores ventajas: por una parte, al ser el mismo individuo el donante y el receptor de las células que se transfieren, se evita cualquier tipo de rechazo; por otra, las células madre de adulto se transforman más rápidamente en células de un determinado tejido u órgano al estar más diferenciadas.
El asunto, insisto, no es trivial y plantea hasta qué punto estamos dispuestos a anestesiar nuestra responsabilidad ética. ¿Realmente podemos tranquilizar la conciencia mediante la manipulación del lenguaje pretendiéndonos creer que el embrión no es más que un grumo de células cuando la misma evidencia científica apoya el hecho de que constituye una de las distintas fases de la vida humana que se desarrolla en un continuo sin interrupción? El embrión es un ser individual y personal, es un ser humano que no depende genéticamente de la madre, sino sólo ambientalmente, ya que tiene en sí mismo el principio constitutivo del propio ser (G. Rager, Embrión-Hombre-Persona. Acerca de la cuestión del comienzo de la vida personal. Cuadernos de Bioética, 1997). Desde que se forma el nuevo patrimonio genético con la fecundación existe un ser humano al que sólo le hace falta desarrollarse y crecer para convertirse en adulto. La vida del nuevo ser humano nonato merece todo el respeto y reconocimiento que se dispensa a un hombre porque el desarrollo humano es un continuo en el que no hay saltos cualitativos, sino la progresiva realización del destino personal: “no hay personas potenciales; las personas tienen potencias o capacidades. Las personas pueden desarrollarse, pero ninguna cosa se transforma en una persona […] La persona no es el resultado de un cambio, sino de una generación” (Robert Spaemann, “Persona y derecho”).
Cualquier intento de diferenciar ontológicamente el no nacido y el nacido en relación con su condición humana no sólo carece de fundamento, sino que es una proposición huera, absurda y de muy mal gusto ética e intelectualmente. Cuando la opinión no admite cuándo empieza la vida con la certeza con la que lo señala la ciencia todo es posible, la consecuencia es el horror del poder despiadado que describe Joseph Conrad en “El corazón de las tinieblas”, el mal radical que analiza Hanna Arendt (Arendt y Jaspers, “Correspondence”) y que aparece cuando se convierte al hombre en un ser superfluo que puede ser eliminado; pienso en el infanticida Kermit Gosnell, quien ha hecho realidad el sueño intelectual de los académicos Francesca Minerva (Universidad de Bolonia) y Alberto Giublini (Universidad de Milán), que consideran ético finalizar la vida de un recién nacido.
La sociedad tiene una doble e inmensa responsabilidad: por una parte reconocer y proteger la incondicional dignidad del ser humano en cualquiera de sus etapas existenciales, incluida la de embrión, con el objetivo de que sea siempre tenido por un fin en sí mismo y nunca como un objeto o instrumento; por otra parte, detener toda experimentación con embriones entendiendo que hay medios que pueden llegar a contaminar el fin más justificable: la defensa de una vida mediante la eliminación de otra, más cuando la ciencia permite el desarrollo de la investigación con células madre sin la necesidad destruir la vida humana del embrión. Si no es así, si no reconocemos la dignidad incondicional del ser humano en una determinada etapa del desarrollo de su existencia, ¿podemos estar seguros de que se respetará incondicionalmente cualquier otra?
La afirmación de la persona es una exigencia ética que concierne a todos. La razón más alta de la humanidad es el reconocimiento de la incondicional dignidad del ser humano por el simple hecho de que sin él y sin la materialización de su bien mayor, que es común, no hay sociedad. No puede haber progreso de ningún tipo si éste no reconoce el primado del hombre, que el ser humano jamás puede ser utilizado como medio o instrumento aunque con ello se alcance, aparentemente, un bien mayor. No hay ningún bien, pequeño o grande, que pase por la destrucción de lo humano. Tampoco puede haber derechos del hombre si no existe el reconocimiento incondicional de la dignidad de la persona en cualquiera de sus etapas existenciales; el único fundamento de los derechos humanos es la persona misma, que debe ser respetada en todo momento.
En un tiempo, el presente, que sigue con la denuncia de la explotación del hombre por parte del hombre, en la que se reivindica la liberación humana y el respeto por los demás seres vivos y el mismo medioambiente, extraña cierta indiferencia ante la cosificación e instrumentalización del embrión humano. No puede existir ninguna defensa y reconocimiento real del hombre si este no es devuelto a su auténtica verdad, la cual insisto, es su incondicional dignidad en todas las etapas de su existencia. Si el hombre no es una dignidad incondicional los sujetos humanos individuales no pueden reivindicar para sí ningún derecho de modo absoluto, a no ser que alguien, por autoridad o consenso, le admita tal derecho. Por tanto cualquier derecho y el primero de todos la vida, que es el antes lógico y ontológico para la existencia y especificación de los demás derechos, pasa, sí o sí, por reivindicar el primado del hombre, cuyo reconocimiento sólo puede ser absoluto y nunca relativizado por cuestiones éticas, científicas, económicas, etc.
La voluntad del hombre busca el bien, y una constatación es el deseo de eliminar toda enfermedad. Todo el obrar humano tiene como fin último aquel bien que le satisface de una manera plena. Por tanto, este bien se halla en él mismo, en su ser, pues consiste en el desarrollo y plenitud de su naturaleza. Si el bien mayor del hombre es la plenitud de su ser, este bien es común a todos los hombres y, por tanto, nadie puede obtener su bien en detrimento del bien del otro siempre y cuando no se acepte la instrumentalización del hombre. Aunque sea por egoísmo, por amor exclusivo a la vida de uno mismo, la defensa de la incondicional dignidad de la persona es una exigencia, pues del mismo modo que se puede experimentar y destruir embriones, mañana se podrá experimentar y destruir a humanos que se encuentren en otra etapa de la existencia – y la historia está llena de ejemplos –.
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Embryonic Stem Cell Technique That Doesn’t “Harm” Embryos is Problematic.
New Law in France Loosens Restrictions on Human Embryo Research.
La señora Ana Rubio olvida que el nonato no llegará a ser nunca humano si no lo es ya.
La recherche sur l’embryon était permise, elle será autorisée.
Estoy de acuerdo con lo que dices; el blastocisto, tenga o no la posibilidad de desarrollarse (como cualquier humano ya nacido de llegar a anciano) es humano. Sinceramente creo que la investigación científica permite obtener células madre no embrionarias.
Es reprobable éticamente que para obtener las células madres se tenga que destruir un embrión humano. Además, la premisa de que desde el momento de la unión de dos gametos se está frente a un individuo de la especie humana presenta razones científicas de peso, independientes del dogma religioso, que es el arma que emplean muchos para defender esta postura: «como lo defiende la Iglesia debe ser admisible eliminar embriones».
Entiendo y respeto tus pensamientos, sobre todo por tu coherencia, Joan, pero me gustaría saber cuántos de los que están en contra de esta técnica no se beneficiarán de ella, sobre toso si se trata de un hijo y con esto pueden salvar su vida.
Saludos Mariano, muchas gracias por su aportación al tema, se agradece. Un saludo.
Saludos Eric, muchas gracias por comentar y por aportar tu argumento al asunto. Se agradece.
Saludos Verònica. Antes de nada, muchas gracias por comentar. Muy interesante cuestión cuya respuesta también aparece en tu comentario, me refiero a la coherencia. Si alguien se beneficia de una técnica que critica sólo podremos decir que peca de incoherencia. Si es mi caso, seré un incoherente. Muchas gracias por comentar, se agradece.
Comparto lo que dice Verónica.
Dicho esto hemos de estar der enhorabuena, esto favorecerá grandes avances en la medicina y ofrecerá una sonrisa a muchas familias.
Uy,muchos estarán contentos, pero la medicina más elemental no llega a todos los ciudadanos de este país. Así que memeces como estas no interesan. Y soy partidario del aborto.
Saludos Ricardo, muchas gracias por comentar y participar en el tema. Un saludo.
Saludos Lucasini, muchas gracias por comentar, se agradece, un saludo.
Lo embriones son simples células que ni sienten ni padecen. Éticamente es más reprobable la experimentación en el laboratorio con animales. Y pocos son quienes se quejan.
El mundo sin Dios está perdido. Cuando se produce la autodestrucción, la destrucción del hombre por parte del mismo hombre es que ya no queda ningún modelo moral y ético suficientemente firme.
Coincido con Verònica. este avance irá muy bien para el tratamiento de enfermedades degenerativas y estoy convencido de que muchos de quienes defienden la vida lo usarán cuando toque salvar la vida de un hijo. Al tiempo.
Saludos renton, antes de nada muchas gracias por comentar. Respecto a lo primero busque la definición de embrión y de célula, en cuanto descubra quién es el embrión modificará su planteamiento ético. Por otro lado, no hay que torturar a los demás seres vivos, pero es preferible experimentar (cuando no hay alternativa) con animales que con humanos. ¿No cree? Muchas gracias por comentar.
Saludos Victoria. Gracias por comentar. Un saludo.
Saludos Jordan, gracias por comentar. Un saludo.
La ciencia no debe tener más límites que el respeto por la dignidad humana; no puede superar este límite, pues su función es servir a la humanidad para vivir mejor, y este vivir mejor tiene como criterio el no atentar contra la propia humanidad.
Saludos Sonia, pienso lo mismo que usted dice en su comentario. Muchas gracias por participar, un saludo.
¿Eliminación de embriones en aras el progreso científico, más cuando la propia ciencia está en camino de conseguir el mismo objetivo pero mediante el empleo de células madre extraídas de sujetos adultos?