La fe ha de preguntarse de un modo continuo por su propia racionalidad

Publicado: 22 enero, 2013 en Pensamiento, Religión

El deseo de saber es lo específico del hombre y en ello radica que la existencia racional cobre su pleno sentido. No es una quimera ni un error la búsqueda de una certidumbre que guie en el ámbito del vivir. Quizá lo sea, y sólo quizá, reducir la verdad a una certeza cuasi matemática que satisfaga la voluntad y la lógica humana. Sin embargo, la persona no puede rehuir el conocimiento, pues en él radica la felicidad. Cuando se vislumbra una verdad hallamos un cierto pensamiento que satisface una necesidad intelectual que, al mismo tiempo, conmueve y llena de dicha el espíritu humano. Pero lo propio de la verdad no es sólo apartarnos de la duda, sino, más especialmente, acercarnos a la comprensión del sentido.

Es cierto que para evitar el prejuicio y la opinión falsa es necesaria la rigurosidad que ofrece el método científico-matemático en la investigación de la verdad, tal y como propone Descartes en “Reglas para la dirección del espíritu”. No obstante, ¿es sensato dejar toda la decisión o autoridad sobre el conocimiento de la verdad a la razón?, ¿podemos estar seguros de que con la sola certeza racional se obtiene la base firme e irrevocable sobre la que pueden alzarse, una a una, todas las demás certezas, incluidas aquellas que trascienden lo contingente y abarcable por el método científico (Ludwig Wittgenstein, “Tractatus Logico-Philosophicus”), es decir, el ‘ser’ y el ‘absoluto’? No es falso que ante la cuestión del cómo todo lo que él implica puede ser descubierto a través del método científico, que avanza, paso a paso, de lo simple y conocido a lo complejo y desconocido. Pero, esto no sucede ni se presenta de manera clara al entendimiento cuando abordamos la cuestión del por qué. En este instante, “sentimos que incluso si todas las posibles cuestiones científicas pudieran responderse, el problema de nuestra vida no habría sido más penetrado” (Wittgenstein, “Tractatus..”).

Así, el sentido de la vida, que es el más alto conocimiento al que un hombre anhela por su ontológica naturaleza, no es posible a través del método científico ni deducible a través de proposiciones matemáticas, al menos si se pretende siempre la rigurosidad. Es cierto que la influencia y la mala interpretación de la escolástica – Ockham – y del racionalismo – Descartes – lleva a un radical encumbramiento de la razón, dotada de total certidumbre, y del método científico, capaz de resolver, supuestamente, todas las cuestiones. Pero es un autoengaño considerar la firme certeza de la razón y que, a partir de ella, puedan asentarse todas las restantes con igual firmeza. De la certeza que ofrece la ciencia y la matemática no se puede extraer una verdad total e infalible, menos de cuestiones tan profundas como el ‘ser’, incapaz de ser sometido al método deductivo. ¿Cómo podemos afirmar con seguridad que la razón puede alcanzar una radical comprensión de la verdad general si con ella no alcazamos siquiera una comprensión total de qué es el hombre y el por qué de su existencia más allá del cómo es?

A partir de la razón humana no podemos explicar con total certeza la idea de absoluto que hay en nosotros y que por nuestro estatuto ontológico buscamos encarecidamente porque intuimos que en ella descansa el sentido de nuestra existencia. Sin embargo, ¿la presencia en nosotros de la idea de absoluto no supondrá, realmente, la existencia de una realidad absoluta? Dicho de otro modo y con palabras casi cartesianas, ¿no es Dios quien pone su idea en nosotros?, ¿no es por Él que el hombre puede adquirir cierta comprensión de sí mismo por su razón? Ciertmente, parece ser que, como ya dije en una reciente entrada, nosotros no comprendemos el absoluto, sino que más bien sólo lo concebimos. Por tanto, ¿no será la incomprensibilidad, es decir, el conocimiento incompleto, una característica de la razón humana? Podemos tener la idea de absoluto, pero no el conocimiento completo de su esencia – como tampoco la tenemos de nosotros mismos – del mismo modo que podemos tocar un edificio, pero no abrazarlo. No obstante, si tenemos en nosotros la idea de absoluto, si bien no su esencia, el absoluto ha de ser posible, de lo contrario en la razón humana operaría la contradicción y el error y estaría inhabilitada, consecuentemente, para adquirir con certeza segura conocimiento alguno y, tristemente, deberíamos dejar las cuestiones de la fe exclusivamente a la autoridad de la Sagrada Escritura y a la Iglesia.

Sin embargo, la esencia de la fe consiste en repensar lo que se ha oído (J. Ratzinger, “Storia e dogma”), consecuentemente, o se apoya en la razón o lo hace en el vacío de una voluntad que puede estar perfectamente afectada por el prejuicio y la falsa opinión. Así, del mismo modo que todos los hombres desean por naturaleza saber (Aristóteles, “Metafísica”) “la teología necesita un punto de apoyo: el que le ofrece la búsqueda y la pregunta del espíritu humano. No se puede construir sobre la nada intelectual” (J. Ratzinger, “Fe y futuro”). El hombre, en cualquier campo, nunca debe renunciar a la verdad replegándose a lo estrictamente contastable, sino que debe siempre avanzar acorde a la perenne pregunta por la misma verdad que se formula y en la que comprende su sentido. En cuanto a la fe, nunca puede darse por supuesta, no cabe renunciar a la razón y cimentar la fe sobre la sola autoridad: “el haber oído decir una cosa no debe nunca constituirse en regla de vuestra fe; al contrario, no debéis creer nada sin colocaros previamente en una situación como si no lo hubierais oído nunca. Lo que os debe hacer creer es el consentimiento de vosotros con vosotros mismos y la voz permanente de vuestra propia razón” (Blaise Pascal, “Pensées”, 282).

Del mismo modo que ocurre con la razón, la fe no goza de una certeza exenta de duda. Es más, en la cuestión capital que es la existencia desarrollada en la praxis la incertidumbre y la falta de certeza es una total constatación, pero irremediablemente en cada instante, en cada segundo, hay que tomar decisiones y las más importantes siempre por lo incierto. Si tuviésemos que tener una total certeza de todo no podríamos hacer nada. En el caso de la vida y de la fe, si bien no requieren tanto un juicio de la razón pura, sino una decisión del hombre entero, en su aproximación a la realidad total “la fe a de admitir su propia responsabilidad filosófica, consistente en tener que preguntarse de un modo continuo por su propia racionalidad […] En ella, se presenta como una oferta de sentido que no se podrá probar, pero sí comprenderse” (J. Ratzinger, “Fe y futuro”). Sin duda, no hay postura más patética que la de aquel creyente que exhibe su fe hablando de Dios a los impíos fundamentándose en la simple autoridad – lo que supone una falsa humildad –, o el hecho de mostrar a sus hermanos en la fe que el amor a Dios descansa en la verbosidad de sus rezos. La fe descansa en la escucha y exige una comprensión por parte de la razón, de lo contrario se torna esotérica.

La vida, amigo, es un camino, y en ella nunca des por supuestas la racionabilidad de la razón ni la credibilidad de la fe, a no ser que tengas a la verdad, a ti y a Dios por nada significativo, pues la evidencia del método científico es una excepción dentro del conocimiento humano que siempre opera desde la incertidumbre.

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comentarios
  1. Pablo F. dice:

    Muy buena entrada Joan. Me ha hecho pensar. El falso Dios, que se parece en todo al verdadero, con la excepción de que no se le llega a tocar, impide para siempre acceder al verdadero, y esto muchas veces es el peligro que tenemos quienes creemos en Dios.

  2. Saludos Pablo, muchas gracias por comentar. Un saludo.

  3. Marcus dice:

    La gran pregunta es descubrir que papel realiza el hombre en el devenir del mundo. Hay que quitarse muchas lentes para poder encontrarse con la verdad

  4. Jaume dice:

    El Ser Verdadero, el Ser en sí, es fundamento de la verdad y la ciencia es expresión de esta verdad, por esta razón el Ser se encuentra por encima de toda ciencia y saber humano, por lo que de Él no se puede tener un conocimiento último correcto.

  5. Saludos Marcus, gracias por su comentario. La gran pregunta, sin duda.

  6. Saludos Jaume. Es posible, quizá que lo que supera las posibilidades naturales de la razón humana nos lo puede revelar la luz sobrenatural de la Revelación. Muchas gracias por comentar.

  7. Tania dice:

    Gracias por este sitio. Acabo de descubrirlo y me ha ayudado mucho. ¡Muchas gracias!

  8. Saludos Tania, muchas gracias por comentar. Me alegra saber que ha sido de tu utilidad. Un saludo y espero sus siguientes comentarios.

  9. Mardok dice:

    la fe no tiene nada de racional, es irracional.

  10. Saludos Mardok,

    Antes de nada agradecerle su comentario. La fe y la razón son dos facultades cognoscitivas; la primera se ocupa de la verdad revelada, la segunda de la verdad natural mediante dos ciencias, la teología en el caso de la primera y la filosofía en el caso de la segunda. Por otro lado, he de decirle que si Dios pide la fe, el sacrificio del intelecto y la aceptación de misterior impenetrables para la sola razón, se lo pide a un ser, el hombre, de quien exalta su razón (a la cual se dirige e interpela), su libertad y su espíritu crítico.

    Muchas gracias por comentar.

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