San Agustín (II)

Publicado: 7 octubre, 2012 en Patrología

De la innumerable obra de San Agustín es más que probable que las Confesiones sea su obra más leída. En este escrito autobiográfico narra su vida hasta la muerte de su madre, Santa Mónica, acaecida en 387, y, realiza una alabanza a Dios y a su obra creadora: “Alabarán al Señor quienes lo buscan; pues si lo buscan lo habrán de encontrar; y si lo encuentran lo habrán de alabar”. No obstante, su obra más interesante es tanto la filosófica como la teológica, que fue recogida por su biógrafo Posidio.

En cuanto a su obra filosófica destaca Contra Accademicos, escrita justo después de su conversión al cristianismo. En ella manifiesta que la mente humana, finita y mutable, no sólo alcanza cierto conocimiento de verdades eternas y necesarias, sino que también puede conocerlas como verdades eternas y necesarias. Su interés es mostrar que la sabiduría pertenece a la felicidad y que el conocimiento de la verdad pertenece a la sabiduría; al mismo tiempo que señala que la persona escéptica e incluso atea puede apreciar perfectamente estas verdades últimas como eternas y necesarias, en cuanto que Dios ha creado al hombre racional y predispuesto ontológicamente a abrirse a la verdad.

En De beata vita demuestra que la verdadera felicidad del hombre radica en esta apertura a la verdad, al conocimiento de Dios a partir de las cosas por Él creadas pues, como expresa en De libero arbitrio, el orden y la unidad de la naturaleza proclaman la sabiduría del Creador, del mismo modo que la bondad del hombre, creado a imagen de Dios, revela la bondad divina. En este sentido, Dios conoce todas las cosas que crea aunque estas no vengan a ser sino, posteriormente en el tiempo. Es decir, todas las cosas por el creadas son reflejo de Él mismo y a Él mismo vuelven en la dependencia de su ser; en el caso del hombre, por su libertad, puede volverse a Dios o apartarse de Él. No obstante, la mente humana debe reconocer la verdad, y no sólo que lo que busca, la felicidad, descansa en Dios, sino que la tendencia por la cual la voluntad se dirige a Dios está implantada en el hombre por Dios mismo, que es el Creador.

En cuanto a sus escritos exegéticos destaca De doctrina christiana. En el habla de las verdades dogmáticas que hay que conocer necesariamente para interpretar sin error la Sagrada Escritura; de las virtudes teologales y de los principios de la exégesis. También realiza distintos comentarios al Antiguo Testamento, mereciéndole una mayor atención el libro del Génesis: De Genesi adversus Manichaeos, De Genesi ad litteram liber imperfectus y De Genesi ad litteram libri XII.

De su obra apologética es merecido citar la que es quizá su obra más conocida al margen de las Confesiones, De civitate Dei, que fue motivada por las duras acusaciones que vertieron los paganos sobre los cristianos, a quienes responsabilizaron del saqueo de Roma por las huestes bárbaras de Alarico por el hecho de abandonar el culto a los dioses. En este escrito San Agustín refuta tal simpleza y lanza una dura crítica hacia los académicos y eruditos que venden la prosperidad mediante el culto a los dioses paganos con el fin de tratar la Providencia divina, que es la que realmente guía la historia de la salvación de la humanidad, la cual vive dividida en dos ciudades nacidas de dos amores: el amor de sí y el amor de Dios. Dos ciudades cuyos límites, afirma, quedarán perfectamente delimitados tras la Parusía y el juicio final.

Otras obras destacables de San Agustín son las que dedica hondamente a descubrir los errores del maniqueísmo que abrazo en su juventud (De moribus Ecclesiae catholicae et de moribus Manichaeorum y De natura boni); las que escribe contra los donatistas, en las que manifiesta que la Iglesia jamás perecerá aunque en ella se hallen fieles indignos (Contra epistolam Parmeniani), o las que dedica a combatir los errores del pelagianismo, que afirma sin razón que el hombre puede vivir sin pecado si mantiene una vida recta porque el pecado original no se transmite a los descendientes de Adán (De peccatorum meritis et remissione et de baptismo parvulorum ad Marcellinum, De spiritu et littera y De gratia Christi et de peccato originali).

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