San Ambrosio nace en Treverís en el 340. Su elección como obispo es, cuanto menos, curiosa. En el 374 fallece el obispo Auxencio, un arriano que ocupó la diócesis de Milán durante casi dos décadas. La elección del sucesor se dibuja complicada por la división entre arrianos y católicos. De este modo, Ambrosio, gobernador de la Liguria y de la Emilia desde el 370 por designio del emperador Valentiniano, actúa de mediador para evitar cualquier altercado. En el momento antes de la elección y con el deseo de que ésta transcurra plácidamente, decide pronunciar unas palabras. En ese instante, inesperadamente, un niño que se halla entre los asistentes grita a viva voz “Ambrosius episcopus”. La sorpresa es mayor, cuando, acto seguido, todos los asistentes, cristianos y arrianos, al unísono, aclaman al nuevo obispo.
Esta no es la única sorpresa. Ambrosio es cristiano, pero no está bautizado. Así, antes de la consagración en el episcopado el 7 de diciembre de aquel año, recibe el sacramento del bautismo. Sin duda, consciente de la magnitud que conlleva su cargo esputa una frase que pasará a los anales de la historia: “tuve que empezar a enseñar antes de haber aprendido”. De inmediato, con la ayuda de Simpliciano, también santo de la Iglesia, adquiere un basto conocimiento de la Escritura y de algunos autores, entre ellos Orígenes, San Cirilo de Jerusalén y Plotino.
Ambrosio es un brillante pastor de la Iglesia y un ferviente defensor de la unidad y de la centralidad de Roma: “Ubi ergo Petrus, ibi Ecclesia”. Podría decirse, sin caer en la exageración, que vive para la Iglesia y para su grey las veinticuatro horas del día: oficia misa diaria con homilía incluida; atiende el mismo a los catecúmenos consciente de la existencia del pecado original; confiesa; trata, atiende y ama a los pobres y a los presos, para quienes batalla incansablemente con el fin de obtener el indulto que les libre de la muerte, y, además, escribe sus obras y tiene la puerta siempre abierta para aquel que le necesite sin cita previa. Fallece el 4 de abril de 397 y su cuerpo descansa en la misma tumba donde se encuentran los restos de los mártires Gervasio y Protasio.
La obra de San Ambrosio es muy variada, en ella se hallan textos morales, dogmáticos, catequéticos, así como cartas e himnos. No obstante, la mayor parte de su producción es exegética por la afanosa preocupación de que sus fieles posean un alto conocimiento de la Sagrada Escritura. Entre sus principales obras destacan especialmente el Hexameron, un compendio de seis libros que reúne una serie de homilías pronunciadas durante la Semana Santa en la que trata el tema de la Creación; y el tratado De paradiso, donde comenta el libro del Génesis y habla del pecado y de las virtudes. Otras obras son De Cain et Abel, De Noe, De Abraham y De Jacob et vita beata.
En cuanto a las obras de contenido moral y ascético, que constituyen otra gran parte de su obra, destaca De virginibus, una obra dedicada a su hermana Marcelina donde lleva a cabo un profundo tratado sobre las vírgenes cristianas a modo de epístola: “Sea la vida de María para vosotras modelo de virginidad. En ella brilla, como en un espejo, la belleza de la castidad y la forma ideal de la virtud. De ella podéis tomar ejemplo de vida, en los que las enseñanzas de la bondad se expresan como en un modelo, y muestran lo que debéis corregir, lo que debéis evitar y lo que debéis conservar” (San Ambrosio, “De virginibus”). También destaca De officiis ministrorum, quees el primer tratado de moral cristiana en la que se dirige a los presbíteros. En ella se separa radicalmente de la moral estoica para remarcar que la moral cristiana parte de Dios y tiene una orientación escatológica.
Siguiendo esta línea moral, en De virginitate remarca la centralidad de Cristo en la vida de todo creyente: “Todo lo tenemos en Cristo. Lléguense a Él las almas. Cualesquiera que ellas sean, ora padezcan enfermedad corporal, ora las aflija la ambición mundana, ora sean imperfectas y deseosas de aprovechar en la meditación, ora perfectas en las virtudes, porque todas están en manos del Señor, y Cristo es para nosotros todas las cosas. Si deseas curarte de tus heridas, Él es el médico. Si te abrasa la fiebre, Él es la fuente. Si te oprime la iniquidad, Él es la justicia. Si necesitas ayuda, Él es la fortaleza. Si temes la muerte, Él es la vida. si deseas el cielo, Él es el camino. Si te cercan las tinieblas, Él es la luz. Si buscas alimento, Él es la comida. Gustad y ved qué suave es el Señor”.
Bibliografía:
F. Hubeñák, “Religión y política en Ambrosio de Milán.
C. Granado, “El Espíritu y el Paraíso. Notas de teología ambrosiana”.
He tenido posibilidad estos días de acercarme a alguna de las grandes figuras del medioevo y no dejo de emocionarme ante estos santos que, a mi, me parecen un poco precursores de JP II y BVI, por su inteligencia, prudencia y amplitud de miras. Necesitamos personas capaces de mirar alto.
Leyendo a San Ambrosio me reconforta el amor que siente por la Iglesia, fundamentada en Pedro y la simbiosis de la razón y la fe en cuestiones teologales. Gracias por comentar.
Me ha encantado esta entrada sobre san Ambrosio, muchas gracias.
Saludos Gladis, gracias a ti por leerla. Un saludo.
» sea para vosotros la vida de Maria modelo de virginidad» que hermoso!!!, cuanto hoy necesitados los jovenes poner a nuestra Madre como modelo necesario para vivir y servir con un corazon puro que se alimente de la virginidad, de la castidad de la pureza….
Saludos Ferney, muchas gracias por comentar. Se agradece.