Señor Gallardón: si reconoce la incondicional dignidad de la persona humana no puede recortar la ‘Dependencia’

Si es una excelente noticia el anuncio del ministro de Justicia, el señor Gallardón, que eliminará la malformación del feto como supuesto en la reforma de la Ley del aborto, no lo son, para nada, las medidas adoptadas por el ejecutivo del señor Rajoy en materia de dependencia. Si afirmamos que la vida es el antes lógico y ontológico para la existencia y especificación de los demás derechos reconociendo, por ello, la incondicional dignidad de la persona humana, no son de recibo los recortes en una Ley que es un bien social para que personas con extrema discapacidad puedan llevar una vida digna.   

Es inmoral, más en un partido que recoge en su ideario el humanismo cristiano, que se establezca un conjunto de recortes en dependencia, cuyo único fin es remediar las necesidades de las personas débiles de nuestra sociedad. Si olvidamos que el bienestar de un país se mide, de modo muy especial, por la atención y el servicio que se presta a los más necesitados e indefensos, desde los nonatos a los ancianos, somos una sociedad enferma.

Dónde resta la defensa incondicional de la vida, el reconocimiento de los derechos humanos y el estado democrático del que nos vanagloriamos si aniquilamos el bienestar recortándose de modo cruel los servicios sociales, la salud y la educación, herramientas indispensables para alcanzar el bien común. Si descuidamos y desprotegemos a las personas, nos convertimos en una sociedad que no merece llevar el apelativo de civilizada, porque las abandonamos a su suerte.

La crisis económica, nos dicen, exige la toma de medidas drásticas. Sin embargo, resolverla convirtiéndonos en más insolidarios e inhumanos no es el camino más indicado, pues si falta la caridad, fuente de todo bien, resplandece la injusticia, se apaga toda virtud y se aniquilan los Derechos Humanos al desconsiderar la absoluta dignidad de la persona humana (Tomás de Aquino, “Suma Teológica”, 2-2, q. 24, a. 8). El gobierno del señor Rajoy ha dado un paso al frente en la defensa de la vida del nonato, pero otro atrás en la promoción de la vida de aquel que en su día lo fue y ahora se halla desvalido. Quien no obra por caridad obra por interés propio o ideológico. Y la caridad no se refiere en dar lo que nos sobra, algo de dinero o un poco de nuestro tiempo, sino que es una actitud firme en la realización del bien común mediante el amor y la justicia, convertidos hoy en meros conceptos teóricos por la praxis política.

Si falta la caridad es que no amamos bien, porque no tratamos con justicia a la persona del otro en virtud de su ser. Sólo si somos caritativos nos hallamos en disposición de trabajar por el bien común, que se alcanza reconociendo la dignidad de la persona y en la promoción de su proyecto vital. “Cuando tu egoísmo te aparta del común afán por el bienestar sano y santo de los hombres, cuando te haces calculador y no te conmueves ante las miserias materiales o morales de tus prójimos, me obligas a echarte en cara algo muy fuerte, para que reacciones: si no sientes la bendita fraternidad con tus hermanos los hombres y vives al margen de la gran familia cristiana, eres un pobre inclusero” (San Josemaría, “Surco”, n. 16). No seamos malévolos, no finiquitemos aún más el parco estado del bienestar para mantener un modelo económico – y sus entes – que conduce a la quiebra y a la miseria a muchas personas.

Entradas relacionadas:

Un gobierno que no alcanza el bien común no tiene razón de ser.