La dignidad del ser humano no es mera ilusión sino que es la realidad que emana de su estatuto ontológico por el hecho de ser un sujeto de la especie humana. El ser de la persona, todo dignidad, ni se obtiene ni se conquista, se posee de modo tan propio e intensivo que es el principio íntimo constitutivo del sujeto. Si la consideración que merece es incondicional la razón se halla en su fundamento que es absoluto, y por el cual se la reconoce como un fin en sí misma.
El cristianismo sostiene que el único modode afirmar la inquebrantable dignidad del hombre es el reconocimiento de que su ser está creado a imagen de Dios. La instancia más alta, el Ser en sí mismo, por la dependencia ontológica que tienen de Él todas las criaturas, hace al ser del hombre respetable ante el ser de los demás. Ésta y no otra es la causa radicalmente absoluta que otorga la dignidad incondicional a la persona y funda, en consecuencia, el concepto de derechos humanos, que no son ningún invento de la cultura humana.
Son los derechos humanos y sólo ellos quienes confieren legitimidad a las leyes humanas, pues éstas son verdaderas cuando respetan y reconocen la verdad sobre el ser humano, cuya dignidad es inviolable – Es preciso señalar, también, la existencia de una dignidad moral, que depende del buen uso de la libertad. A diferencia de la dignidad ontológica ésta es obtenida, ya que no tiene que ver con el ser sino con el obrar –. El principio absoluto que funda los derechos humanos se encarna en cada cultura particular, que da una forma concreta a dicho principio con la intención – la única legítima – de comunicar fidedignamente su mensaje: la dignidad ontológica de la persona y la dimensión trascendente de la persona.
“Sobre este fundamento antropológico se apoyan también los «derechos de las naciones», que no son sino los «derechos humanos» considerados a este específico nivel de la vida comunitaria” (Juan Pablo II, Discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, 5 de octubre de 1995). Los derechos de la nación expresan las exigencias vitales de la particularidad. De este modo, el patriotismo catalán “es el justo amor por el propio país de origen”. Es este “justo amor” el que debe invitarnos a una serena reflexión en vistas al justo reconocimiento de los derechos – dimensión ontológica del ser humano – de los pueblos y de las naciones. Nunca se puede infamar a aquellos hombres ni aquellas sociedades que por el bien común defienden el derecho a la existencia y a la autonomía de determinadas poblaciones europeas.
“El derecho a la existencia implica naturalmente para cada nación, también el derecho a la propia lengua y cultura, mediante las cuales un pueblo (Cataluña) expresa y promueve lo que llamaría su originaria «soberanía» espiritual. La historia demuestra que en circunstancias extremas (como aquellas que se han visto en la tierra donde he nacido), es precisamente su misma cultura lo que permite a una nación sobrevivir a la pérdida de la propia independencia política y económica. Toda nación tiene también consiguientemente derecho a modelar su vida según las propias tradiciones, excluyendo, naturalmente, toda violación de los derechos humanos fundamentales y, en particular, la opresión de las minorías. Cada nación tiene el derecho de construir el propio futuro proporcionando a las generaciones más jóvenes una educación adecuada” (Juan Pablo II, Ob. Cit.).
Es obvio que la existencia de Cataluña dentro el Estado español se comprende desde una perspectiva utilitarista. Cataluña es importante para España en cuanto que aporta una ventaja. Este hecho supone un atentado contra la dignidad ontológica de los catalanes porque impide la realización de su ser en un marco cultural regido por la libertad. Si seguimos los medios de comunicación y el discurso político español percibimos de inmediato las negativas consecuencias de esta utilización – opresión –, que se traduce en un nacionalismo agresivo – no patriotismo – que somete a otra nación más pequeña, que se encuentra en un contexto de mayor debilidad.
¿Cómo podemos hablar de derechos humanos cuando no sólo se niega sino que se atenta contra su plasmación concreta, los derechos de las naciones?
Es bueno discrepar Maximiliano. No obstante, me gustarán saber las razones. Gracias por comentar.
Cataluña no se ha sentido siempre un país sonerano con cultura propia que es subyugado por otro país más grande. Cataluña ha creado, a partir de diferencias regionales no mayores que las que hay entre dos «lands» alemanes cualesquiera (y ambos pertenecen a la misma nación), un espíritu nacionalista e independentista artificial. No es España la que mantiene a Cataluña como región por su potencial económico: fue Cataluña la que, cuando advirtió dicho potencial, empezó a pensar en independizarse. Cataluña ha sido siempre España y española, hasta que decidió que no lo era, y empezó a exaltar sus diferencias (que insisto en que no son tan marcadas como los catalanes piensan, se han acentuado artificialmente a raíz precisamente del independentismo). Como dato, la bandera española fue enarbolada por primera vez en una batalla que transcurrió en Gerona (Girona para los amigos).
Pero, ¿sabes qué? Da igual. Si realmente los catalanes queréis la independencia, no seré yo el que la impida. Te sorprendería ver lo a favor que estoy de ello cuando discuto con gente que considera a los catalanes toda clase de cosas malas por querer la independencia. Mientras no nos arrastréis a las regiones con cultura parecida pero que no tenemos problema en ser españoles… Ahora, soltar la perlita de que España «atenta» contra el derecho de los catalanes a ser una nación, me parece un desbarre. Insisto: Cataluña no es una nación anexionada y oprimida, es una región que en un momento dado ha decidido que ya no quiere serlo y que quiere ir por libre.
Y, por favor, no metamos a JPII en un conflicto que no es sino el enfrentamiento entre dos orgullos: el catalán y el español.
Saludos hermano Maximiliano.
“Cataluña no se ha sentido siempre un país soberano con cultura propia que es subyugado por otro país más grande”.
Con todo el respeto, ésta es una apreciación tuya, una mera opinión. La tradición y la experiencia propia de un servidor – que es catalán y no valenciano como tú – me dice todo lo contrario. Todo ser humano plasma su ser en una determinada cultura. Toda praxis humana se da y se configura en una determinada cultura. La realización del ser, lo que uno debe ser, se da mediante una muy determinada forma de vida que se contextualiza en una cultura, en una sociedad, en mi caso la cultura y la sociedad catalana.
“Cataluña ha creado, a partir de diferencias regionales no mayores que las que hay entre dos “lands” alemanes cualesquiera (y ambos pertenecen a la misma nación), un espíritu nacionalista e independentista artificial”.
Al respecto bien dice Juan Pablo II: “La historia demuestra que en circunstancias extremas (como aquellas que se han visto en la tierra donde he nacido), es precisamente su misma cultura lo que permite a una nación sobrevivir a la pérdida de la propia independencia política y económica”. Que es lo que le ha ocurrido a Cataluña.
Lo de “ha creado” me parece, disculpa, una opinión, no una certeza. La cultura, como bien dice, Paul Ricoeur, es la segunda naturaleza del hombre. En lenguaje simple: uno no decide sin más crear una cultura. La cultura es la forma en que el ser de la persona se desarrolla. Sin ir más lejos, apreciado amigo, el término cultura procede del latín colere, que significa cultivar. Es decir, es el modo de cultivar los conocimientos y de manifestarse en esa realidad. Ninguna cultura es una creación artificial sino que procede de una tradición común y de un ambiente común: la cultura no es artificial, repito, sino que interviene como segunda naturaleza en la formación de la persona humana. Te recomiendo la lectura de “Una teoría científica de la cultura” de Malinowski y “Religión y cultura” de Christopher Dawson. En cuanto al concepto de cultura te remito, de nuevo, a Paul Ricoeur.
“Cataluña ha sido siempre España y española, hasta que decidió que no lo era, y empezó a exaltar sus diferencias”
La cultura catalana, disculpa estimado amigo, como las distintas culturas, precede la constitución de las naciones. Las sociedades, entre ellas la catalana, no nacen en el siglo XVIII con el concepto romántico de nacionalismo (Herder) sino que son anteriores. Si consideramos la dignidad ontológica de la persona que funda los derechos del hombre, debemos reconocer y respetar los derechos de las naciones, que son su plasmación en la praxis.
Sobre Juan Pablo II, no “le meto” en ningún conflicto. Sólo expongo lo que dice.
Repito Joan: Cataluña no tiene mayores singularidades culturales que, p. ej., Galicia. Pero el nacionalismo gallego es un fenómeno mucho menos virulento y mucho más anecdótico que el catalán. El catalán ha «hecho bandera» de ciertos rasgos culturales, es decir, ha acentuado, subrayado y marcado su cultura -cosa que no hacen en esa medida política los gallegos-. Su cultura, digas lo que digas y a diferencia de la Polonia natal de JPII, sí ha tenido que ver con la española muchas veces a lo largo de la historia. No es como el caso de Polonia, nación a la que de pronto se le negó su estatus como nación, primero por los nazis, luego por los comunistas. Los polacos, aferrándose a su cultura, supieron mantener el sentimiento patriótico, el común sentir de que «aunque tú me digas que ahora soy otra cosa, yo siempre seré polaco». A los catalanes nunca les ha pasado eso. Eran España, era algo que estaba ahí. No fue una anexión, sino algo que surgió en la constitución de la nación española. Tenían sus diferencias culturales, claro que sí, pero insisto en que Galicia también, y Aragón, y etc…. Pon a un maño a hablar con un andaluz y quedáte mirando, a ver si no surge la pregunta de «¿qué narices tiene en común estas personas, culturalmente hablando?».
Yo no le niego a Cataluña una cultura propia, pero insisto en el símil con los lands alemanes. Cualquier país lo bastante extenso tiene zonas con culturas propias marcadas. Es el caso de Baviera en Alemania. Entrar en Bayern es entrar en otro mundo. Sin embargo, se saben alemanes, saben que lo fueron desde siempre, y no quieren que se les quite eso. Esperan que se respete su singularidad cultural, pero entienden que esa cultura incluye su historia, es decir, incluye el hecho de que fueuno de los principados bajo el poder del emperador alemán, de cuya unificación salió el país de Alemania.
Por cierto, respecto a JPII, no dices lo que dice, lo interpretas. Está claro que él dijo eso, pero tú lo usas para afirmar tu tesis. NO se te ocurrió el tema de la nación catalana al leer eso, lo pensabas ya y fue un argumento de refuerzo. El sólo título lleva a un equívoco peligroso: puede entenderse incluso que JPII habló explícitamente de dicha soberanía catalana.
Y repito, Joan: puedes decir lo que quieras, peor Cataluña nunca ha sido una nación anexionada, subyugada y privada de su identidad por tora nación mayor y más fuerte, como Polonia. Es una región con ciertas características culturales propias que, en un momento dado, ha decidido pedir la independencia de la nación a la que históricamente pertenece. Como decían Faemino y Cansado, «parecido no es lo mismo».
Saludos Maximiliano… Cataluña tiene una cultura que no poseía, por ejemplo, Estados Unidos el día de su independencia en 1776. Hablo de cultura, estimado Maximiliano no de nación (Es importante atender intelectualmente a esta distinción). Por singularidades evidentemente todas las culturas occidentales, en mayor o menor medida, se remontan a la cultura grecorromana y judeocristiana. Y, aunque ciertamente, desde hace unas centurias Cataluña se encuentra insertada dentro del Estado Español su cultura, al margen de lo común, es una cultura propia y distinta.
Joan, no quiero discutir más, así que lo dejo aquí. Pero repito algo a lo que no me has contestado: desde ese punto de vista sobre la cultura, España no existe. A ese carro de «tengo una cultura propia desde antes de la constitución del país de España» se suman prácticamente todas las regiones que conforman dicho país. Desde tu punto de vista, o España no existe, o se circunscribe a las Castillas.
Pues anda que no tienen los araneses para quejarse comparados con los catalanes.
Saludos Rojobilbao. Muy seguramente, sin duda.