El primate tendrá autoconciencia el día que exista un hombre que se llame Primate

Publicado: 21 febrero, 2012 en Gnoseología

Hace una semana ya hable de la diferencia radical existente entre el hombre y los animales, incluso con los grandes primates a quienes se intenta hermanar con nosotros mediante impetuosas teorías. Bien, hoy pretendo aproximarme a la cuestión de la autoconciencia tan propia y exclusiva del ser humano. Por autoconciencia entendemos el conocimiento cierto que el sujeto congnosciente tiene de sí mismo y de sus actos. El animal siente sus sensaciones y su cuerpo – conciencia sensible – pero no se capta a sí mismo como un sujeto existente sino que se limita a dar respuesta a las demandas que proceden de sus sensaciones y emociones. El hombre, en cambio, se percibe como un ser existente, como un ‘yo’, que sabe quién es y qué hace.  

Una condición indispensable para que el hombre pueda conocerse a sí mismo es la actividad sensitiva externa e interna. Así como comprendo el mundo externo en cuanto advierto el ser de las cosas sensibles, del mismo modo me comprendo a mí mismo en cuanto advierto mis actos – reparo que nado, que deseo, que experimento alegría – y mi interioridad – sé que existo, que me llamo Joan –. El ser humano percibe el mundo y, al mismo tiempo, se percibe a sí mismo en todo momento. En este sentido se puede decir que el hombre y su yo son eternos acompañantes aunque no necesariamente se esté pensando a sí mismo en todo momento.  

La conciencia refiere a una amplia variedad de contenidos existentes en los actos humanos. De este modo la reflexión puede ser biográfica – Antes mi habitación tenía las paredes azules –, psíquica – me encuentro bien en mi habitación –, lógica – mi habitación tiene una silla plegable de color negro que capto bajo la idea universal de silla –, lingüística – cuando digo “estaré leyendo en la habitación” –, antropológica –  cuando pienso que soy yo quien está en la habitación leyendo – y moral – no es inmoral que lea la Biblia –. De este modo la conciencia comprende una amplia gama de autopercepciones – pensamientos, recuerdos, intenciones, etcétera – en su desarrollo.

Antes decía que uno y su ‘yo’ son eternos acompañantes. Una de las características de la conciencia es la percepción de que mantenemos una conversación con nosotros mismos y que en nuestro deambular biográfico viajamos acompañados de nuestra interioridad del mismo modo que con nuestra sombra. El hombre percibe su ‘yo’ como una unidad personal – cuerpo-alma –, en la que los diversos actos son producto de una misma realidad ontológica que los agrupa – mi cuerpo, mis pensamientos, mi existencia –. Por otro lado, la conciencia no está encerrada en sí misma sino que se sabe medida por la verdad y la realidad; descubre, al mismo tiempo, que hay otros ‘yo’ a los que conoce y quienes permiten que ella se conozca mejor.

La verdad es un elemento fundamental de la conciencia. Ella se halla en peregrinaje de la verdad en el mundo y en el interior del hombre. Sin embargo su sed de infinita verdad no se agota. Este hecho es un indicio de la trascendencia del ser humano – esta ordenación de nuestra mente hacia el infinito sería vana si no existiera una realidad inteligible infinita que es la realidad más alta, como apunta il buon fra Tommaso –. La búsqueda de la verdad absoluta no es una quimera ni una ensoñación como señalan los escépticos sino una necesidad ontológica  por la cual el ser participado busca colmarse del Ser del que procede.

La verdad no es obra del pensamiento sino que el desarrollo del pensamiento nace de la existencia de la verdad, de la que participa y respecto a la cual es trascendente – la verdad está presente en la mente, sí, pero la trasciende –. Como ya he dicho en otras ocasiones, la estructura ontológica del ser humano busca conformarse al Ser del que participa como criatura – el hombre no puede adecuarse a sí mismo –. No hay pues conocimiento racional del mundo y de uno mismo sin la presencia de una verdad última, por eso el pensamiento – el hombre – es trascendente, por eso el pensamiento del hombre es pensar en Dios en última instancia. Esto se descubre en la simple situación de hallarse existiendo, pues uno es consciente de que no tiene en sí la razón de su origen ni la razón de su término.

comentarios
  1. Es curioso pero los defensores de esas » impetuosas teorías» tienen pruebas empíricas para defenderlas y esto es algo que no todos pueden afirmar.

  2. Carla dice:

    Maravilloso desarrollo Joan!! Y es pura verdad.
    El materialismo se ha apoderado de las mentes actuales haciendo perder de vista la Verdad primera y última del Ser, quedando enredada la humanidad en la madeja de los procesos intermedios, sucumbiendo a la ilusión de que estos planos de manifestación son suficientes para conformar un «sentido de existencia».
    Yo me pregunto, cuándo será el día que el hombre, a nivel masivo, pueda percibir la Divinidad como un brillo especial de sentido trascendental?

    En mi caso, yo creo en la inmanencia de Dios a toda la creación, pero el hombre es la única criatura que goza de poseer la chispa Divina embebida en su individualidad, lo cual le provee la maravillosa y única cualidad de la autoconciencia.

    Domini est terra et plenitudo ejus.

    Tus blogs son fantásticos, hacen reflexionar. Los considero imprescindibles 🙂

    Cariños!
    Carla

  3. Saludos Cayetano. Muchas gracias a ambos por comentar.
    Saludos Carla. Muy interesante lo que dices: «El materialismo se ha apoderado de las mentes actuales haciendo perder de vista la Verdad primera y última del Ser, quedando enredada la humanidad en la madeja de los procesos intermedios, sucumbiendo a la ilusión de que estos planos de manifestación son suficientes para conformar un ‘sentido de existencia'».La respuesta a lo que preguntas es fácil aunque compleja: conócete a ti mismo. Gracias por comentar.

  4. xdsl2000 dice:

    El dia que vea un chimpancé con un » trastorno de personalidad múltiple » tal vez me replantee el tema, de momento no veo nada que me haga, aunque sea mínimamente, hacerlo.

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