El ministro de Justicia, el señor Alberto Rúiz Gallardón, anuncia que se abordará la reforma de la ley del aborto, así las menores que quieran abortar deberán tener el consentimiento paterno. Esta reforma, señala el ministro, se inspira en la defensa del derecho a la vida definida por el Tribunal Constitucional. Supone un escándalo de proporciones inauditas por su inmoralidad el hecho de que la decisión de que una menor aborte o no según el consenso de los padres se circunscriba, según el parecer del ministro de justicia, en la defensa del derecho a la vida. En el momento mismo que se plantea la posibilidad real del aborto esa pregunta no se inspira, para nada, en la defensa del derecho a la vida.
Hiere de modo significativo la perversión moral en la que nos hallamos, donde la verdad del hombre no es siempre respetada por su libertad de, es decir, por ese libertinaje que nos lleva a hacer lo que queremos porque ningún agente externo nos lo impide, pero que para nada nos autodestina hacia aquello que queremos: ser hombres y mujeres en plenitud. El aborto no es una cuestión baladí en cuanto es una acción constitutiva de la moralidad del obrar humano. La vida es el primer derecho del hombre en cuanto es indispensable para el resto de derechos de la persona. Si realmente queremos hablar de defensa del derecho a la vida como hace el señor ministro de justicia no podemos absolutizar la decisión de los padres, de una persona, en detrimento de la verdad. Si una acción no es buena moralmente no es ningún gesto en favor de la libertad humana permitir la posibilidad de esa acción, en cuanto que no sólo atenta a la libertad de ese sujeto, sino a su ser mismo.
El aborto es una acción moralmente mala en todo momento y en toda situación en cuanto su fin es la eliminación de una vida, cuando no se atenta contra otra. Es de una soberana irresponsabilidad y de una profunda desfachatez regular el aborto estrictamente en personas que aún no han alcanzado la mayoría de edad, pero permitirlo en aquellas que la alcanzan o sobrepasan. Es importante señalar, siempre que tengamos la verdad del hombre como principal referente, que no cabe entrar en distinciones entre ética civil y ética religiosa o entre ética pública y ética individual. No, no caben planteamientos éticos arbitrarios ni relativos. La verdad del hombre es una y uno el bien a obrar para dar correcta plenitud del ser. La moralidad de los actos humanos no descansa en una validez particular, contextual o sectorial, sino que descansa en la verdad y el bien a los que tales actos se inspiran y dirige para alcanzar la plenitud del ser.
Se habla de libertad – de derecho –, pero la libertad en sí misma no es un fin último – la libertad no es libertad de sino libertad para –, no es un valor absoluto, sino que se encuentra ligada a la verdad y al bien que el hombre se halla llamado a alcanzar. ¿Qué bien supone el aborto para la madre? Se habla de embarazos no deseados, de imposibilidad económica para mantener a un hijo; también se dice que una mujer no puede dar en adopción a su hijo después de haberlo llevado durante nueve meses en su seno porque se establece el natural lazo de maternidad y filiación, pero, qué libertad supone matar a ese hijo. Si realmente se establece ese lazo, ¿la madre no deseará lo mejor para su hijo?, ¿no será preferible darlo en adopción que darle muerte?
La cuestión de fondo que hemos de tener presente es que la verdad y el bien del hombre no pueden caer en detrimento de cualquier otra valoración, coyuntura o motivación. No cabe a la verdad y al bien que el hombre debe alcanzar subordinarlas en beneficio de otra ética que no supone para el hombre la consecución de esa verdad y de ese bien. Es importante descrubrir y comprender que la libertad individual por la cual cada persona establece su proyecto de vida no está desligada de una verdad y de un bien últimos a alcanzar. En este sentido no es correcto hablar de una pluralidad y de una diversidad de criterios éticos, cuando, en realidad, no es moralmente bueno aquello que uno elige, sino aquello que es verdadero y bueno – las cosas no son buenas porque las queremos, sino que las queremos porque son buenas –.
No es dogmatismo decir que hay una verdad y un bien. Es dogmatismo y totalitarismo, en cambio, hablar de que no hay un fundamento para establecer lo que es bueno y es malo y, al mismo tiempo, establecer una ética pública abandonada a la soberania del consentimiento o de la aceptación que dictamina lo que es bueno y malo mediante ley. La ética, como quieran ustedes llamarla, sólo puede ser legítima, si da cuenta de la dignidad, de la libertad y de la verdad del hombre. Ante la verdad y el bien del hombre no cabe la aparición de ninguna otra instancia que dictamine lo que es bueno y malo pues sólo hay una verdad que apunta y asegura la dignidad del hombre, el bien al que aspira y en el que halla sentido y plenitud. Desde luego existe la libertad de por la cual el hombre puede elegir y asumir la forma de vida que a su juicio le parezca más buena, aunque realmente no lo sea. Y no lo es, porque la libertad misma, entendida incorrectamente como fin último de la acción humana, no es la que establece la bondad de dicha acción humana.
Una verdadera sociedad libre gozará de auténticos derechos cuando reconozca no la pluralidad de valores sino la existencia de valores verdaderos, valores – mejor sería hablar de virtudes – religados a aquella verdad y aquel bien que dignifican al ser humano, a todos los hombres. El fin del hombre, no lo olvidemos, es común, en cuanto es el mismo. El pluralismo de éticas morales lejos de ser un avance social supone un solipsismo que imposibilita no sólo el discurso racional sino el entendimiento de que al margen de la existencia de sujetos individuales los hombres se encuentran en una misma realidad y comparten un mismo fin común acorde a una misma verdad y a un mismo bien.
Los hombres podemos pensar distinto y tener distintas motivaciones pero existe una sola humanidad: una humanidad común con una verdad común y un bien común. La democracia, que parece el fin absoluto de lo que todo deriva, no puede tener como criterio último la capacidad autónoma de elección de los individuos ni la decisión de la mayoría. La democracia no es un absoluto, sino un ordenamiento. Por tanto, es un instrumento, no un fin, por lo que su disposición moral esta sujeta a su conformidad con la ley moral en la que todo comportamiento humano se asienta y se rige. La moral democrática, pues, depende de la moralidad de los fines y de los medios por los que se sirve para alcanzarlo, fin que está sujeto siempre al bien común.
En definitiva la moralidad del obrar humano está religada a la verdad integral del ser del hombre por el cual éste se constituye y se perfecciona. Ahora reflexionen sobre el asunto del aborto y el bien y la verdad que en el se halla para el ser humano.
Los del PP son lobos con piel de cordero… tienes razón con el texto, la moral tiene un fundamento si se olvida esto uno tiene una regla de medir muy subjetiva como hace el PP en el caso del aborto. En Madrid, la presidenta de la comunidad, la señora Esperanza Aguirre, destinó 7 millones de euros al Servicio Público de Salud en la factura del aborto.
http://www.hazteoir.org/alerta/42885-tus-impuestos-ayuda-maternidad-si-aborto-gratis-no
Pues sí, es perversión lingüística o como se quiera llamar. Cuando el PP dice que la reforma del aborto – regresar a la Ley de 1985, se inspira en la defensa de la vida es para mear y no echar gota. La única reforma que posible, si verdaderamente se defiende la vida es la supresión del aborto con la única excepción de la salvaguarda de la vida de la madre, que en realidad, sólo supone el 1% de los abortos que se realizan en España.
Darle tantas vueltas a la ley del aborto en vez de dejar que decidan las mujeres deja bien claro cuánto manda la iglesia católica en España.
Hoy cambian la Ley del Aborto, mañana no dejarán casarse a los homosexuales. Pronto nos obligarán a ir a la iglesia… Esto era el cambio?
A quienes defienden el aborto les formulo tres sencillas preguntas.
1) ¿Si laten dos corazones en un solo cuerpo, y desde el día 17 del embarazo se forma el corazón del nonato, podemos hablar de una sola vida humana?
2) ¿Si hay dos ‘ADN’, el de la mujer gestante y el del bebé en gestación, podemos hablar de una sola vida humana?
3) ¿Si hay dos tipos de sangre, el de la mujer y el del no nacido, podemos hablar de una sola vida humana?
Es de aplauso todas las inicitativas que buscan de verdad reconocer la dignidad de la mujer. En el caso de la violación, por ejemplo, hay que condenar la violación, pero, ¿si en el embarazo hay dos vidas humanas, a esa mujer qué derecho le asiste para acabar la de su bebe no nacido?
Por otro lado pregúntense porqué el aborto deja consecuencias psiquícas y emocionales en la mujer que voluntariamente permite que le practiquen un aborto. Simplemente porque es un acto moral negativo que afecta al ser de la mujer.
¿Qué hacemos entonces? ¿No es necesaria la ilegalización del aborto a excepción del caso que suponga el peligro de la vida de la madre?
Los recortes del PP se extienden al recorte de los derechos y libertades de las personas. Una muestra más de su totalitarismo.
Es brutal ver cómo el PP trata de limpiar su conciencia aboliendo la última ley del aborto obviando que la de 1985 es igual de asesina.
Excelente artículo, Joan.
Me quedo con:
«No es dogmatismo decir que hay una verdad y un bien. Es dogmatismo y totalitarismo, en cambio, hablar de que no hay un fundamento para establecer lo que es bueno y es malo y, al mismo tiempo, establecer una ética pública abandonada a la soberania del consentimiento o de la aceptación que dictamina lo que es bueno y malo mediante ley. La ética, como quieran ustedes llamarla, sólo puede ser legítima, si da cuenta de la dignidad, de la libertad y de la verdad del hombre».
Ojalá mentes capaces de escribir esto furan las que se encuentran en disposición de formular leyes, siempre acordes a una moral fundamentada en la verdad y el bien.
Saludos Cristina. El ejemplo que muestras ejemplifica que la moral no puede asentarse sobre principios arbitrarios, subjetivos o particulares, sino que siempre debe responder a la verdad del hombre.
Totalmente de acuerdo Nacho. Si se está por la defensa de la vida, la ley del aborto no debe reformarse, debe derogarse. Gracias por comentar.
Saludos Ana. ¿La defensa de la vida es una cuestión que atañe sólo a la Iglesia? ¿No defiendes la vida? ¿Que libertad es aquella que supone la elección de matar? ¿Hay que dejar que un progenitor mate a su hijo porque está en su derecho, en qué derecho?…
Aida, lamentablemente si quieres abortar podrás seguir haciéndolo si consideras que debes matar a tu hijo. La asociación entre personas homosexuales como otras asociaciones existe desde hace años, otra realidad es que a esas asociaciones se las pueda llamar matrimonio en cuanto que éste es el constituido por un hombre y una mujer. Por otro lado no creo que nadie te obligue a ir a misa, nunca ha ocurrido y no ocurrirá. Las circunstancias causadas por el PSOE – y quizá pronto por el PP – te obligarán como mucho a ir a la cola del paro (aunque esperemos que no). Gracias por comentar.
Saludos Sigfrid. Te felicito, muy buenas preguntas. Para reflexionar. Gracias por comentar.
[…] de la misma para pensar que “el aborto retrocederá”. No retrocederá, lo que cambiará es que las menores tendrán que tener el consentimiento paterno para decidir qué hacen con su embarazo. Lo que no significa que no aborten, porque en España hay […]
Me parece mal que para algunas cosas tener hijos se considere cosa de dos y en cambio para no tenerlos, abortar, la decisión sea sólo de la madre. No es justo, la ley obliga al padre a muchas cosas y a la madre a muy pocas. Contradicciones del feminismo. (¿Para todo, para nada o sólo para lo que interesa?)
¡En qué mundo estamos! Aborto no.