El Partido Popular ratifica que habrá derecho a abortar en las condiciones recogidas en la Ley de 1985. Esta es pues, la medida para reforzar la protección del derecho a la vida que muy probablemente voten el próximo 20 de noviembre millares y millares de católicos de comunión diaria. Sin lugar a dudas, no hace falta que nos preguntemos por qué la doctrina nietzscheana es la más experimentada en nuestra época, una época que se empeña en vivir más allá del bien y del mal cuando, es muy posible, sepa que en esa postura compromete su existencia.
‘Dios’, ‘la verdad’, ‘el bien’, son conceptos absolutos que ya no gozan de la importancia o de la atención de muchas personas. En algunos cristianos, si bien son conceptos respetables, tampoco van más allá de un significado tradicional, meramente simbólico o mítico. Por qué digo esto, por la sencilla razón de que el hombre opera sin la aparente necesidad de corresponder su acción con el bien al cual su ser está fundamentado de una manera tan natural como inquebrantable.
El mal moral existe y en las próximas elecciones generales saldrá un nuevo gobierno que permite la existencia del aborto y que no defiende la vida desde el momento mismo de la concepción. Pero, si alguien considera aún hoy, a la luz de la razón – y de la fe –, que toda persona tiene derecho a la vida, no puede rechazar el bien y dejar de votar a un grupo como Partido Familia y Vida, por muy superior que sea la acción del mal, porque nunca es aceptable, ontológica ni moralmente, la ausencia del bien debido.
No es aceptable la ausencia del bien debido porque en la ausencia, consciente o no, de éste se pone en juego la comprensión y destino de la existencia del ser personal. Porque el hombre es un ser para la eternidad y no para la nada – Sartre –, su libertad, la de obrar virtuosamente, le descubre su íntima trascendencia e infinita radicalidad, que es la plenitud alcanzada al realizar medios buenos acordes al fin mayor bueno. Cuanto mayor bien obramos más plenitud del ser alcanzamos; en cambio, cuanto más existimos en el mal menos somos – o menos sabemos quiénes somos – porque nos privamos de nuestro intrínseco fin, que no es otro que el bien – la Verdad –.
Si el mayor bien del hombre es el amor, el mal es su ausencia. Así pues, preguntémonos quiénes somos y si toda persona tiene derecho a la vida y a la libertad para alcanzar su fin. Si consideramos que un ser humano tiene coartada o limitada su humanidad y su derecho a vivir entonces podemos votar a cualquier partido que defienda el aborto, la experimentación con embriones o la eutanasia.
Joan, está bien que vayas insistiendo en la cuestión del aborto. En España la sociedad está contenta por el fin de ETA, que ha segado la vida de casi 1.000 personas en 50 años. Sin embargo, aún no es consciente de un drama, aún mayor, que cada año cuesta la vida de 100.000 personas, que es el aborto.
Como tú, espero que la conciencia permita un espacio a la esperanza el próximo 20 de noviembre.
Saludos Cristina. La sociedad está adormecida, impasible… pero la esperanza alcanza logros cuando cada persona no elude el bien debido. Gracias por comentar.
De principio a fin he leído tu escrito con verdadera reflexión. El mar ha estado siempre compuesto de gotillas de agua. Parece difícil nuestro cometido para abrir los ojos y el alma de nuestros semejantes. Admiro tu defensa firme de la moral parcialmente perdida en la inmensa mayoría de la cristiandad -incluído y pavorecido me incluyo-. Joan, felicidades.
Sin duda, Álvaro, el mar se compone de gotas de agua. Como ya hemos hablado muchas veces no podemos dejar de hacer el bien, sólo así lograremos que se imponga sobre el mal. Duc in altum.