Lo más inteligente es perdonar

¡Horror! No pude expresar nada más ante la barbarie mostrada por las imágenes del telediario. La muerte de Gadafi es estremecedora; el homicidio en sí mismo es contrario a la dignidad del ser humano. En el sermón de la montaña, nos recuerda el evangelista Santo Tomás, Cristo anuncia el precepto de no matar. Ante el odio, ante la ira, ante la sed de venganza el Señor exhorta a presentar la otra mejilla, no sólo a perdonar sino a amar al enemigo mismo. Recordemos la escena misma del prendimiento de Jesús, cuando el maestro ordena a Pedro envainar la espada.

En la preservación del bien común es razonable, es un imperativo, disponer al agresor en una posición en la que no pueda ejercer perjuicio al conjunto de la sociedad. No obstante, en el contexto y en la situación en la que se hallaba el séquito de Gadafi, la escena brutal con la que se dio muerte al dictador no es proporcional a la maldad que aún pudiera causar. La legítima defensa es un deber grave, insisto, y la misma Iglesia reconoce la legítima autoridad de los gobiernos para aplicar penas proporcionales a la gravedad del delito. Sin embargo, en la medida de lo posible, es exigible, conforme a la dignidad de la persona humana, evitar la pena capital.    

El Aquinate, en la Suma Teológica, señala que “desear la venganza para el mal de aquel a quien es preciso castigar, es ilícito”. Para el mantenimiento de la justicia bastaba con apresar a Gadafi, juzgarlo e imponerle una pena para reparar el mal causado y el bien omitido. “Pues yo os digo: todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal” (Mt 5, 21).La cólera que se aprecia en las imágenes de la citada muerte constituye pecado mortal en cuanto la acción misma es contraria a la virtud de la caridad. Recuerdo haber leído a Juan Luís Lorda, sacerdote y profesor en la Universidad de Navarra, que nunca hay suficientes razones para no tratar a una persona como un hermano. La necesidad de amar y de perdonar siempre debe estar disponible en cuanto que todos los hombres son hijos de Dios, al margen de la condición moral de sus obras.

Ahora que se habla del fin de la banda terrorista ETA recuerdo unas palabras de Irene Villa, quien perdió sendas piernas en un atentado: “Para poder vivir, lo más inteligente es perdonar”. Es indiscutible, antropológicamente, que el hombre es un ser que necesita amar y ser amado. Cuando el hombre no ama, es más, cuando en el corazón de la persona sólo existe rencor y cólera la existencia misma es inviable, inoperante. Es cierto que en muchas ocasiones, quizá en casi todas, la primera reacción, instintiva, pre-racional, es la de responder a la agresión con la misma intensidad; sin embargo, no se debería olvidar, que la víctima misma no está exenta de perdonar, porque, como bien dice Irene, es lo más inteligente y es el primer paso para acercar al bien a quien obra con el mal. Cristo mismo ama al pecador aunque no al pecado: “Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más” (Jn 8, 11).