«El hombre tiene que acertar en su vida y en cada momento de ella. Por eso no puede su existencia consistir -como la de los olímpicos- en un indiferente y elegante resbalar de cosa en cosa, de ocupación en ocupación, según lo que buenamente traiga el azar a cada jornada. Los olímpicos, seguros de que no morirán nunca, pueden permitirse este lujo; lo mismo da hoy que mañana, esto que lo otro. Pero el hombre tiene prisa. La vida corre. La vida es prisa. De aquí la esencial desesperación que nos produce el esperar, la calma de las cosas. Ellas tienen y se dan más tiempo que el que está a nuestra disposición.» (¿Qué es la vida? Lecciones del curso 1930-1931)