‘Los cuardernos azul y marrón’ de Ludwig Wittgenstein

Publicado: 2 julio, 2011 en Recomendación, Wittgenstein

Los asiduos lectores de Opus Prima bien conocen mi predilección por Wittgenstein, padre de la filosofía analítica junto a autores de la talla de Bertrand Russell. Uno de los objetos de la filosofía analítica de la primera mitad del siglo XX era el intento de parecer más una rama del saber científico experimental que del saber humanístico, aunque en la práctica no dejara de ser una auténtica disciplina humanística que trataba y trata cuestiones propias de las humanidades (recomendable la lectura al respecto de H. Putman, Realism and Reason, Philoshopical Papers III, Cambridge University Press, Cambridge 1983). Las bases para aproximar la filosofía a la ciencia se hallan en el desarrollo de la lógica y en el especial interés por el análisis lógico del lenguaje (Ludwig Wittgenstein, Tractatus Logico-Philosophicus). La idea de esta cientificación tenía, probablemente, su interés en convertir la filosofía en una disciplina con un método determinado mediante el cual se pudiera progresar y que no empezara y terminará en el pensamiento de cada autor – en otros autores, por ejemplo Otto Neurath, se encuentra el impulso decididamente antimetafísico –.

En el lado opuesto a Neurath encontramos a Wittgenstein, para quien una comprensión completa y rigurosa de la realidad no puede rechazar a la metafísica. Ciertamente, en W. hay un mesurado interés por el lenguaje y su alcance en cuestiones de carácter sapiencial, moral y religioso. En Los cuadernos azul y marrón – que son propiamente apuntes dictados en Cambridge durante el curso 1933-34 y 1934-35 y que reciben este nombre por estar encuadernados con pastas azules y marrones respectivamente – encontramos un decidido y académico estudio de la significación, uso y función del lenguaje humano con el fin de desenmascarar o entender la idiosincrasia del mismo, es decir, su estructura lógica. En consecuencia, una de las principales empresas y motivaciones de W. es la exactitud y la claridad de las palabras. Sin embargo, a diferencia de otros autores, considera que el fin de la filosofía no es otro que esclarecer el pensamiento: “Debemos dejar de lado toda explicación, y sólo la descripción ocupará su lugar. y esta descripción se ilumina, es decir, dice su propósito, a partir de los problemas filosóficos. Estos no son, por supuesto, problemas empíricos. Se solucionan más bien mirando cómo funciona nuestro lenguaje, y esto de tal modo que nos haga reconocer su funcionamiento: a pesar de la tendencia a comprenderlos mal. Los problemas se solucionan no dando nueva información, sino reorganizando lo que ya sabíamos. La filosofía es una lucha contra el embrujo de nuestro entendimiento por medio del lenguaje” (L. Wittgenstein, Investigaciones filosóficas).

Después de lanzar la escalera comprendemos con Wittgenstein que, probablemente, el lenguaje es esencial y vital para el pensamiento y que no puede darse lenguaje privado alguno sino que es mediante la comunicación con el otro que utilizamos con corrección las palabras.     

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