Al mediodía frecuento un chiringuito, parecido a esos en los que se venden churros o buñuelos, para degustar el apetitoso café de la sobremesa. El local es pequeño pero sirven buen manjar y nunca falta el zumo de cebada. Siempre está lleno, hasta la bandera que diría ese insigne narrador radiofónico, de camioneros, de mozos de almacén, de paletas, en definitiva, de trabajadores, de auténticos currantes que llevan horas de tajo y ya huelen a varón sudado, con sus ropas mancilladas por la faena cuando no ajadas. Tipos que no se detienen más que para disponer en un breve receso el cilindro nicotínico en la comisura de los labios. Esos hombres, laboriosos y decentes, concentrados en el carajillo de Mascaro, tenían hoy de fondo la charlatanería de los encorbatados diputados y emperifolladas diputadas, sujetos que, con estudios o sin ellos – buena parte sin ellos –, jamás han dado un palo al agua en su puñetera vida pero que intentaban, en eso que se denomina debate del estado de la nación, convencernos a todos aquellos sudados y cansados por qué o por qué no debían adelantarse las elecciones.
Esa oligarquía no pisa mucho la calle después de las campañas electorales. Ocupa un espacio de ficción llamado Congreso cuya realidad nada tiene que ver con la del chiringuito en la que degusto el café; fumo, sí, un cigarrillo Fortuna y comparto soleada con tipos que llevarán la paga a casa a fin de mes sin charlatanería y mangoneo. Debate del estado de la nación vuelvo a oír de boca del lector del noticiario. Pido otro café mientras pienso en Tejero. Deberíamos reaccionar, debería reaccionar. Pero vivimos demasiado cómodos aún, a pesar de la crisis y de esta panda de buitres carroñeros que medran auspiciados por una masa de catetos militantes que aún tienen las narices de hacer apostolado de las ideologías de partido, sea A o sea B, como si fuera la salvación de la humanidad.
Debate del estado de la nación. El auténtico debate es dejar de votar ideología, detener esta alternancia de partidos y que nosotros, todos los hombres, tomemos conciencia de la necesidad de nuestra participación activa en la democracia sin la necesidad de representantes que nos chupan la sangre y se llenan la cartera mientras nosotros escuálidos nos las vemos y deseamos para llegar a fin de mes o a la puerta de Caritas para recibir un sobre de sopa instantánea. El debate comienza por derrocar la ideología, por aferrarse a la búsqueda de la verdad mediante el ejercicio de la virtud, que conduce mediante la realización del bien, al bien común y, en definitiva, a la felicidad.
Ya está bien de tanta hemiplejía moral. Empiezo por mí mismo, a veces demasiado boquimuelle y abrazafarolas. Hay que apuntar por ir a la verdad y aquellos que hemos y tenemos la gracia de reconocerla en Cristo no podemos dudar ni escondernos sino que debemos anunciarla y enseñarla a esos que viven en la demagogia del relativismo y del nihilismo, nocivos y devastadores para el desarrollo del ser de la persona humana. Si queremos construir una auténtica civilización donde al respeto admirable de la dignidad de la persona reine el amor, el bien y la justicia no podemos prescindir de Dios – ni podemos usarlo para establecer ideología alguna –.
Si buscamos el bien para la sociedad y el hombre sólo podemos, realmente, ser como Cristo. De lo contrario seguiremos veletas del devenir.
Los políticos son unos perfectos inútiles. Eso sí por no saber no conocen ni el refranero español. El boto de Zapatero le dice al otro, entiéndase Rajoy: “Usted es el perfecto perro del hortelano, ni apoya ni propone nada”. Asi vamos.
¿Cuál es el estado de la nación? El estado de este país es el de esclavo, como sueles decir Joan, de los partidos políticos.
Qué razón tienes…Nuestros políticos son como son, sin embargo si están ahí es porque nosotros (digo en general, no hablo por tí) les refrendamos y entramos al trapo muchas veces en fregaos ideológicos. Tampoco creo que haya tanta diferencia entre nuestros políticos y nosotros… desgraciadamente.
Ciertamente. Por eso hemos de tener presente que para obrar bien hemos de seguir el único camino que hay, y que nosotros, los cristianos, conocemos: Cristo. Desde luego, los hombres, todos, si no seguimos este camino, si no lo vivenciamos en nuestra propia persona caemos subordinados de las ideologías de caracter político, jurídico y económico… Gracias por comentar.
Hola. Muy buena reflexión. Comparto lo que en ella dices. La sociedad debe implicarse más en las cosas que le afectan.