‘Piss Christ’ y la moral en el arte

Publicado: 4 mayo, 2011 en Arte, Ética y Moral

Ernest h. Gombrich señala que nadie puede evaluar la obra de arte desde el prejuicio y mucho menos establecer una idea de la belleza. Ciertamente, como es un asunto entre seres humanos el arte no puede excluirse del ámbito del bien ontológico y, al mismo tiempo, debe contener la intuición de la verdad. Así, no podemos aproximarnos al arte y considerarlo a partir de la atracción que despierte a nuestro ‘gusto’ sino que su belleza será tal en cuanto nos advierta de la verdad que ella encierra. La obra de arte busca manifestar belleza al margen de su utilidad y será este fin desinteresado el que permita juzgar su perfección. Ciertamente, cuando la obra artística no es un absoluto que posee en sí mismo su propio fin sino que el artista la utiliza como medio para lograr otra intención entonces si queda comprometida la obra y su belleza.

La percepción de la belleza involucra también la del bien, afirma Ignacio Yarza, introduciendo en el juicio estético una gran diversidad de valoraciones en correspondencia con la variedad analógica propia del bien. Enla SumaTeológicael Aquinate manifiesta que una cosa dispone del bien en la medida que posee el ser. Así, Dios posee la máxima perfección y las otras realidades según la complejidad ontológica de su ser. Ante esta situación cabe preguntarse en qué medida es posible determinar la belleza y el bien del arte. No obstante, es preciso señalar y recordar que el obrar humano es siempre moral, moralmente bueno y moralmente malo, y a tal bondad corresponderá un determinado nivel de belleza hasta su exclusión. En la belleza artística se presenta el bien moral del artista, pero el bien de éste no garantiza, evidentemente, la belleza o perfección de la obra, tampoco la ausencia de bien moral. Al respecto cabe advertir que la obra de arte no es una extensión del bien moral del artista sino que en cierto modo esa posee una vida propia – no acontece por tanto lo que a Dorian Gray y su retrato – y, en consecuencia, el bien de la obra está en ella misma y no en el artista. Sin embargo, no podemos olvidar, respecto de la obra de arte, que su fin es la belleza en sí misma y que si el artista pretende que sobresalgan otros aspectos o intereses que nada tienen que ver con la belleza el arte se sitúa al servicio de cualquier ideología – esto no quita, no obstante, que una obra de arte pueda encerrar un contenido de carácter político, religioso, etcétera –.

Aunque la bondad del artista no necesariamente puede encontrarse en la obra de arte es innegable que la conducta del pintor, del músico o del poeta son en parte el contenido de su lienzo, de su sinfonía o de su soneto ya que el arte no esconde ni debe esconder el obrar humano, es decir, los pensamientos, las emociones, los sentimientos, la moralidad misma. Encontramos, por tanto, obras de arte que no son en sí mismas virtuosas, honestas ni edificantes; obras que no sólo no hacen prevalecer el bien, sino que despiertan el mal en muy distintas formas. El arte en cuanto obra humana no puede olvidar su dimensión moral ni su reflejo de verdad. Una obra de arte no puede conducir ni despertar el mal – xenofobia, cristianofobia, etcétera –. En este sentido, una obra artística merece el calificativo de maestra si manifiesta la belleza, el bien y la verdad de aquello que representa al margen de que el tema sea hermoso, horrible, bueno o malo: “Por esto el artista, cuanto más consciente es de su ‘don’, tanto más es empujado a mirarse a sí mismo y a todo lo creado con ojos capaces de contemplar y agradecer, elevando a Dios su himno de alabanza. Sólo así puede el artista comprenderse a fondo a sí mismo, a la propia vocación y a la propia misión” (Juan Pablo II, Carta a los artistas).

Ya hemos dicho que el fin de la obra de arte es, en primer lugar, reflejar la belleza y, en consecuencia, la verdad y el bien (los trascendentales son inseparables). El artista es responsable moralmente de hacer respetar este fin por encima de cualquier otro interés. Si no existe rectitud moral en el artista y el fin de su obra no es la belleza misma sino una cuestión ideológica, como es el caso de Piss Christ de Andrés Serrano, el arte se desvanece y con él la belleza, la verdad y el bien y sólo conmoverá a quien esté enviciado como el artista. Desde luego no sólo es moral el artista sino también la persona que se sitúa ante la obra, a quien se exige que no se deje influenciar por otros intereses que no sean la auténtica belleza, la auténtica verdad y el auténtico bien mediante el ejercicio de la propia libertad. La belleza que salva al mundo, nos dice Dostoievski en boca de sus personajes, es Dios. En este sentido el arte en mayúsculas, el de este autor, el de Gaudí o el de Caravaggio, por poner algunos ejemplos, no deja de ser un reflejo de esa belleza, de esa verdad y de ese bien que es Dios al margen de la temática de cada una de sus obras. El artista, como cualquier otra persona, está llamado a la santidad.

 Bibliografía:

 Ignacio Yarza, Introducción a la estética. EUNSA. 2004.

Etienne Gilson, Pintura y realidad. Aguilar. 1961.

E.H. Gombrich, La historia del arte. Debate. 1995.

Tomás de Aquino, De veritate.

Leonardo Polo, Quién es el hombre. Rialp. 1991.

comentarios
  1. alvaromenendezbartolome dice:

    Me enteré del desacertado ‘Piss Christ’ hace cosa de tres semanas y, a través de la web francesa en la que leí la noticia, firmé el manifiesto en el que se pide la retirada de tal despropósito.
    Muchas gracias, Joan, por traer aquí a estos buenos autores en tu artículo y en tu referencia blbliográfica. La afirmación del beato Juan Pablo II es sensacional.

    Un saludo.

  2. Meinster dice:

    Muy interesante reflexión sobre el arte.
    Aunque no estoy del todo de acuerdo en que el arte deba reflejar la belleza y el bien. Hay grandes obras de arte que hacen lo contrario, destacan la fealdad y/o la maldad, ¿qué decir de las obras de terror?
    El arte ha de conmover, hacer sentir, hacer pensar, reflexionar, o que simplemente te guste.

    Ejemplo de obra que no es belleza ni bondad pero desde luego es arte:

  3. Saludos Álvaro y Meinster. Muchas gracias por comentar.

    Meinster. La belleza, el bien y la verdad como señalo no están en el tema, este puede ser feo, horroroso como el hecho de que Saturno devore a su hijo.

  4. bermejo dice:

    Un crucifijo sumergido en un bote de orina en el caso de ‘Piss Christ’ refleja entre otras cosas la patología del autor.

  5. Sigfrid dice:

    Hola Joan.

    Coincido en mucho de lo que dices. Para reflexionar sobre si Piss Christ es arte o no basta con atender a la definición que hace de la misma Shangay Lily en su columna del ‘Público’: «Esa pieza es un perfecto ejemplo de artivismo». Arte y activismo. Ya me dirán, ¿política o arte?

    http://blogs.publico.es/shangaylily/tag/piss-christ/

    Excelente entrada.

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