Si abrimos una enciclopedia de la historia apreciamos, de inmediato, que la vida del hombre es cada vez más compleja. Sin embargo, las necesidades fundamentales son las mismas. Entonces, por qué nos complicamos tanto la existencia cuando convenimos, de seguro, que sobre la felicidad es más trascendente lo que uno es que lo que uno tiene y anhela por tener.
Desde luego es más importante lo que uno es, porque el ser nos acompaña en todo momento a lo largo de la vida; en cambio, lo que se tiene se puede perder en cualquier instante sin que uno pueda remediarlo en la mayor de las veces. Al margen de la muerte, por la que dejamos de existir en este mundo, y de la locura, por la que perdemos la razón, ninguna otra desgracia tiene importancia en sí misma más allá del modo en que la encajemos – por otro lado resultan más duras las desgracias físicas que las materiales –. Si logramos construirnos una brillante personalidad es indiferente la situación en la que nos encontremos, en cualquier momento podremos gozar de un Rioja gran reserva como de la Suma Teológica del Aquinate, por poner ejemplos del goce físico y del goce intelectual o espiritual.
Para ser feliz hay que conocerse a uno mismo, entender por qué y para qué se vive. De lo contrario, por muchas cosas que podamos tener y hacer, nada poseerá sentido en su grado más alto ni nada se podrá experimentar con el mayor gozo posible. De ahí las sabias palabras del Estagirita cuando afirma que el ser es eterno, pero no las cosas. Y así es, la verdadera felicidad consiste en alcanzar la plenitud del ser y no la mayor riqueza material. No olvidemos, por otro lado, que Platón define de gruñón en quien prevalece el tener al ser, y de jovial en quien es más importante lo último. Sin embargo, consideramos más importante lograr una buena vida social que construir nuestra propia personalidad.
Todos conocemos la clasificación de las necesidades de Maslow. Resulta, no obstante, de mayor interés la de Epicuro, que se divide en tres, a saber: primera, las naturales y necesarias que no son otras que la alimentación y el vestido – en sentido amplio, tener un techo –; segunda, las naturales no necesarias, es decir, la sexualidad, y tercera, las que no son naturales ni necesarias y que se relacionan todas con el tener. Considero importante la clasificación de Epicuro por la tercera clase. Para este autor, las posesiones tales como el dinero, el lujo, la ostentación… son insignificantes y vacías respecto a la felicidad última del hombre. Y así es: quien forja en sí una gran personalidad no se preocupa en echar de menos aquello que no tiene; en cambio, quien se decanta por las posesiones nunca se contenta con las que tiene tanto como aquellas por las que batalla y por las que siempre vive en un círculo continuo que nunca termina.
Así, volviendo al principio, es de mayor importancia para la felicidad de la vida construir nuestro ser que aumentar lo que de contingente podamos tener.
Nos cuesta creer en las grandes “teorías”. No es que las refutemos, es que nos resbalan. Por eso casi nadie estudia “filosofía” en el sentido clásico del término, ni cree en ella. Ya no importa el saber como saber, porque el saber no va a solucionar ningún problema clave de la vida, sino un “saber hacer”, que se convierte pronto en “saber ganar”, de modo que los inteligentes (sabios) son ahora los que consiguen pronto, mucho dinero. Claro, es obvio que este es el sentir del mundo.
Mas importante es Ser que tener. En la vida lo material va y viene, en cambio el ser, se construye conociendose a sí mismo y buscando la felicidad en las cosas simples de la vida.