Causa pasmo cuando uno lee en el Wittgenstein que justo está dando cuerpo al Tractatus que el significado de la vida y el sentido del mundo están íntimamente ligados al símil de Dios como Padre y que la oración, entendida como contemplación, es pensamiento sobre el significado de la vida. Puede sorprender que un filósofo comedido y riguroso, que distingue lo que se puede y lo que no se puede decir, hable tan tajantemente no sólo de Dios, sino incluso de un Dios personal que entra en relación con el hombre.
Cuando habla de «Dios Padre» lo hace en el sentido de que Él nos creó y que tenemos dependencia de Él como la que tiene un niño con su padre natural. No obstante, «Dios Padre» no guarda, directamente, relación alguna con el Dios cristiano, quizá se aproxime más al Dios del Islam, por eso del Destino. Lo que sí está claro es que en 1916, aunque Pascal diga que «Dios Padre» no tiene nada que ver con el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, el Dios de Wittgenstein es un Dios religioso que encaja en un contexto religioso mucho mejor, por ejemplo, que en Spinoza.
Decir que el Dios de Wittgenstein es fundamentalmente religioso no es ni un atrevimiento ni una desmedida interpretación. El propio filósofo dice el 11 de junio de 1916 que rezar es «pensar sobre el significado de la vida». La oración es siempre un acto religioso que consiste en contemplar la naturaleza de Dios y estar en unión con Él. En una nota del 8 de julio del mismo año (Notebooks, pp. 74-75), Wittgenstein se muestra aún más explícito: «Creer en un dios significa entender la cuestión del significado de la vida» y «Creer en Dios significa ver que la vida tiene un significado». Aquí, por supuesto, se limita a considerar lo que implica la creencia en Dios o en un dios sin decir si él cree o deja de creer.
Está más que claro que el Dios de Wittgenstein es personal y creador y que el ser humano guarda una dependencia ontológica con Él. Esto es así porque plantea la cuestión de la relación del hombre con Dios como la relación con una «voluntad ajena», extrínseca a nosotros. Aquí se desmarca totalmente de pensadores como Schopenhauer cuando manifiesta que la voluntad del hombre no puede dirigir los acontecimientos del mundo y que sólo se puede ser independiente del mundo si se renuncia a cualquier influencia sobre sus acontecimientos (Notebooks, p.73). Para Wittgenstein el hombre siente, empíricamente, que depende de una voluntad ajena.