En metafísica se dice que la verdad está en el intelecto de Dios de manera propia y primaria, mientras que en el entendimiento humano se halla de modo propio pero secundario. En las cosas la verdad es impropia y secundaria y se encuentra por relación a las otras dos verdades (Tomás de Aquino, De Veritate, q.1, a.4). La verdad sólo se encuentra en el entendimiento, de manera propia en el entendimiento divino pues en él se adecuan todas las cosas creadas. El entendimiento humano posee la verdad por derivación – aunque también de manera propia – ya que en él acontece la razón formal de la adecuación en la que consiste la verdad.
En las cosas la verdad sólo está presente por relación a los intelectos divino y humano. La verdad que se dice de las cosas es accidental a ellas, pues no las constituye en lo que son (Alejandro Llano, filosofía trascendental y filosofía analítica). El ser de las cosas no depende para nada del conocimiento que de ellas podamos tener. No obstante, la verdad que se dice de las cosas en comparación con el entendimiento divino si pertenece al ser de las cosas de modo propio, ya que de ningún modo podrían subsistir sin la inteligencia divina que las produce y hace que sean lo que son. El ser humano tampoco escapa, por mucho que se quiera, de su condición creatural.
Observamos, pues, que la verdad, en sentido propio, se encuentra en el entendimiento divino. La verdad “se da antes en la cosa por referencia al entendimiento divino que por comparación al humano, pues el entendimiento divino se compara como a su causa, mientras que al humano se compara en cierto modo como a su efecto, en cuanto que la inteligencia del hombre recibe de las cosas el saber. Así, pues, una cosa se dice verdadera de un modo más principal en orden a la verdad del entendimiento divino” (Tomás de Aquino, De Veritate, q,1. a.4). San Agustín solía decir, acerca de esta cuestión, que nosotros conocemos las cosas porque son, pero ellas son porque Tú las conoces. Y ampliando más esta sentencia, todas las cosas son verdaderas por la única verdad divina.