Los primeros escritores cristianos emplean la variante griega de la Koiné, que es la más frecuente dentro del Imperio hasta mediados del siglo III, de manera especial desde la prédica de S. Pablo a los gentiles. Su empleo no es gratuito, sino que responde a una cultura, a un modo particular de apreciar y pensar la realidad. El uso de la Koiné presenta también un contexto filosófico. Durante el período helenístico la filosofía se centró sobre todo en la ética, las distintas corrientes de pensamiento trataban transformar la vida para alcanzar la felicidad. de ahí surge el término conversión, que indica una separación del mundo y una renuncia de los bienes materiales para dedicarse en exclusiva a buscar la felicidad.
Durante los primeros siglos del cristianismo éste convive con una variable amalgama de corrientes filosóficas. En primer lugar sobresale el cinismo cuyas figuras principales son Diógenes de Sínope y Cratetes, que denuncian la búsqueda de la felicidad en el placer, la riqueza y el poder y exhortan al desprendimiento y a desatender los convencionalismos sociales. Por otro lado encontramos el epicureismo, que si bien no tiene figuras remarcables si es una corriente muy difundida. Sus principales puntos son la preponderancia de la sensación física como el criterio más sólido de verdad, que el placer – entendido como ausencia de dolor corporal y turbación espiritual – es el principal elemento constitutivo de la felicidad y que la ética del individuo prevalece sobre la del ciudadano. No obstante el epicureismo se desvirtuaría transformándose en una concepción totalmente hedonista. Los primeros escritores cristianos mostraron una actitud crítica ante el epicureismo designándolo como la disciplina prototipo de la vida disoluta y atea. Otra corriente de ese periodo es el estoicismo, que es la que más se aproxima al cristianismo. Aunque es esencialmente materialista considera que la divinidad es un Ser corpóreo e inmanente al cosmos, identificando a Dios con la naturaleza. El pensamiento estoico da una gran primacía a la virtud al considerar que la felicidad consiste en vivir acorde a los dictados de la virtud y que las pasiones sólo son fuente de la infelicidad.
Otra corriente es el neoplatonismo fundado por Plotino. El platonismo recobra fuerza a comienzos del siglo II cuando se considera a Platón como suprema autoridad religiosa y teológica llegando a su punto culmen en el siglo III con el neoplatonismo. Las ideas de Platón son identificadas como pensamiento de Dios, pues Platón señaló el mundo del alma y el camino para salir del mundo material y sensible para trascender al mundo intangible. Teniendo en cuenta todas estas disciplinas no es de extrañar que los primeros escritores cristianos, sobre todo Orígenes, emplearan la filosofía a la hora de teologizar sobre el Evangelio.