Reduccionismo racionalista (III)

Publicado: 5 junio, 2008 en Filosofía

El racionalismo se caracteriza por querer verificarlo todo empíricamente, esto comportó que algunos filósofos analíticos próximos al neopositivismo considerasen las proposiciones religiosas carentes de significado y contenido teórico al no ser verdaderas ni falsas (ateismo semántico). El origen de este posicionamiento se encuentra en los representantes del Círculo de Viena, que sostiene que sólo es verdadero todo aquello que se basa en los datos de los sentidos al lenguaje. Anthony Flew trató el desafío falsacionista: “¿Qué tendría que ocurrir o haber ocurrido para que constituyera una prueba en contra del amor o de la existencia de Dios?” Con esta pregunta pretendía desafiar al creyente a encontrar una situación en que la afirmación “Dios existe” fuera falsa. Como no es posible, ya que las proposiciones religiosas no son falseables, debe admitirse, según Flew, que tales proposiciones carecen de contenido empírico y que sólo tienen valor expresivo y/o emotivo.

 

Algunos pensadores han respondido al desafío de Flew, entre ellos Basil Mitchell, que considera que las proposiciones religiosas pueden considerarse como hipótesis explicativas al poder justificarse mediante argumentaciones de carácter acumulativo. Por otro lado, hay autores que consideran que existe una base empírica para las proposiciones de fe que es ofrecida por aquella clase de situación en la que se revela algo más que los puros hechos (inspiración, revelación). No olvidemos que la fe es el elemento interpretativo de toda experiencia humana. Algunos pensadores, que siguen a Wittgenstein, caen en el fideismo al considerar que existe una distancia insalvable entre el discurso religioso y cualquier otro tipo de discurso. El lenguaje de la fe es, para ellos, un juego de lenguaje con autonomía propia e ininteligible fuera del contexto religioso.   

 

La filosofía analítica abandonó alrededor de la década de los cincuenta del siglo XX los principios verificacionistas, aunque algunos pensadores, como Kai Nielsen, continúan sosteniendo la imposibilidad de verificar el significado cognoscitivo de las afirmaciones religiosas.

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